Scarlett
—Muy bien. Cálmate. Relájate. Respira y exhala. Respira y exhala.
Uno, dos, tres, cuatro...
No sé cuantos pasos caminaba por toda mi habitación por hacer un intento de calmar la ansiedad. Daba círculos en todos lados y ni siquiera me había percatado de que ya había llegado hasta el baño.
—¿Pero qué...? ¡¡Demonios!! —exclamé dando un pisotón al suelo. —. ¡¿Por qué siempre termino en el baño?!
Toc. Toc. Toc.
Los golpes en la puerta me hicieron sobresaltar del susto. Claro, yo ante cualquier cosa me asustaba. Tengo el patético título número uno por la persona más asustadiza del mundo.
Después recordé que se trataba de mi doctor que vendría por mí para llevarme a terapia. Así que, con toda la poca actitud buena que tenía, me peine bien el cabello, tomé mi libreta que yacía entre una mesita y abrí la puerta.
Del otro lado pude ver al doctor Elías que me esperaba con paciencia mientras me observaba con sorpresa. Una sonrisa que ante cualquier persona que charlara con él, en un rápido instante se darían cuenta de lo bueno que es.
—Buenos días, doctor. —pronuncié con cansancio.
—Buenos días, Scarlett. ¿Estás lista? —me tomo del hombro para caminar en el pasillo mientras cerraba mi habitación.
—Mm... no. La verdad que no. —fuí honesta.
—Oh vamos, querida. Yo sé que con este psiquiatra te hará volver a ser una chica como nunca antes vista en este mundo. Pero siempre recuerda, que eres diferente y que por eso te hace única.
No me quedó de otra que solo asentir con la cabeza, dándole como toque final una sonrisa ladina por su emotivo comentario.
Quiero creerle lo que me dice, pues no cualquiera te puede estar diciendo esas frases que pueden llegar a tocar en lo más sensible de tu corazón. Sin embargo, en ocasiones llegaba a creer que ya estaba harto de mí y de todo este enrollo de que me urgía un buen psiquiatra. Yo también estaba harta, no solo de lo mismo de siempre, sí no de que debía hablar de temas muy delicados que me marcaron muy profundamente en mi vida.
Golpes. Insultos. Gritos. Humillaciones. Desprecios. Abusos...
Dí un suspiro con dolor, más que nada tratando de regular mi respiración que aún seguía como sí hubiera corrido un medio mundo. Una incontrolable comezón me empezó a dar en los pies, lo cual sería raro que me empezará a rascar desesperadamente. Obvio no haré eso.
—Este seguirá siendo tu cuarto de terapia. —mencionó el doctor.
Miré cuando me habló, y pude notar que me observaba con lástima.
No me gustaba transmitir esa sensación en alguien más, siempre trataba de verme positiva...
Pero cómo no estar con los ánimos por el suelo, sí cuando más necesité de algún familiar mío, todos me dieron la espalda.
El doctor Elías abrió la puerta y del otro lado, allí de encontraba mi nuevo psiquiatra.
Había una mesa, la cual estuve ahí meses atrás con mis antiguos psiquiatras, cuatro sillas y varias decoraciones llamativas en las paredes para dar paz en el ambiente. Oh bueno... eso era lo que yo pensaba de aquella habitación.
—¡Hola, Scarlett. Muy buenos días! —mi doctor se adelantó en recibirme y estrechar mi mano como el día anterior cuando nos conocimos.
—Hola, doctor... —saludé tímida.
El doctor que me trajo le dió un "Hasta luego" a mi psiquiatra, y procedió a retirarse de la habitación dejándome por completo con aquel hombre y que tuviera mi terapia nueva.
Nos sentamos y quedamos frente a frente para comenzar a hablar, pero de todos los psiquiatras que he tenido aquí, él fue el primero en que de su pequeño portafolio, sacó una grabadora, presionó un botón comenzando a grabar y lo colocó sobre la mesa.
—Muy bien, Scarlett. Cuéntame, ¿Que tal te sientes hoy? —cruzó sus dedos de las manos sobre su estómago.
—Bien. Creo que bien.
Contesté manteniendo mi ánimo lo más "alto" que pudiese.
—Dime, ¿cuantos años tienes?
—Tengo 16 años. -respondí bajando mi cabeza.
—¡16! —hizo un asentimiento sonriendo. -Ya eres una jovencita.
—Ni tanto. Trato de mantenerme al margen de esto.
Intercambiamos una sonrisa mientras nos mirábamos con atención. Miré de reojo la grabadora y entonces me di cuenta que ya había pasado cinco minutos.
Rayos, esto será una eternidad. —me hablé a mi misma.
—Verás, Scarlett —de pronto, mi doctor comenzó a sacar un bolígrafo y una pequeña libreta de la cual comenzó a escribir algo que yo no alcanzaba a ver. Guardé silencio esperando su argumento. —, eh tratado con muchos pacientes con éste trastorno. No me dedicó específicamente a ésto, pero te diré lo que les digo a ellos; puedes llamarme amigo cuando de verdad sientas que me lo merezco. Y quiero de verdad ganarme tu confianza, por que la confianza es muy difícil ganarsela en estos tiempos. Ya que piensan que es un juego y no lo creen.
—Yo no pienso así de usted. —le sonreí poco.
—Pues gracias que pienses eso de mí. Te prometo que no solo seré tu doctor a partir de ahora, puedo llegar a ser un amigo también. ¿Que dices?
Medité un poco acerca de su propuesta, pues me estaba agradando mucho este hombre, no lo voy a negar. Pero tampoco voy a hacer en bajar la guardia muy rápido, y menos sabiendo que lo acabo de conocer.
Pues yo me imaginaba que en este mundo, los lobos se disfrazaban de corderos para poder devorarse a los débiles...
Una de los tantos débiles que había... era yo.
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SOMOS CINCO EN UNO [Parte I]
Ficção AdolescenteEl trastorno disociativo se caracteriza por presentar una o más identidades en la mente de una persona al llevar un trauma psicológico sumamente afectado durante su infancia, o parte de su adolescencia. Por lo que lleva como consecuencia tener una i...