Capítulo 12|Juego de vóleibol.

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A Azael y a mí nos tocaba el voluntariado la mañana siguiente. Como nos explicaron anteriormente, los puestos cambiaron. El único que repitió puesto fue Azael.

En la cocina estaban dos de la chicas, la otra estaba con uno de los chicos atendiendo a los niños más pequeños, el otro chico se lo llevó la señora que nos atendió el primer día, la cual se llama Martha, y a Azael y a mí nos tocó el grupo de chicos más grandes.

—¡Chicos, acérquense! —gritó Azael, y pronto, un grupo de chicos y chicas se acercaron a nosotros—. Hoy jugaremos en dos equipos. Mi amiga, Mia, será la capitana del equipo azul y yo seré el capitán del equipo rojo —explicó.

—¿Qué? —cuestioné.

—¿Qué de qué? —preguntó Azael.

—Esto no me gusta, para nada.

—¿Por qué?

—Tú ya te sabes quiénes son los mejores jugadores. No es justo —repliqué.

—Bueno, tú escoges primero. ¿Vale?

—Vale —accedí.

—¿Qué vamos a jugar? —preguntó un chico de unos trece años, más o menos. Miré a Azael.

—Me pregunto lo mismo que el chico, porque yo no sé nada de deportes —secundé.

—¿No sabes jugar soccer? —fruncí el ceño y me crucé de brazos.

—Lo preguntas como si saberlo jugar fuera tan normal como lo es respirar —contesté, y él rodó los ojos.

—A ver... ¿vóleibol?

—Me sé defender —aseguré.

—Vale —asintió y señaló el grupo frente a nosotros—. Empieza a escoger —indicó.

Unos minutos más tardes, ambos teníamos nuestros grupos listos y posicionados.

—¿Quién va a hacer de árbitro? —pregunté.

—Carlos —Azael señaló al obrero que se encontraba sentado en una esquina del medio de la improvisada cancha de vóleibol.

—Muy bien. Todo listo.

—Espera —el castaño me detuvo cuando iba a irme con mi grupo.

—¿Qué?

—Hagamos el partido un poco más interesante para nosotros —dijo. Yo le sonreí.

—Venga.

—Si tú ganas, yo te debo lo que sea. Excepto un favor sexual, a eso no llego —me reí, y le di un pequeño empujó en el pecho. Él se rió y pasó un brazo por mi cintura, abrazándome así de lado.

—Muy imbécil, Azael. Hay niños por aquí —le recordé.

—No me escucharon —tenía razón, lo dijo muy bajo para que solo yo escuchara.

—¿Y si tú ganas? —cambié de tema.

—Tú me acompañas mañana a un partidos de fútbol americano —respondió.

—Mmm... vale —me solté de su agarre, le di la espalda y me acerqué a nuestros equipos—. Al equipo ganador su capitán le comprará helado —vociferé y los chicos vitorearon.

—Te estás echando la soga al cuello tú misma, solecito —me advirtió el castaño al oído cuando pasó por mi lado.

—Ya lo veremos —lo reté, con una sonrisa.

—Muy bien, chicos, será un partido amistoso —les dijo—. Nada de coqueteos —eso lo dijo solo para que yo escuchara.

—Yo no te coqueteé, estaba siendo sincera. Son cosas muy diferentes —aclaré.

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