CAPÍTULO 14

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Siete años atrás...

El reconfortante calor de un lindo hogar en pleno mes de marzo, se encontraban dos pequeños niños traviesos que jugaban sobre la mesita de la sala.

Una gran batalla de ajedrez daba el inicio de una posible pelea de hermanos, al querer ganar siempre sin interrupciones. Aquel niño mayor reía ante la torpeza de su hermana menor al intentar mover una pieza blanca indecisa con nervios, pues no sabía muy bien las reglas de ese juego al ser principiante.

—Ya te dije: la torre se mueve en recto o paralelo, tanto atrás como adelante y a los lados. —mencionó el niño con desesperación, mientras rascaba su cabello ondulado color castaño.

—Sabes que empiezo a jugar esto, casi no me acuerdo como son los movimientos de las piezas. —soltó la niña molesta por la impaciencia de su hermano.

Después de mucho pensarlo, por fin dió su movimiento hacía adelante en una casilla, dando un suspiro de cansancio a su ya estresada cabecita.

Su hermano comenzó a carcajearse demasiado por su inútil movimiento. Entonces, tomó la pieza de la reina que se encontraba del otro extremo, y dió un movimiento al frente de la pieza torre blanca para derrumbarla.

Fue ahí que cayó en cuenta, que la pieza que tenía al frente del rey, le hiciera un asombroso Jaque.

—Jaque. —mencionó el niño viendo la expresión ahora  molesta de su hermana.

—¡Ya no quiero jugar! —la chiquilla hizo pucheros en sus mejillas y miró con su ceño fruncido a su hermano mayor que estallaba en fuertes carcajadas con burla.

—No te enojes. Una cosa que te haga Jaque: significa que tienes que mover a tu rey de casilla. Cuando diga: Jaque Mate, es cuando gané yo. —se señaló a sí mismo con su pulgar, empezando ahora a guardar las piezas dentro de una pequeña caja y levantarse.

—No sé como lograste aprender tan rápido, Bruno. ¡Prefiero jugar con mis peluches! —copió de igual manera la acción de su hermano y sacudió su pantalón.

—Es más entretenido jugar ajedrez que peluches, Scarlett. Cuando seas grande, entenderás. —le dio un pequeño golpecito a su hermana en el hombro y la abrazo.

—Gracias por enseñarme a jugar más o menos en como se hace en el ajedrez. —dijo Scarlett correspondió a su abrazo y apachurrar su cuerpo.

—¡Aagh… me aplastas! —exclamó para ser soltado inmediatamente. De pronto, la puerta de la casa comenzó a ser escuchada por alguien que entraba de ella. Bruno sostuvo la mano de su hermana menor y corrió lo más rápido posible para saludar a su padre que ya había llegado. —. ¡Papá, papá. Llegaste!

—¡Hola, mis niños traviesos! —el hombre los cargó a cada uno en diferente brazo, y besó las mejillas de sus hijos con dulzura.

El señor Gustav siendo amoroso con sus dos hijos, repartía risas y diversión mientras se adentraba a su hogar recibiendo la bienvenida de su tan especial familia después de un largo día laboral. Se lograba ver el famoso lunar en la esquina de su labio al igual que sus hijos, pues la mayoría de las características que tenía el padre, las portaban los niños. Ojos claros verdes, pelo castaño y su color de piel moreno claro.

Eran su más grande privilegio, tener a sus hijos felices a su lado.

—¡Ah, hola Gustav, llegaste al fin! —habló la madre, mientras se acercaba su esposo y le brindaba un tierno beso en sus labios.

—Salí temprano, Emilia. ¿Puedes prepararme algo de comer, cariño? Vengo algo cansado. Te ganarías el cielo sí lo haces con tu buena mano en la comida. —bajó a sus hijos al suelo y ellos de inmediato, corrieron como locos a quién sabe dónde. Fue acercándose lentamente para abrazar a su esposa con cariño como siempre lo hacía, en cambio ella, se alejó un poco de él evitando su cercanía. —. ¿Qué tienes? —preguntó extrañado por su indiferencia.

SOMOS CINCO EN UNO [Parte I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora