La invitada del jarl.

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Magnus estaba contento por ver que la relación entre su madre y yo se había fortalecido tras los últimos acontecimientos. Kristoff solía bromear con que él preferiría que lo colgarán de los huevos en el árbol más siniestro de Lokisskog antes que verse en la tesitura de tener que elegir a cuál de las mujeres de su vida darle la razón, si a su madre o a su mujer. Algo que nunca experimentará en sus carnes porque su madre había fallecido hacía ya muchos años.

     Claro que, también podía pasar que la buena relación entre nuera y suegra fuera un dolor de cabeza para el hijo si ambas mujeres decidían unir fuerza para volverlo loco. Como era nuestro caso en ocasiones.

     El juicio contra el hersir enemigo se había celebrado hacía poco. Kristoff fue el encargado del cumplimiento del castigo. Luego él y unos cuantos hombres se llevaron al desdichado hasta el camino por donde nos habían invadido. Lo dejaron allí colgado como un aviso a su clan y para que sirviera de alimento a los cuervos.

—Supongo que sabrás lo que ha ocurrido con tu compañero de armas—dijo Magnus sentándose con las largas piernas cruzadas delante de la hermosa mujer.

     Era alta, de largo cabello castaño claro, blanca piel decorada con algunas pecas, unos preciosos ojos de un celeste irreal. Para mí era como si la propia Freyja hubiera cruzado hacia Midgard y estuviera sentada frente a nosotros. Sabía que a Magnus también le parecía una visión de otro mundo, como a mí, pero él se tenía que mantener en su papel de líder.

—Lo sé, jarl Magnus—su voz era aún más dulce y hermosa que cuando la escuché por primera vez en aquella refriega—. Hasta aquí se podía oír el ruido de los huesos quebrándose. ¿Puedo preguntar qué haréis conmigo, mi señor?

     Magnus me observó de reojo. Mi atención recaía casi por completo en la joven. Era una criatura digna del panteón de los dioses.

—Conocí a tu padre, el jarl Karl, cuando era mucho más joven en una visita con mi padre, ¿Lo recuerdas? —Ella asintió ruborizada—. En aquella ocasión él nos sentó a su mesa como amigos mientras tú nos deleitabas con una hermosa tonada.

—Sí que lo recuerdo, mi señor. Como si fuera ayer.

—El jarl Karl nunca ha mostrado hostilidad en el pasado.

—Hace unos cuantos meses, Alina, mi hermana mayor, se casó con Ulfar... Nos hemos visto obligados a responder a su llamada. 

—Tu padre se ha puesto en contacto conmigo, a espaldas de tu cuñado, mediante un mensajero. Asegura que, mientras tú te encuentres en buen estado, él no atacará con su ejército.

—¡Magnus, por favor! —Repliqué con desdén atrayendo toda la atención de la chica—. Ulfar ha cometido un error de juicio tremendo. Él te cree un enemigo débil cuando la realidad es que tu ejército es más numeroso y te es mucho más leal.

     Mi marido miró a la muchacha con una sonrisa lobuna que la hizo comprender rápidamente en qué posición se encontraba en realidad.

—Que no haya querido mostrar músculo no significa que no lo tenga...

—Kajsa... Kajsa Karlsdottir—respondió ella.    

—Kajsa, hija de Karl—repitió Magnus—. El error que muchos cometen es pensar que soy un estúpido y alocado jarl joven con ganas de morir. Detrás de mí hay varios ejércitos y muchos aliados dispuestos a responder a mi llamada. Entiendo que a tu padre le obligara su honor. Espero que tú entiendas que no pienso dejar la agresión de Ulfar como si nada. Ponte en pie y...

—¡Sal! —Le ordené a mi marido antes de que le dijera a Kajsa que se desvistiera. Él me miró como un niño al que le acababan de quitar el caramelo, que estaba paladeando, de la boca—. Que entren las esclavas con las vasijas, los jabones y los ropajes limpios. Tú espera afuera.

Más allá de las Nornas +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora