La nueva jarlskona.

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Tras nuestro baile mi, ahora, marido se entregó en cuerpo y alma a la celebración de la boda. Prácticamente bebió su peso en hidromiel en cada prueba en la que participaba. Al ser el novio se enfrentaba a cualquiera que le quisiera retar en la disciplina que escogiera. 

     Magnus se impuso con gran ventaja en el lanzamiento de hachas barbadas destrozando más escudos que sus rivales. 

     Despachó a otro tanto en las peleas a mano desnuda. Cada vez que empezaba una ronda nueva debía beberse un cuerno justo antes de cada combate.

     Pero, sin duda, la que más curiosos atrajo fue la que protagonizó con Kristoff, en las pruebas de tiro con arco. Sep, también se bebían un cuerpo cada uno justo antes de comenzar. Perdía el primero que fallara el tiro. Como los dos eran tan rematadamente buenos siguieron hasta que ambos cayeron redondos al suelo por la cantidad de alcohol ingerida.

     Los que les conocían de toda la vida sabían lo competitivos que eran entre ellos y ya tenían preparados dos catres en los que tumbarles hasta que se les pasara la borrachera.

—Parece que nos toca dormir solas—Le dije a mi amiga creyendo que seguía a mi lado—. ¿Rosta?

     El público rugió cuando mi antigua hersir destrozó, totalmente borracha, el récord que ostentaban ellos. Me quedé tranquila al ver cómo ella se tumbaba encima de Kristoff. Sabía que con él estaría completamente a salvo.

     Contuve la respiración cuando me tocó poner rumbo a la casa comunal sola con los niños. El pobre Sigurd se frotaba los ojitos por el sueño mientras su manita aferraba la mía. Hildur dormitaba pegada a mi pecho.

     Supongo que mi nerviosismo se debía a aquellas palabras que había escuchado hacía unas cuantas horas cuando alimentaba a mi hija.

—No va a pasar nada. Ahora eres la nueva jarlskona—murmuré tratando de armarme de valor—. Nadie me puede hacer nada sino se quiere enfrentar a la furia de Magnus.

     Me giré asustada cuando sentí que me quitaban al niño de la mano. Miré hacia arriba para ver como Gudrun, el aterrador hermano mayor de Kristoff, se lo echaba al hombro.

     Gudrun era realmente enorme y, seguramente, me quedaba corta. Era más alto que Magnus o Kristoff al menos por una cabeza. Tan alto y pesado como el gran Hrolf Ganger. Hijo de Rognvald Eysteinsson, jarl de More. Le apodaban "El Caminante" o "El Errante" porque ninguna montura era capaz de soportar sus ciento cuarenta kilos de peso y sus algo más de dos metros de alto. 

    Su largo cabello tan negro como el manto del cielo durante una noche sin luna iba recogido en un desordenado moño pegado a su poderosa nuca. Sus ojos glaciales me miraban como si fueran capaces de leer mi alma.

—Gracias por ayudarme con Sigurd—dije con calma tratando de no mostrar temor alguno—. Por un momento pensé que alguien le iba a hacer daño a mi hijo.

—Ambos sabemos que Sigurd no es tu hijo, ¿verdad? —Su voz era tan profunda y serena que contrastaba por completo con su aspecto salvaje.

     Y, sí. Era guapo pero, mucho más aterrador.

—Soy la esposa de tu jarl, lo que me convierte en madre de Sigurd. Así que cuida tus palabras. Sé que le eres totalmente leal a mi marido y es por ello que sé que cuidarás de todos nosotros y nos conducirás sanos y salvos a la casa comunal.

     Gudrun respiró profundamente, miró al frente e hizo un gesto de negación con la cabeza a alguien que ni siquiera vi. Llevaba entre guerreros el tiempo suficiente como para saber que en aquel momento el líder explorador había decidido perdonarme la vida.

Más allá de las Nornas +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora