Capítulo 4: Sobre el caos

4 0 0
                                    

Elián se concentra en lo que estaba sucediendo.

El sujeto caído conocía a Tamil. Aunque hayan entrado al callejón por pura casualidad, y que las personas tiradas entre la suciedad no puedan conectar dos neuronas juntas, había que hacer las cosas bien.

Aquel hombre intentaba darle un USB a Tamil con el fin de proteger lo que estaba dentro, apenas y podía hablar, es más, apenas y podía mantenerse.

No podía coordinar sus piernas y su mente divagando mostraba señales de deterioro. Además de su poca lucidez, estaba seguro de que su otra mano, cubría una herida en su abdomen.

La... Ché — Incluso en medio de la condición crítica en la que estaba logró decir esas palabras.

Tamil iba a ayudarlo, pero Elián se interpuso entre los dos y tomó el USB mientras inspeccionaba desde lejos el recorrido de aquel hombre.

Efectivamente, la luz que se reflejaba en los charcos tenía un leve color rojizo que parecía comenzar con una de sus piernas, no había señales de su distancia, pero estaba seguro de que podía ser bastante grande, mucho más de lo que podría imaginarse. 

El peliazabache se acerca a uno de los drogadictos tirados al suelo y le quita sus botas y sus medias, colocándosela en la mano como si fuese un guante. Vuelve hacia otro de los vagabundos, encuentra un cuchillo ensangrentado y se la coloca en las manos a otro de los drogadictos sin mente en el callejón.

Tamil había quedado en shock con el comportamiento tan frío e inhumano de su amigo. No pudo actuar en medio de la confusión.

Elián toma a Tamil y corren fuera del callejón de vuelta a la Casa Roja inocente, dejándola descansar por un momento hasta que reacciona tras todo lo sucedido.

— ¿Volviste? — Pregunta el chico sentándose a un lado.

Confusión, enojo, preocupación, tristeza y arrepentimiento. Tamil lo observa con una amalgama de emociones que normalmente no mostraba una detrás de otra.

— El USB... no sé quién es él, pero seguro tu sí.

La mente de Elián no era tan suave como Tamil creía, su acto anterior se lo demostró con creces, pero viendo la situación y analizando más a profundidad era realmente malo que se quedara ahí en shock con un herido a muerte en sus brazos, pasando sus últimas esperanzas en sus manos.

— Claro que lo sé... — Termina diciendo, aceptando ya de por sí lo que había presenciado en ese callejón — Seguro y es algo importante, tengo que volver. Tú también deberías.

Los dos se miran de vuelta, uno con la actitud actual mientras que la otra dejando atrás su expresión seria y de molestia.

Tamil se va primero.

Mientras que Elián pensaba qué iba a hacer cuando volviera a casa, la pesadez sobre el corazón de Tamil se volvía cada vez más aplastante.

Era obvio para ella que quizá no conocía a Elián tan bien como lo conocía Abdel, haciendo que una incomodidad creciera en su corazón desde ese día.

Mientras que los niños se comenzaban a enfrascar en una trama que los llevaría poco a poco a la oscuridad de la ciudad, nos trasladamos a otro lugar.

En medio del centro de la ciudad, varios hospitales se levantaban desde su superficie. Aunque dos de ellos eran enormes y tenían un importante impacto en la imagen de la ciudad, no era así con todos los demás, que se perdían entre la cantidad de edificios categorizados como rascacielos en medio de la ciudad.

Dentro de uno de estos hospitales, una mujer yacía sentada en su escritorio, tumbada en la silla mientras se cubría de la luz a sus ojos con una revista sobre su rostro.

Destello del SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora