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Las lágrimas seguían deslizándose por sus pálidas mejillas, incluso durante los créditos de la película

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Las lágrimas seguían deslizándose por sus pálidas mejillas, incluso durante los créditos de la película. Nina cogió un pañuelo de la mesita y se sonó la nariz, sintiéndose patéticamente ridícula. Apagó la televisión y se desplomó en la cama, donde había pasado las últimas dos horas viendo una película romántica mientras terminaba de empacar para la boda de su prima.

Andrea, la hija menor de su tía Adeline, tenía sólo veintitrés años y estaba a punto de contraer matrimonio con el chico que había sido su novio desde hacía ya tres años. Sabía que eso le hervía la sangre a su madre, el hecho de asistir a la boda de Andrea antes que a la de su hija, lo cual -para Nina- era otra piedrita que agregar a su zapato.

El avión salía a tempranas horas de la mañana siguiente, y Nina había cavilado todas las situaciones que pudiesen salir mal en el trayecto, pues era muy distinto viajar sola que hacerlo acompañada. Volar con Tamara implicaba hacerlo con dos niños que, por alguna razón, les costaba mucho trabajo mantenerse sentados y en paz en el avión. Sin embargo, y para su suerte, llevaba consigo las pastillas para dormir que le había recetado su doctor de cabecera. Solo con eso bastaba para tener un trayecto tranquilo.

Corrió las cortinas de un tirón y escudriño el exterior. La noche estaba cayendo, el sol ya se había escondido detrás de los edificios vecinos. Se apretó el suéter alrededor de su torso y avanzó por el pasillo hasta la cocina. Tenía hambre, pero nada de lo que tenía en la alacena le apetecía.

No tardó ni media hora en cambiarse de ropa, peinarse un poco y salir de su departamento. Conducir hasta donde Harriet le tardaba menos de veinte minutos, por lo que tomó la ruta usual, sin embargo, había olvidado que justo ese día era feriado y las avenidas estaban abarrotadas de autos. No tuvo otra opción más que esperar -pacientemente- a que se despejaran las calles para poder avanzar.

Le echó un vistazo a su móvil por enésima vez ese día. No sabía qué era lo que esperaba: recibir una llamada de Cillian o un simple mensaje de texto. Lo único que sabía era que lo extrañaba. Y le parecía gracioso que lo hiciera, pues hacía no menos de una semana que lo había visto por última vez. El solo recuerdo de lo que había sucedido en la cocina de su casa le sofocaba y nublaba la mente.

Era consciente de que habían sido días ocupados para él. Entre juntas con su representante y cuidar a Noah, las horas libres para poder hablar eran escasas; usualmente siendo por la noche, una vez que Noah ya dormía.

Nina pisó el acelerador en cuanto cambió la luz a verde, doblando en la siguiente esquina para escapar de la avenida. Anduvo entre calles hasta llegar al edificio de Harriet, que ya la esperaba con una deliciosa cena.

—¿Cuándo regresas? —le preguntó Harriet, llevándose un bocado de lechuga a la boca.

—El domingo —replicó Nina—. No puedo quedarme más días. La siguiente semana comienzo a trabajar y necesito estar aquí el lunes. Es la primera vez haciendo entrevistas y sesiones fotográficas para revistas por mi cuenta. ¿Algún consejo que tengas para mí? De modelo a actriz.

AGAPE ⭒ CILLIAN M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora