Una cuestión de confianza

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Bestla:

Ojos de Cielo salió del poblado conmigo en brazos hasta el lugar en donde estaban sus caballos. Nadie hizo absolutamente nada por enfrentarse a ellos para rescatarme. La única que había mostrado valor era trasladada, desmayada, como un fardo de heno al hombro del atractivo guerrero que la había golpeado.

     Cuando llegamos al límite del asentamiento Måne, la loba que había ayudado a criar, se interpuso entre el enorme caballo de guerra con manto crema y nosotros. Le mostró sus imponentes colmillos a Ojos de Cielo.

     Él, sin dejarse intimidar por un lobo domesticado, le silbó tal y como habría hecho Asger. Måne, la muy traidora, olfateó su mano y de repente ya era su mejor amiga de todo el mundo. 

     ¡Maldita loba!

     Ojos de Cielo me subió a su montura con una delicadeza que contrastaba con la brutalidad de sus compañeros. El tal Kristoff colocó a mi pobre hersir detrás de su silla de montar sin que pareciera importarle si ella se caía del animal y se abría la cabeza.

―¿Qué pasa? ―Preguntó Ojos de Cielo al ver cómo arrugaba la nariz en claro gesto de desaprobación. Él miró a su compañero y gruñó―. ¿Quieres acomodarla delante contigo, maldito idiota? Si se te cae y le ocurre algo el jarl te dará de comer a los cuervos.

     Kristoff rodó los ojos y puso a mi hersir en la silla delante de él. La ató por debajo de sus axilas a su firme torso para evitar que se le cayera.

―¿Mejor? ―Preguntó a punto de echarse a reír.

     Bajé la cara y bufé intentando calmarme para evitar que la sangre llegara al río. Juro que de no haber estado preñada yo misma lo habría matado.

―En marcha―dijo Ojos de Cielo encabezando, junto a mi loba, la comitiva.

―Deberías quedarte en el centro del grupo―le indicó Kristoff―. Vas con mercancía demasiado apetitosa―me puso los pelos de punta por la manera tan lasciva en que lo dijo. Por un momento me sentí desnuda y totalmente expuesta―. Nos podrían atacar por esta belleza.

     Kristoff abrió mucho los ojos cuando mi puño se estrelló contra su cara. Ésta se echó hacia atrás y al regresara su posición chocó contra la parte posterior superior de la cabeza de mi hersir. Lo sentí mucho por ella pero, disfruté mucho bajarle los humos a aquel lure (imbécil).

―No creo que haga mucha falta―se burló Ojos de Cielo―. La gatita se sabe defender.

―Capullo―mascullé entre dientes de muy mal humor.

     Me empecé a remover sobre la silla cuando el sol comenzó a estar más bajo en el horizonte. Llevábamos tantas horas montando que no había parte de mí que no me doliera.

―¡Parad! ―Ordenó Ojos de Cielo al notar mi incomodidad.

―Estamos demasiado lejos―se quejó Kristoff―. Aún faltan muchas jornadas de viaje. Deberíamos...

―Ser más comprensivos con la situación de la Gata Salvaje. Si nosotros estamos cansados a ella le debe doler mucho la barriga y eso puede ser muy peligroso para su bebé. Ella ni siquiera se ha quejado, lo que es digno de admirar. Así que cierra la bocaza y monta el campamento. A ver si podemos cazar algo antes de que anochezca.

     Caminé un poco intentando que se me pasaran los calambres pero estos empeoraron. Ojos de Cielo se puso a mi lado y me sujetó para llevarme hasta su tienda. Le hizo una seña a Rosta para que se quedara donde estaba. Ella estaba junto al fuego montando guardia y calentándose. A la pobre le dolía la cabeza, además de la cara. No estaba siendo un buen día para ella.

Más allá de las Nornas +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora