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Zadirex en busca de lo perdido

bosque de la bestias oscuras

Capítulo 13

Una pastilla no curará todos tus males.

El frío inclemente del invierno movía las puntas de los pinos resonando en una melodía, como un susurro.

Dentro del paisaje blanco pálido se vislumbraba la figura de una niña. La fuerte contusión que había sufrido era la causante de su estado actual.

Despertó exaltada, el frío le talaba los huesos. A su lado yacía la rama en la que se había subido, rota.

Miray se encontraba en shock al darse cuenta que estuvo a nada de perder la vida. Había caído a la orilla del río congelado, por el impacto sus botas de invierno rompieron el hielo. Gran parte de su cuerpo permanecía en tierra, sin embargo sus ropas estaban algo mojadas lo cuál la hacían temblar de frío.

Tuvo suerte de no ser arrastrada por la corriente del río y ahogarse hasta morir, mas era tan solo cuestión de tiempo para que sufriera de hipotermia y pereciera.

Se enderezó tanto como pudo, colocó sus manos cruzadas bajo sus axilas en un intento de calentarlas.

Comenzó a mirar su alrededor en busca del camino a la cabaña. Un par de segundos basto para darse cuenta que estaba totalmente desorientada, trató de tomarlo con calma y mientras seguía observando se percató de algo que capto su atención.

Al otro lado del río la estación había cambiado por completo, no era invierno como en el resto del lugar. Parecía que la estación se habia congelado en otoño.

Al principio pensó que era su vista quien le jugaba una mala pasada, se dejo llevar por la curiosidad y decidió acercarse, cruzando el gran río congelado.

Se adentro aún más en el bosque del otoño, la brisa era fría pero mucho más cálida que estar en medio del paisaje blanco.

Mientras caminaba las hojas secas crujían bajo sus pies, pero el lugar parecía estar en completo silencio, no el canto de las aves ni el arrullo de los pinos, y plagado de oscuridad.

Fue así hasta que a uno de sus costados paso volando una lechuza blanca, había quedado anonadada por la majestuosidad de aquella hermosa ave de plumaje resplandeciente, completamente atrapada por la hermosa ave.

La seguían una banda de búhos algo ciertamente extraño. Por experiencia la joven decidió seguirlas sin vacilar.

Miray corrió y corrió guiada por los "Hoo"de los emplumados. Hasta llegar al imponente y magnífico árbol que se alzaba frente suyo.

-¡Que hermoso!- se colo de los labios de la niña, quien aún tiritaba por el frío

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-¡Que hermoso!- se colo de los labios de la niña, quien aún tiritaba por el frío.

Miray se sentó en una de las enormes raíces del árbol buscando cobijo. Tras recuperar apenas el aire una manta cayó sobre ella de quién sabe dónde.

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