Skjalmö.

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El largo invierno había dado paso, por fin, a la primavera y con ella muy pronto vendrían las expansiones. Habíamos estado trabajando, todo este tiempo, en conseguir más aliados. Los resultados fueron de risa.

     Así pues, la mentalidad de nuestra gente era muy sencilla: O estás conmigo, o estás en mi contra.

     Si estás conmigo, te cuidaré y haré todo lo posible porque, junto conmigo, tú también prosperes.

     Si estás en mi contra, más te vale tener a los mejores guerreros porque no pienso tener compasión.

     Aunque la cosa con Olof estaba en relativa calma. Lo cierto era que, siguiendo el consejo de Gudrun, jamás bajaba la guardia. Nunca me movía sola. Måne y su hermana, Hvit (una cachorra exactamente igual que la que rescaté junto a Asger hace unos cuantos años), siempre me acompañaban a todas partes. Incluso dormían con nosotros en la habitación para diversión de Magnus.




Semanas más tarde:

     Sentí los cálidos labios de mi marido en la mejilla. Abrí los ojos tras una larga protesta. Estaba muy a gusto bajo las mantas.

—Buenos días, nena.

—Un poquito más—susurré.

     Magnus me convenció muy deprisa para darme su acostumbrado saludo matinal. Los niños se habían quedado con Olof. Aquella iba a ser nuestra última mañana juntos en mucho tiempo y la queríamos aprovechar.

     Se hacía muy duro verlo partir al frente de sus guerreros a conquistar más tierras. En mi corazón anhelaba que Magnus regresara pronto y de una pieza. Si echaba la vista atrás los tres años que llevaba al frente del clan Munnin habían sido los más felices de mi vida junto con los que pasé junto a Asger antes de su muerte.

     Ahora que Magnus se había ido, yo me quedaba sola con la responsabilidad de cuidar del clan y hacerlo prosperar. Esperaba estar a la altura.




Días después:

      Aquella tarde se respiraba un ambiente extraño en Kråkereir. No sabía explicar qué era lo que iba mal.

     Simplemente lo sentía.

      Hvit estaba con mis hijos mientras que Måne se mantenía a mi lado. Sin embargo, sentía que algo no iba bien.

     Miré a mi alrededor en busca de algún tipo de complot o de ataque por la espalda.

     Nada.

     La gente estaba metida de lleno en sus quehaceres como el día anterior. A lo lejos se escuchaba el incesante martilleo del herrero contra el yunque o el rítmico golpeteo del escultor dando forma a sus obras, los curtidores curaban sus cueros tendidos al sol. Los mercaderes estaban afanados limpiando sus respectivos puestos y alimentando a los gatos y perros con la mercancía que no se había vendido durante la jornada.

     Todo estaba en su sitio y al mismo tiempo parecía no estarlo.

      Seguí por aquel camino hacia la casa comunal en donde en breve comenzaríamos con la cena. Måne se detuvo cortándome el paso. El pelo blanco nieve de su lomo se erizó y ella se puso a gruñir.

     Alcé la vista. Delante de mí estaba Olof con mis tres hijos. No había señal de Hvit.

—Quieta, Måne—dije acariciándola detrás de las orejas—. ¿Qué significa esto? ¿Dónde está Hvit?

Más allá de las Nornas +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora