La negociación y la Luna de Sangre.

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Bestla:

—A éste paso los niños se convierten en guerreros antes de que tú tomes a Kajsa—Kristoff se burlaba de Magnus quien últimamente andaba de muy mal humor.

     Mi marido miró a su hersir y se levantó de malos modos de la mesa comunal. Todos a su paso se quedaron en silencio. Yo también me puse en pie tras él y, tras fulminar a Kristoff con la mirada, lo seguí.

—¿Tan mal van las negociaciones? —Le pregunté cuando me reuní con él en la puerta de la casa comunal.

—Su yerno junto con su otra hija están presionando para que el jarl Karl no acepte mi propuesta—replicó con hastío—. No hacen más que asegurar que no soy otra cosa que un sanguinario berserker sin honor.

     Me llevé la mano a la boca y noté la sangre arder en mi interior.

—Magnus no podemos permitir que te calumnien de ese modo.

—Y, ¿Qué hago? —Me miró con los tatuados brazos sobre su pecho—. ¿Viajo hasta sus tierras para enterrar mi hacha en el corazón de ése jævel y así justificar sus acusaciones?

—No... Claro que no. Pero, sí que puedes viajar hasta allí y...

     Mis ojos se habían quedados clavados en la enorme luna llena.

     En un instante todo mi interior se contrajo sintiendo la llamada a las armas por la sangre de los ancestros de mi hija deshonrados por mi maldita prima. 

—¿Qué pasa, nena?

     Magnus siguió la dirección de mi mirada y lo supo enseguida. Había llegado el momento.

—Tengo que volver—musité—. Tú deberías viajar con Kajsa a ver a su padre para seguir con las negociaciones. Lleva a tu madre y a los niños con vosotros. No quiero tener que preocuparme porque ataquen el asentamiento mientras yo voy a vengar la sangre de tus hijos.

—De ninguna manera voy a consentir que vayas tú sola.

—Hvit y Mane me acompañarán. Tengo que partir enseguida. Las Nornas me serán favorables a la luna siguiente a ésta.

—No vas a ir sola a ningún sitio, Bestla—Magnus se puso delante de mí con sus enormes manazas sobre mis hombros.

     Miré sus hermosos ojos. Esos bellos estanques que me habían cautivado tanto como para hacerlo padre.

—Sé que no lo comprendes porque Astrid y Balder no te criaron, y, porque hoy por hoy ves a Asger como tu rival. Pero, yo amaba al jarl Balder tanto como a mi propio padre. Ellos se convirtieron en mi familia cuando mi propia sangre me dio la espalda y me repudió. Yo tengo la obligación moral de restaurar el honor del jarl Balder y de Asger. Si la cosa hubiera sido al revés, ellos habrían hecho lo mismo por mí. No espero que lo entiendas, solo quiero que sepas que es mi deber y pienso cumplirlo.

     Magnus me soltó y suspiró visiblemente.

—No irás sola—cedió al darse cuenta que no me haría cambiar de parecer.

—Tú tienes que ocuparte personalmente de la negociación con el jarl Karl. Veo lo que hay entre tú y Kajsa. Y... La necesitamos para que su padre mantenga a raya las incursiones por el este—Magnus sonrió—. ¿Qué pasa?

—Kajsa también te desea, nena.

—Llévate contigo a madre y a los niños—repetí—. No los dejes atrás.

—No vas a...

     Pero yo ya me había puesto en marcha sin despedirme de él. La sola idea de saber que no lo volvería a ver se me antojó insoportable pero, sabía que era una pérdida de tiempo. Nuestra vida y destino ya están fijados de antemano, así que hay que centrarse en el "ahora".

      Él fue a seguirme pero, por fortuna, le distrajeron con temas de la comunidad. Entré sorteando al resto de la gente y llegué a mi habitación en donde preparé mis cosas lo más deprisa que pude. Miré a mis hijos. Ellos dormían plácidamente, ajenos a todo. Sonreí conteniendo las lágrimas y los besé con mucho amor.

