Al terminar las vacaciones de invierno, regresamos a la facultad.
Azael y yo pasábamos mucho más tiempo juntos que antes. Y me encantaba eso. Estar con él era relajante.
En febrero mi compañera de dormitorio, Lila, se mudó a un apartamento con su novio. Yo la ayudé con la mudanza.
—Lila, ¿puedo hacerte una pregunta? —hablé, mientras cerraba una caja de cartón con sus cosas.
—Claro, Mia.
—¿Tú estás segura de esto? Digo, es un paso muy... estem... grande —dije. Lila se limitó a reírse y tomarme por los hombros para que la mirara.
—Mia, ¿cuánto tiempo crees que llevamos juntos Anthony y yo? —me preguntó, y yo dudé en mi respuesta.
—Uhm... ¿dos? —la carcajada que soltó debido a mi respuesta retumbó por toda la estancia.
—¡Cinco! Llevamos cinco años juntos —abrí los ojos del asombro.
—Oh, vaya, es mucho tiempo. Nunca me lo hubiera imaginado —confesé, un tanto apenada.
—A mí me ha parecido muy corto, si te soy sincera. Supongo que cuando estás con la persona correcta el tiempo nunca es suficiente —expresó.
—Ya.
—Anthony y yo llevamos un tiempo planeándolo, pero ya sabes que la vida del universitario no es fácil. Tal vez no tengamos todo solucionado, pero sí que tenemos lo esencial bajo control —explicó.
—Bueno, eso es tranquilizante —comenté, dejando en el suelo la caja que había cerrado con anterioridad.
—¿Sabes? Aprecio mucho tu preocupación por mí. Hace mucho que una amiga no se muestra así conmigo, aparte de mi madre, claro. Se siente bien; sentir que alguien lejano a tu familia se preocupa por tu bienestar —me miró con una sonrisa sincera.
—¿Por qué? —me atreví a preguntarle.
—Digamos que nunca tuve mucha suerte con las amigas —ella cerró la maleta y se volteó hacia mí—. ¿Y tú? —preguntó.
—Tengo una amiga. Me llevo mejor con los chicos —respondí. Lila se acercó a mí, cautelosa.
—Hablando de chicos...
—Ya no me gusta por dónde va esta conversación —mascullé.
—¿Qué hay con el guapo de ojos verdes? —inquirió, subiendo y bajando las cejas.
Ni yo tenía clara la respuesta a esa pregunta. Sí, teníamos sexo y pasábamos tiempo juntos, incluso salíamos, pero no era nada formal ni con etiquetas.
—Si te refieres a que si somos novios la respuesta es no —respondí.
—Pero algo son, ¿a que sí? —insistió.
—Puede.
Cambiamos de tema y terminamos de empacar todo. Lila llevaba más tiempo en el dormitorio y por eso tenía más cosas que yo. Bueno, también es que yo había dejado casi todas mi cosas en casa.
Lila se mudó y desde ese momento Azael se quedaba a dormir conmigo en las noches. Hasta llegó a dejar prendas de ropa en mi armario.
Las cosas marcharon viento en pompa con nuestra extraña relación. Si antes pasábamos tiempo juntos, desde ese momento no nos separamos.
Empezamos a ser más liberales. Nos mostrábamos cariñosos en público y hacíamos cosas de parejas. Pero nunca le pusimos una etiqueta a eso. El único que sabía de nuestra relación era Charles.
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VIENEN Y VAN
Genç KurguLas personas vienen y van en nuestras vidas. Algunas vienen y van. Y vuelven a venir. Y se vuelven a ir. Hasta volverse continuo. Supongo que Azael era una de esas.