Perdóname Yuji

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Habían pasado unos días, se encontraba en la cama pensando en la nada, debería de volver a la escuela, lo sabía pero no quería enfrentarse a todo, no aún.

Sus amigos le enviaron mensajes pero no respondió ninguno, seguia una rutina de desayunar, volver a la cama, bajar a comer y volver a la cama, agradecía a su profesor que pago por una semana esa habitación y tenía desayuno y almuerzo incluido, no cenaba así que estaba bien.

Hoy saldría, después de estar encerrado en esas cuatro paredes.

No tenía un lugar a donde ir, paseaba por las calles viendo todo, paso por una pastelería, le llamó la atención un postre, pero al no tener suficiente dinero siguió su camino desanimado.

Asi se la pasó toda la mañana, al llegar la tarde, se sentó en una banca, era perfecta ya que había un árbol cerca que lo cubría del sol.

No muy lejos miro a un chico, parecía de su edad, sentado mirando al suelo.

Disfruto de la brisa que tenía cerca.

El chico seguía ahí.

Se acercó y se sentó a su lado.

El otro brinco, pero no lo miro.

— Hola, perdón si te hice asustar — le mostró una sonrisa amable — solo que te ví desde hace un rato aquí solo, vine hacerte compañía.

Su respuesta fue el silencio.

Pero Itadori no se iba a dar por vencido.

— Te pareces de mi edad, acaso no fuiste a clases.

— Podría decir lo mismo de ti.

— Oh sí — soltó una pequeña carcajada — bueno no quería ir, aunque debo de hacerlo, voy a tener que ponerme al día después — fingió un lamento.

El chico se veía cansado.

— Porque no fuiste a clases.

— Porque debería decírselo a un extraño.

— Oh es cierto, no nos hemos presentado, mi nombre es Itadori Yuji mucho gusto — le extendió la mano.

El otro dudoso la tomo.

— Junpei.

— Muy bien Junpei, porque no has ido a tu escuela.

No le parecía un mal chico ese peli rosa, asi que porque no tener una plática, hace tiempo que no tenía una.

— No me gusta ir, los chicos de grados superiores me molestan mucho, me obligan hacer cosas que no quiero.

— Y tus profesores.

— Hay uno que ve eso, pero no hace nada. Por eso me falte, tu porque.

— Yo, bueno — se rasco su cabeza pensando — tuve un problema y no lo quiero enfrentar,

— Ya veo.

— Estamos igual.

— Al parecer.

Fue un poco difícil al principio que la conversación fluyera, pero cuando lo hizo se entretuvieron bastante.

El sol se ocultaba cada vez más.

— Junpei.

Ambos voltearon al llamado de la voz.

— ¿Mamá?

— Que haces aquí — cuestionó la mujer.

— Vine después de clases.

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