Capítulo 2: Abdel y Tamil

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Tras dejar la basura en su lugar, los dos se van de vuelta a la casa de Abdel.

La barriada era bastante simple: una calle de una sola vía e intersecciones en forma de cruz hacia adelante.

Los edificios apartamentales no eran más grandes que de cinco pisos, juntados en grandes manzanas de siete a diez edificios, edificios a los cuales el mantenimiento no era su fuerte. Pintura descascarillada, rajaduras en las paredes y balcones, filtraciones dentro de algunos departamentos, etc.

Los callejones se veían al menos a cada tres edificios, callejones empozados en charcos de agua y con moho en continuo crecimiento, además dependía de las fachadas y lo abrumaba un olor a agua empozada característica de la ciudad.

Había algunas farmacias en ciertos lugares, pero las tiendas de alimentos estaban a la disposición de casi una a cada manzana y los gastos en comida las hacían extremadamente accesibles para un niño que quisiera un dulce.

— Por cierto, Elián.

— ¿Qué pasa?

— No salgas de noche, ni vayas a lugares extraños en las mañanas. ¡Oh, dame una por favor!

Abdel y Elián caminaban en la acera reducida, en donde el moreno saludaba a diversas personas en las calles. Esta acción era lo normal para él, y se había convertido en lo habitual para Elián.

Al analizar sus palabras, y pensar solamente en problemas, los dos se habían detenido en una tienda de dulces.

— ¿Pasa algo?

— Sí. Hay una pelea por el territorio.

— ¿Pandillas de nuevo...?

Un signo de interrogación se intercambia por rostro en Abdel, mientras paga las chucherías que había comprado.

— No seas tonto, Elián. Si nos salimos, ¿Quién crees que protegerá al barrio? ¿La "Guardia"? ¿Enserio crees que esos idiotas van a partirse el culo por nosotros?

— ...No digo eso... tarde o temprano acabarás...

— No digas más — Interrumpe el moreno mostrándole la bolsa — Solo toma unos cuantos, y ven. Hace rato que mi hermana no te ve.

Dejando atrás la conversación y ya dándole la advertencia, los dos siguen conversando hasta llegar al apartamento de la familia de Abdel.

De inmediato el moreno toma la mano de Elián mientras observa los cortes en la palma. Procede a buscar alcohol y ungüento para la herida, esto hace casi llorar de dolor al peliazabache mientras el dolor del ardor recorría toda su palma hasta la parte delantera de su cerebro.

— Deja de ser una niña y párate firme.

Una voz femenina estridente salió disparada desde el pasillo mientras Elián se secaba las lágrimas.

— ¿Y tú que haces aquí?, ¿No deberías estar en la escuela también?

— ¿Qué escuela, pequeño tonto?, estoy de vacaciones de la universidad. Mi trabajo no tiene el mismo horario de los niños en pañales como tú.

— Yla, pensé que estarías fuera por unos días.

— Luego lo estaré, ¿Qué le sucedió al pequeño llorón ahora?, ¿Te peleaste con un vagabundo por una hamburguesa?

Abdel se ríe de la situación de su amigo mientras le enreda la venda en la palma de la mano.

— Parece que fueron contra él unos chicos de la academia. Esto pasó porque no estuve ahí. El idiota de Reynald va a saber lo que es dolor mañana cuando lo vea. Lo voy a colgar de los pies en el asta de la bandera desnudo, a ver si así se vuelve a atrever a hacerte algo.

Destello del SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora