Capítulo 8

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El teléfono de Ryujin sonó, al contestarlo sonrió mirando a su esposa

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El teléfono de Ryujin sonó, al contestarlo sonrió mirando a su esposa.

— Sí madre, ya estamos por llegar, nos detuvimos a comprarle algo a Jungwon — sonrió.

Después de unos minutos colgó la llamada para avisarle a su esposa que su madre ya las estaba esperando, desde hace unos días habían quedado de ir a visitarla, la madre de Ryujin quería mucho a su nuera y a su hermoso nieto, debido a asuntos, no la habían podido visitar en un mes por lo que iban de camino allí, pero se habían detenido a comprarle un antojo a su hijo.

— BangChan, tenemos que irnos. — aviso Yeji — otro día podemos reunirnos, le avisaré a Soobin, también estará contento de que nos reunamos. — le sonrió.

— Esta bien, entonces, nos vemos otro día, yo también iba de visita a ver a mis padres. —sonrió viendo al pequeño en sus brazos. — Bueno Jungwon, debo irme, portate bien, nos veremos pronto.

— ¿Me visitarás? — el pequeño se alegró.

— Mm... bueno, eso ya lo veremos si te portas bien, puede que vaya uno de estos días.

— ¡Bien! Te prometo que me portaré muy bien, pero debes prometer me que irás ¿ok?

— Ok. — le sonrió.

Habían pasado tres días desde el celo de Jisung por lo que ahora ya se encontraba más relajado, pero lo que le carcomía era la vergüenza que sentía cuando veía a Minho, por eso desde que su celo terminó no había dejado de evitarlo, aunque él no re...

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Habían pasado tres días desde el celo de Jisung por lo que ahora ya se encontraba más relajado, pero lo que le carcomía era la vergüenza que sentía cuando veía a Minho, por eso desde que su celo terminó no había dejado de evitarlo, aunque él no recordaba lo que había sucedido esos dos días en los que estuvo en su celo, por el inmenso dolor en sus caderas sabía que por poco lo dejaba en silla de ruedas y en verdad le avergonzaba el pensar en qué tipo de cosas había dicho, seguro estaba que de en esos días se tuvo que haber comportado como un completo desvergonzado.

Ni siquiera podía ver a Minho a la cara, ¡maldición se sentía tan mal! No sólo por sus caderas si no también por su conciencia.

Y para empeorar la situación, de querer o no, tenía que ver a Minho debido a que su suegro lo había invitado a él y a Minho para la cena que tendrían para recibir a su hijo mayor.

El omega del diablo - Minsung Donde viven las historias. Descúbrelo ahora