Holmgang.

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Rosta, el Guerrero y yo observamos con atención mientras preparaban el terreno para el duelo. Cómo delimitaban las zonas o colocaban armas y escudos.

     Aunque lo habitual era que se retara en público y el Holmgang propiamente dicho tuviera lugar entre tres y siete días con posterioridad al reto, lo cierto era que tanto Weth como yo queríamos acabar con aquello de una vez por todas.

    Estaba cansada que un pasado que no podía cambiar, hiciera lo que hiciera, continuara lastrando mi presente y condicionando mi futuro. Mi sangre y la de mi hija pedían justicia. Yo se la pensaba dar.

     Y, aunque yo no había nacido para ser una völva no podía evitar en ocasiones tener visiones nítidas sobre pensamientos que a veces se volvían realidad. El primer vaticinio que tuve fue precisamente hace tres años cuando dejé atrás la que había sido mi comunidad.

      "Aquella que ensució el nombre de tu padre, que te odia desde tu más tierna infancia, lo volverá a humillar el día que yazcas bocarriba en el Holmgang. Gran Dama Escudera, tú contarás con nuestro favor si a las reglas estricto cumplimiento das. Lucha sola y después de la caída del sol, no antes. La sangre de aquella que tanto te dañó bañará el disco de la luna restaurando tu destino. Y, recuerda, nada dura eternamente salvo el honor de un hombre muerto."

—¡Guerreras! — Nos llamó el árbitro de la contienda—. Es hora de que elijáis vuestras armas.

—Espada—Susurró el Guerrero a mi oído. Me giré a mirarlo a los ojos—. Elige una espada.

—Estoy acostumbrada a luchar con hacha—rebatí negando con la cabeza—. No me sé mover con una espada. Voy a...

—Hazle caso, Bestla—me aconsejó mi hersir quien no solía confiar ni en su sombra—. Nos ha traído a salvo hasta aquí. Fíate de su criterio. Yo lo haría.

—El hacha te facilita la lucha cuerpo a cuerpo, te otorga velocidad, así como golpes contundentes y certeros. Lo cual viene bien cuando tu adversario no te conoce. Ella, sin embargo, sabe muy bien cuáles son tus puntos débiles cuando empuñas el hacha y los aprovechará en su favor sin dudar. Te quiere muerta. Así que necesitas la distancia que te puede otorgar la espada y la protección de un escudo. No es momento para luchar a lo loco. Te garantizo que Weth no se va a esperar esta estrategia que te otorga ventaja. Si mi juicio falla y ella te hiere de consideración al principio de la contienda, te entrego mi vida para que hagas con ella lo que quieras.

     Los miré a los dos a los ojos. Rosta asintió con seriedad. Sin embargo, había algo en su gesto que denotaba una relajación que nunca había transmitido de cara a una contienda. Él, por contra, se limitó a dedicarme una sonrisa franca y confiada. Y, aunque, no había nadie en este mundo por el que apostara, hubo algo en aquel guerrero que me impulsó a escucharlo.

—Gudrun te ha entrenado mejor de lo que crees—afirmó solo entre nosotros dos y la reacción de estupor fue inmediata.

     Ni Magnus sabía nada de aquello.

—¿Quién eres tú realmente?

—Ve a elegir tus armas—repuso con calma.

     Miré los escudos hasta que hubo uno de aspecto viejo y descolorido que me llamó de inmediato. Lo habría reconocido entre un millón de escudos. 

     Había pertenecido a mi padre.

     La elección de espada fue más sencilla. Escogí una con una hoja de casi un metro y empuñadura en B. Tenía cierto aire a la que conservaban en el gran salón de la casa Comunal en Kråkereir y que había pertenecido al jarl Halfdan. 

     El escudo de mi padre y la espada de mi suegro. Aquello no podía ser una coincidencia.

—¿Espada? —Habló Weth en tono insolente al ver mi elección.

—Quizás deberías preocuparte porque mañana a estas horas estarás en el Reino de Hela.

     Entonces por mi mente desfilaron a tropel todos aquellos momentos que me habían llevado hasta aquel instante.

     Entramos en la zona de combate con el sol bajo aunque aún visible. No podía pelear hasta que éste se hubiera ocultado por completo. Debía esperar.

      Me arrodillé y cerré los ojos enfocando mi objetivo tal y como me había enseñado Gudrun. Tenía que calmar la mente para controlar el alma y el corazón. Luchar con cabeza para vencer a la locura.

     De repente todo mi ser se estremeció cuando capté el leve sonido del metal cortando el aire.

      Abrí los ojos para ver con horror el filo de la espada de Weth cayendo hacia mi cabeza cuando el sol aún no se había ocultado por completo.

—¡¡¡LUCHA!!!

     Fue lo último que oí.

   

Más allá de las Nornas +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora