Estaba sentada en la barra de la cocina, con una taza de cereal y leche en frente. Movía la cuchara de un lado a otro, jugando con mi desayuno.
Mamá decía que solía hacer eso cuando quería pedirles algo. Y por eso echaba miradas de vez en cuando.
—Mamá —la llamé, reuniendo valor.
—Dime, cariño.
—¿Me das permiso para salir? —pregunté, removiéndome en mi asiento.
—¿Con quién? —centró su mirada en mí y yo hice lo mismo con ella.
—Con... Azael. Iremos a "Coffe & Music" —respondí.
Mamá me miró en silencio por un rato. Hasta que soltó un suspiro y supe qué me iba a decir a continuación.
—Mia, sabes que no tengo ningún problema con que salgas con tus amigos, pero ese chico es mayor que tú y...
—Lo sé, mamá, pero es solo un viejo amigo. Llevábamos años sin vernos y por cosas de la vida nos volvimos a encontrar. Además, no es que piense salir con él de manera romántica.
—Vale, Mia.
—Entonces...
—Sí, Mia, puedes ir. Solo te pido que tengas cuidado.
—Lo tendré.
—Confío en ti.
—Gracias, mamá —me bajé del taburete y fui a abrazarla—. Imagino que con esto se me acabaron los cupones de salida, ¿no? —tanteé.
—En efecto.
—No importa, igual no tenía pensado salir la semana que viene —me separé de ella y fui a terminar mi desayuno.
Luego de eso le envié un mensaje a Azael para informarle la hora en la que nos veríamos.
En el resto de la tarde ayudé a mi madre con la limpieza de la casa. Mis padres eran muy capaces de pagarle a alguien que hiciera eso, pero mi madre preferiría hacerlo ella de vez en cuando.
Las horas pasaron y cuando ya estaba lista, tomé mis cosas y salí de mi habitación. Mientras bajaba las escaleras, me encontré con mi padre en los últimos escalones.
Él puso un brazo en la baranda de las escaleras y me miró con una sonrisa.
—Qué guapa. ¿A dónde vas?
—Voy a salir con unos amigos.
—¿Con unos amigos o un amigo? —cuestionó, y yo le sonreí. Con ese gesto tuvo la respuesta—. No soy estúpido —dijo.
—Yo no dije que lo fueras.
—Casi me tomas por uno.
Negué con la cabeza y me acerqué a él, aún en los últimos escalones. Nos separaba la baranda. Tamborileé mis dedos en su antebrazo, en un gesto nervioso.
—¿Estás... enfadado? —tanteé.
—No me hace mucha gracia que mi hija ya empiece a salir con chicos, pero no estoy enfadado —respondió, y yo le sonreí.
—¿Seguro?
—Sí, Mia —nos quedamos en silencio, mientras yo seguía jugando con mis dedos en su antebrazo—. ¿Tengo que darte las charlas? —cortó el silencio.
—¿Qué charlas?
—Sabes qué charlas.
—Oh, no. Ya mamá me las dio.
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VIENEN Y VAN
Ficção AdolescenteLas personas vienen y van en nuestras vidas. Algunas vienen y van. Y vuelven a venir. Y se vuelven a ir. Hasta volverse continuo. Supongo que Azael era una de esas.