Mi pierna no dejaba de moverse por culpa de los nervios y veía la hora en el reloj a cada segundo.
Estaba ansiosa por salir del salón e irme en busca de Azael. "Desesperada" es un término más adecuado para lo que sentía.
Cuando el profesor se despidió de nosotros, tomé mis cosas y fui la primera en salir. Las manos me temblaban y la cabeza me dolía horrores.
Rezaba internamente porque no fuera cierto lo que pensaba. No podía ser cierto.
Fui directo a donde sabía que lo podía encontrar y prácticamente corrí hacia allá. Ni siquiera saludé a Charles cuando le pasé por un lado. Solo me enfoqué en mi novio.
Mi llegada lo tomó por sorpresa, pero aún así me sonrió. Sonrisa que se borró al ver mi expresión.
—Hey, ¿qué pasa? Te ves pálida, Mia. ¿Te sientes bien? —me bombardeó, preocupado.
—Sí, yo... necesito que hablemos un momento —contesté, y luego tragué saliva.
—Vale —accedió.
En silencio fuimos a su dormitorio, puesto que era el que estaba vacío en ese momento. Ese semestre, luego de vacaciones de verano, se mudó una chica nueva a mi dormitorio, así que ya no tenía la misma privacidad con Azael.
Nada más cerrar la puerta, extendí mi mano hacia él. Azael tomó lo que le estaba ofreciendo con el ceño fruncido y luego lo miró. Su expresión era de clara confusión.
—¿Qué es esto? —preguntó, sin entender lo que pasaba.
—¿Ves eso? —señalé lo que tenía en la mano—. Es una tableta de pastillas —dije.
—Ya.
—Anticonceptivas —añadí, y él me miró de inmediato.
—Vale, si pudieras ser un poco más clara...
—Tiene una pastilla. ¿Sabes lo que significa eso? Que me salté una, Azael.
—Pero nosotros también utilizamos preservativos.
—Hay veces que no —solté—. ¿Recuerdas el día que tus padres fueron a visitar la familia de Rose?
—Lo recuerdo.
—Estoy casi segura de que esa tableta es de esa semana.
—Entonces... ¿me estás diciendo que fallaste una pastilla el día en que lo hicimos sin protección?
—Y no es todo —agregué.
—¿No?
—Tengo tres días de retraso —confesé. Pude notar como Azael perdió el color del rostro.
—P-pero eso es... imposible.
—No lo es.
Azael miró la tableta y luego mi cara.
—¿Estás segura?
—No. No recuerdo qué día fue con exactitud —contesté.
—Espera —él sacó su teléfono del bolsillo y me tendió la tableta de nuevo. Fijó la vista en la pantalla mientras movía sus dedos por ella—. ¿Me puedes decir qué día fallaste? —preguntó, aún mirando el móvil.
—Fue... eh... viernes —respondí.
—Y ese día fue... miércoles —pronunció la última palabra mirándome fijamente.
—Oh, Dios mío —musité, sentándome en su cama y mirando a la pared fijamente.
—A ver, no perdamos la calma —dijo él, intentando apaciguar los nervios del momento.
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VIENEN Y VAN
Novela JuvenilLas personas vienen y van en nuestras vidas. Algunas vienen y van. Y vuelven a venir. Y se vuelven a ir. Hasta volverse continuo. Supongo que Azael era una de esas.