El retorno de la expedición.

41 7 1
                                    

—Lo tengo a tiro—susurró Asger, mi mejor amigo, tensando su arco a mi lado.

—Despacio—dije y acaricié su suave mano indicando que no hiciera más ruido del necesario.

     De repente escuchamos el inconfundible sonido de la punta de una flecha estrellándose contra la piedra al lado del enorme alce que estábamos a punto de cazar.

     El gran animal levantó la cabeza mostrando su imponente cornamenta de doce puntas, soltó un terrible balido mirándonos con furia y cargó contra nosotros.

     Los dos maldijimos y echamos a correr lo más rápido que nuestras piernas lo permitían. Entonces teníamos diez años.

     La risotada de mi prima Weth, de catorce años, junto con sus amigos en la dirección contraria me puso furiosa.

     Amaba a mi prima con locura pero, a veces, era una completa gilipollas.

     Trepé deprisa a un árbol tratando de ponerme a salvo. Tiré de la trenza de Asger. Él miró hacia arriba al mismo tiempo que levantaba sus manos hacia mí.

     Tiré de él con todas mis fuerzas para ponerlo a salvo.

—¡Te tengo! —Dije y lo abracé—Tranquilo, Asger. Te tengo. No te dejaré caer.

     Mi amigo se aferró a mí a sabiendas de que si se caía se enfrentaría a una muerte más que segura. Ya fuera por la altura hasta la que habíamos subido abrazados o por las coces y cornadas que le podría asestar el furioso alce.

     Asger se acomodó detrás de mí en la rama, a unos seis metros y medio del suelo, como si montara a caballo.

—Usa tu cuerno—le pedí a tiempo que yo calculaba mi siguiente movimiento.

     El característico sonido del cuerno de Asger se abrió paso por encima de los furioso balidos del alce haciendo que se distrajera lo suficiente.

     Ni me lo pensé cuando me dejé caer de la rama empuñando el cuchillo de caza de unos treinta centímetros.

     El potente gruñido que soltó, herido de muerte, restalló por encima de los sonidos del bosque.

     Entonces éste se quedó en silencio.

—¿Lo has matado? —Mi amigo sonó bastante asustado.

—Está muerto—afirmé hundiendo más el cuchillo en el corazón que había dejado de latir.

     Los hombres del clan que nos socorrieron se hicieron cargo del enorme alce cuando escuchamos el potente cuerno que anunciaba el regreso de la expedición.

—¡Espérame, Bestla! —Gritó Asger

—¡Date prisa! ¡El jarl Balder acaba de llegar con los guerreros! —Grité yo por encima del fuerte retumbar del cuerno del clan.

—¿Estáis bien? —Dijo Weth cuando se unió a nosotros mientras regresábamos al poblado. Sonaba preocupada—. No pensé que os fuera a perseguir. Creí que iría en otra dirección.

—Claro que sí, Weth "Lokidottir"—murmuró mi amigo sin que ella se enterara.

—¡No seas malo! —Gruñí entre dientes.
    
     Asger y yo nos habíamos ido por la mañana temprano junto a mi prima mayor Weth y otros niños y jóvenes del clan a cazar para el invierno. Aquella labor siempre la llevaban a cabo los cazadores pero, éstos se habían ido con el jarl Balder Odinsson de viaje.

     Asger y yo habíamos nacido el mismo día con un par de horas de diferencia. Por lo que estábamos destinados, por las Nornas, a compartir nuestra vida en el futuro. Pero, nosotros nos veíamos solo como hermanos. Así que la idea de nuestra unión carnal no era muy del agrado de ninguno.

Más allá de las Nornas +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora