Hildur.

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Bestla:

Eché un rápido vistazo sin moverme para asegurarme de que la sensación de protección era real. La suave fragancia de su piel mezclada con el olor del cuero de su peto me había acompañado en las últimas ocho semanas, por lo que mis fosas nasales, así como mi cerebro la reconocían como "relativamente familiar". Al comprobar que, de algún modo, habíamos escapado a aquella maldita pesadilla y que nos encontrábamos seguras, me pude relajar... Hasta que mis dedos se engancharon en los jirones de tela.

―¡Tranquila! ―Dijo Magnus incorporándose deprisa con las manos a ambos lados de mi cara―. Nada de aquello fue real―afirmó logrando que me aturdiera aún más.

―¿De qué coño estás hablando? ¿Qué no fue real?

     Miré a Rosta. Ella había sacado su daga y la presionaba bajo el mentón de Kristoff. Eché un rápido vistazo alrededor. 

―Tranquilas, por favor. Rosta, baja tu puñal. Os hemos salvado del embrujo de Loki.

     Las dos nos miramos.

―¿Loki? ―Pregunté a media sonrisa―. ¿Te has comido una maldita seta alucinógena?

―Por favor, Rosta. Kristoff está sangrando. Para de una vez. Os lo explicaremos... Anoche no estabais en el campamento. Así que tras mandar a los hombres a Kråkereir, Kristoff, Mane y yo fuimos en vuestra búsqueda.

―Descubrimos con horror que os habíais adentrado en Lokisskog―apuntó el aludido haciendo que mi amiga bajara el arma―. Es un bosque muy peligroso. Hogar de Loki y de sus mujeres, Angrboda y Sigyn. Todo aquel que perturba la paz de aquel sitio maldito se encuentra luchando a muerte contra el peor de sus temores.

―¿El peor de mis temores? ―Repetí. Las violentas escenas en las que me atacaban sin que me pudiera defender debido a mi estado me azotaron con fuerza― ¡Oh, Padre de Todo! ―Susurré y el fuerte dolor hizo que me doblara por la cintura.

     Rosta apartó a Magnus con un fuerte empellón tras tirar de culo a Kristoff. Llegó a mí como si el propio Heimdal la hubiera transportado.

―¿Es una contracción?

     Asentí mordiéndome el labio. Llevaba unos cuantos días notándolas sin querer darles importancia. Todavía me faltan al menos varias semanas.

―Eso no puede ser―dijo Kristoff con voz estrangulada―. Es pronto. ¿Verdad, Magnus?     

―A veces no funciona así―replicó Ojos de Cielo avivando el fuego, colocando su caldero y poniendo agua en ella―. En ocasiones vienen cuando ya están preparados.

―¡Joder! ―Exclamamos Kristoff y yo al mismo tiempo e igual de aterrados.

―Tranquila, Bestla. Estoy aquí―me animó Rosta con una gran sonrisa.

―Te ayudaremos a traer a tu precioso feil, a salvo―dijo Magnus y juro que me dieron ganas de besarlo―. Le daremos una bienvenida al estilo vikingo. Haz algo útil, Kristoff. Colócate detrás de ella. Que se pueda apoyar en algo para que pueda empujar.

―¡¿Tengo que empujar?!

―¡¿Tengo que tocarla?!

     Rosta y Magnus se miraron y se echaron a reír.

―Tienes que ayudar a tu bebé a salir al exterior―me explicó con calma mi amiga.

―Preferiría ser yo quien le sirviera de apoyo, hermano. Sin embargo, no me parece atractiva la idea de tenerte por aquí observando todo lo que ahora veo yo.

―¡NO MIRES! ¡¡¡AHHH!!!

―Eso es, Bestla. Ya ha empezado. Vigila el agua―le indicó le experimentada Rosta mientras yo me encomendaba a Freyja―. Yo me ocupo del parto.

Más allá de las Nornas +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora