El asalto

Capítulo 12

El Mundo Según Otulissa

Otulissa contaba los trozos de hueso, dientes, plumas, pelo y motas recogidos de las egagrópilas de búho en el pelletorium y los colocaba en las bandejas del inventorium. Llevaba varios días con Digger y otros dos búhos. Cuando las bandejas estaban llenas, las guardaban en la biblioteca. Pero ella, Digger y los otros dos búhos -una lechuza de campanario y un autillo bigotudo- no podían pasar a través de la entrada de la biblioteca. Una vez allí, entregaban las bandejas a Skench o Spoorn, las únicas lechuzas autorizadas a entrar en la biblioteca.

Otulissa y Digger querían saber más sobre esta biblioteca, que estaba tan fuertemente vigilada. ¿Era únicamente porque las motas estaban allí y Skench y Spoorn no querían que las robaran? Pero eso no tenía mucho sentido. Las motas se escapaban todo el tiempo del inventorium. Otulissa lo había descubierto la noche anterior. Aún no había podido decírselo a Soren. Pero esta Lechuza, la 92-01, mientras estaba de servicio, había pasado algunas a otra Lechuza. Otulissa estaba segura de que 92-01 era una infiltrada, y planeaba vigilarla de cerca. Pero vigilar no era suficiente. Otulissa se había convertido en una experta en disfrazar preguntas con declaraciones para obtener información. Ella y Digger habían planeado un pequeño diálogo entre las dos con el que esperaban animar a los otros dos búhos a aportar algo de información.

Digger bostezó elaboradamente. "Me vendría bien estirar las piernas. Sabes, a un mochuelo excavador como yo nunca le molesta una larga caminata. Me gustaría que nos dejaran entrar en la biblioteca, aunque sólo fuera para hacer ejercicio. Qué pena que esté prohibido".

"Siempre ha estado estrictamente prohibido, excepto para Skench y Spoorn", añadió Otulissa, sabiendo perfectamente por Soren y Gylfie que eso no era del todo cierto.

"No siempre", dijo 92-01. ¡Ah, funcionó! pensó Otulissa al instante. La afirmación estaba orientada a obtener la respuesta de una pregunta nunca formulada. "Una vez hubo un altercado, según me han contado. Un búho que había traicionado a Skench y a Spoorn, y Skench, por algún extraño suceso, quedó impotente".

"¡Impotente!", exclamó Digger. "Es casi imposible pensar que el General Ablah se volviera impotente".

"Sí, casi se desmaya", dijo 92-01. Cuando un búho se desmayaba, sus alas parecían cerrarse. Perdía su instinto de volar y de repente caía en picado al suelo.

"Impensable", jadeó Otulissa con asombro.

92-01 parecía satisfecha de haber impresionado tanto a esta lechuza presumida. ¿Por qué esta lechuza es tan presumida siempre? la lechuza se preguntaba.

Pero pronto lo averiguaría. Era como si Digger y Otulissa se leyeran la mente en silencio.

Muy bien, pensó Digger, es hora de que demuestres lo que sabes, Otulissa. Suitlmente, sutilmente.

"Sí, casi se desmaya", continuó 92-01. "Es difícil de pensar, lo sé. Pero realmente no fue un desmayo, fíjate. Fue mágico".

"¡Magia!" Exclamó Otulissa. "No, no creo que fuera mágico en absoluto. Fue tal vez algo magnético, probablemente una típica reacción de magnética avanzada".

La Lechuza de Campanario parpadeó. Tanto Digger como Otulissa supieron que se moría por hacer una pregunta. Otulissa se apiadó de ella y la alimentó un poco más. "Sí, si Skench hubiera estado llevando materiales diamagnéticos, no habría ocurrido".

"¿Qu..." -92-01 cerró el pico ante la pregunta que casi se le escapa. "Q... ¡Qué interesante!" dijo en su lugar. Parecía casi dolorida mientras intentaba contener la pregunta no formulada.

Más tarde, cuando Digger y Otulissa terminaron su trabajo, pudieron hablar en privado de camino a su foso.

"Estuve bastante emocionada durante un rato con el 92-01", decía Otulissa. "Pero, ¿a dónde nos lleva? No estamos más cerca que antes de saber por qué esa lechuza está sacando motas a escondidas, y qué está pasando en la biblioteca con las motas. ¿Adónde las lleva? ¿Cómo las obtienen los Puros? Tenemos que hablar con Soren. Lástima que ahora no haya marchas del sueño", dijo.