Capítulo 13

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Bajo el manto del amanecer, cuando los primeros rayos de sol acariciaban las torres de piedra y los estandartes ondeaban con orgullo, el reino despertó a la vida.

Al abrir sus ojos la brillante y joven luz del sol la recibió, sintiendo la calidez golpearle el rostro, pero a la vez la calidez de una suave palma rodeando su cintura, giro sobre el colchón, encontrándose con el rostro demasiado cerca de su esposa, la leve respiración que antes chocaba contra su cuello, ahora lo hacía en su rostro, delicadamente con las yemas de sus dedos contorneo cada facción de la pelinegra, para nadie pasaba por alto la belleza de la heredera, aunque pareciera una belleza angelical, no lo era, era belleza que parecía provenir de la mayor de la oscuridad, como los orbes que poseía, al mirarlos podías ver la oscuridad en ella.

Era extraño, cuando la pelinegra a miraba a los ojos podía ver aquel brillo que la caracterizaba, pero también esa imponencia que poseía, su mirada era el reflejo de su alma, la bondad, la tristeza, pero también la oscuridad, la imponencia característica de ella, era como si dos almas vivieran en un solo cuerpo.

Eran pequeños detalles que comenzaba a conocer de su esposa, quien era prácticamente una desconocida.

La extraña sensación en el estómago regreso. No había pasado ni un minuto desde que abrió los ojos cuando una ola de náuseas la envolvió. Se aferró al borde de la cama, luchando contra el repentino malestar.

Tragó saliva con esfuerzo, tratando de mantener la compostura, pero las olas de náuseas persistían. Un sabor metálico llenó su boca, dándose cuenta de que necesitaba llegar al baño rápidamente.

Quitando bruscamente las sábanas de su cuerpo, con pasos vacilantes, avanzó hacia el baño, sosteniendo su mano sobre el vientre como si pudiera calmar la tormenta que rugía en su interior, con el miedo mezclado al no saber que estaba sucediendo en su interior para que constantemente las náuseas la atormentaban cada vez.

Finalmente, llegó al baño, abrió la llave del lavamanos para opacar el ruido tortuoso de su garganta,  se arrodilló frente al inodoro. Las náuseas alcanzaron su punto álgido, y cerró los ojos mientras el malestar fluía y se desvanecía en olas intermitentes. El sonido del agua corriendo en el lavabo proporcionaba una especie de consuelo, como si la naturaleza misma intentara lavar la incomodidad que la asaltaba.

Después de un tiempo que le pareció eterno, las náuseas cedieron gradualmente. Al ponerse de pie se sintió agotada pero aliviada. Miró su reflejo en el espejo, con una mezcla de asombro y resignación. 

Al mirar el reflejo de sí misma en el espejo notaba las bolsas debajo de sus ojos muestra de su constante cansancio y falta de sueño, pero más que eso, al encontrarse con el reflejo de su mirada se encontró con la de otra persona, aquella mujer que se reflejaba no era ella, no lo era.

Tomó una respiración profunda y salió del baño, decidida a enfrentar no solo las náuseas matutinas. Mientras caminaba de regreso a la cama y observar la comodidad de Lisa al dormir, esta a ciegas buscaba su cuerpo, al no encontrarlo despertó de golpe, buscando con desesperación el cuerpo de su esposa, la pelinegra al girara su rostro chocó con la mirada de la castaña de pie frente a la cama asombrada por lo visto, no solo eso, si no por la preocupación reflejada en la oscura mirada de ella, el suspiro de alivio llenó la habitación, al no poder sostener la mirada con la de la pelinegra la cambio hacia otro lugar, cayendo directamente en un pequeño retrato que posaba sobre un buró, una chispa de asombro y anticipación se encendió en sus ojos al ver la fotografía, ahora entendiendo cada síntoma, incluso las náuseas, eran pequeñas señales de lo que estaba por venir.

 Mientras caminaba de regreso a la cama y observar la comodidad de Lisa al dormir, esta a ciegas buscaba su cuerpo, al no encontrarlo despertó de golpe, buscando con desesperación el cuerpo de su esposa, la pelinegra al girara su rostro chocó con ...

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