—Mami—susurró Sigurd en sueños.

—Cuida de todos ellos, por favor—le pedí a Kajsa. Me había llegado su suave aroma floral—. Si no volviera quiero que los hagas felices a todos.

     Me giré. Estábamos frente a frente. Dos grandes guerreras a punto de pasarse el relevo. Unas tímidas lágrimas asomaron a sus sobrenaturales ojos claros.

     Abrí mucho los míos asombrada por sentir su cálida lengua danzando dentro de mi boca. Su cuerpo se apretó contra el mío. No me avergüenza en absoluto reconocer que sentí el mismo placer que siento con mi amado Magnus.

—Regresa con nosotros, querida—susurró pegando su frente a la mía—. Por mi parte prometo que no habrá intimidad física con Magnus hasta que podamos estar los tres juntos.

     Sonreí y besé la punta de su nariz.

—La mía, posiblemente, sea una misión sin retorno. No es necesario que os condenéis a muerte en vida por mí. Baja sus pantalones. Disfruta de su martillo tanto como lo he disfrutado yo. Ofrécele consuelo en sus horas bajas. Cría a mis hijos como si fueran los tuyos. Haz de Sigurd y Sigmund buenos hombres. Convierte a Hildur en una gran guerrera que nunca doble la rodilla ante nadie, ya sea un jarl o un rey. Nos vemos en Valhalla, mi dulce amor.





—¡¿Qué crees que haces?!

     Rosta me miraba con una petulante sonrisilla de medio lado junto a Mane y Hvit. Las lobas movían sus colas ansiosas.

—Weth es una maldita asesina, Bestla. Fui testigo hace años del momento en que degollaba a Asger en su propia pira. Si no te lo dije fue...

—Viviste para protegernos a Hildur y a mí. No hay nada que reprochar. Asger te hubiera dicho: "Vive para luchar otro día, hersir". Vamos. Tenemos una deuda que saldar.

     Salimos de Kråkereir al trote. Apenas habíamos avanzado cuando escuchamos el potente grito a nuestras espaldas.

—¿No te despediste de Magnus? —Preguntó confusa.

—Ya nos veremos en Valhalla—le quité importancia—. ¿Te despediste tú de Kristoff?

—Sé que él no podría continuar si yo no lo hubiera hecho.

     Guardé silencio y espoleé a mi yegua. Ambas soltamos riendas para que nuestras monturas se alejaran con rapidez del Lokisskog. Queríamos dejar atrás su mala influencia lo más rápido posible. Mane y Hvit aullaban advirtiendo a los Hrímpursar, a los Muspeli, a los trols y a los temibles draugr.

—¡Por el otro lado! —Urgí a mi amiga al ver a la figura encapuchada.

—¿Qué pasa? —Preguntó ella nerviosa.

     Las monturas frenaron en seco. Mane y Hvit se pusieron delante de nosotras como sendos escudos. Rosta miraba asustada en todas direcciones.

—Deja de moverte, las lobas nos protegen. Contén la respiración.

—¿Qué es, Bestla? —Insistió.

—Confía en mí, Rosta. No te pasará nada. El Padre de Todo cuida de nosotras.

     Abrí los ojos como platos al ver el espectro volatilizarse ante la sola mención a Odín. Era un draugr que nos iba a atacar. 

—No os paréis—dijo un joven guerrero que había aparecido de la nada.

—¿Quién eres? —Preguntó mi hersir con el susto en el cuerpo.

—Tan solo un viajero que ha tenido la suerte de cruzarse con dos fuerte guerreras.

—Vamos—ordené dando un toque con la puntera a mi yegua.

     Ésta pareció salir del estado en que se encontraba y echó a galopar como un rayo. Rosta, las lobas y el joven se unieron a mi frenética carrera por dejar atrás aquellas tierras malditas.

     Galopamos buena parte de la noche con la Luna de Sangre como única guía.     

Más allá de las Nornas +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora