Lluvia de sangre tras la luna llena.

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—¡¡¡LUCHA!!! —Gritó Rosta desesperada a pleno pulmón.

     La jarlskona había dado comienzo al combate pese a que la gente aún seguía tomando posición para presenciar la refriega.

     Bestla, quien se había visto sorprendida por el repentino ataque de Weth se recompuso con celeridad. Se dejó caer de espaldas y rodó sobre ésta para salir del área de influencia del arma de la jarlskona del clan del Tuerto.

     La comunidad se había dado cita allí, a los pies del "Árbol del Ahorcado", ansiosa por presenciar el desenlace de aquella rivalidad iniciada, hacía tiempo, por la mayor de las dos mujeres. 

     Pero, había algo que evitaba que Bestla atacara. Rosta gritó prácticamente hasta desgañitarse. Su jarlskona no le prestaba atención.

—Algo va mal, Hangi—miró con temor al Guerrero que se había convertido en su amante—. ¿Qué le pasa? Esa serpiente ha tenido que usar su maligno seidr contra Bestla. Seguro que la ha hechizado. Por el Mjölnir del poderoso Thor ¿Qué coño le pasa? ¡¡¡BESTLA!!!

     Aquel al que llamaban "Hangi" (el Ahorcado), Draugadróttinn (el Señor de los no muertos), Ásagrimmir (l Señor de los Aesir), Fjölnir (el Conocedor de todo lo antiguo) o Alfodr (Padre de Todo) sonrió a Rosta. 

—Confía en el juicio de tu jarlskona. Toda acción tiene su razón de ser.

—¡Tú no lo entiendes! ¡La va a matar! —Insistió la curtida guerrera con desesperación.

     Hangi dio un delicado apretón al hombro de la mujer.

—Su destino ya está hilado por las Nornas. Haga lo que haga si hoy es su día ni siquiera la palabra del Padre de Todo lo podrá cambiar.

     Bestla sangraba por varios cortes, respiraba con dificultad. A pesar de ello seguía sin levantar su espada. Únicamente se valía de sus reflejos a la hora de esquivar los furiosos envites de su rival.

     Weth gruñía y maldecía a su oponente. No lograba comprender que tuviera una sólida defensa cuando en el pasado había sido tan caótica y desastrosa. Ella sabía que Asger la dejaba ganar siempre solo para poderse acostar con su prima, así que realmente Bestla no sabía luchar. Un guerrero aprende a serlo desde su más tierna infancia. Eso lo sabía cualquier curtido vikingo.

—Mira a tu hijo por última vez, Weth Svenddøtir—habló su rival—. Me lo voy a quedar. Acabará aborreciendo tu nombre maldito nombre. Escupirá sobre él.

     Weth rugió furiosa y cargó contra Bestla. Ésta perdió pie y rodó alcanzada por parte del filo que le hizo un largo corte en la espalda.

     Se maldijo por su estúpida arrogancia sabiendo que ahora, que había caído el sol, estaba a merced de la cruel jarlskona del clan del Tuerto.

     Estaba muerta.

     Cerró los ojos resignada a su suerte cuando el seco sonido de la espada chocando contra otra a pocos centímetros de su cabeza la obligó a abrir los ojos.

—¿Qué haces aquí? —Lo miró sorprendida—. Estabas...

     Desvió sus ojos a los recién llegados.

     Gudrun, Kajsa, Kristoff, Olof junto a sus hijos. Todos habían venido con Magnus y con mucha más gente que ella no reconoció.

—No podíamos dejarte sola, mi amor—afirmó Kajsa dándole un dulce beso en los labios—. Hemos tardado un poco más porque había que reunir a los guerreros. Me alegra que hayamos llegado a tiempo.

Más allá de las Nornas +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora