Respondía los mensajes de mis padres mientras escuchaba las noticias en la tele de la cafetería.
Estaba sentada en una silla con la espalda apoyada en el costado derecho de Azael y su brazo del mismo lado rodeándome el cuello.
Los dos llevábamos ropa abrigada, pero aún así tenía frío.
—Papá va a matarme como no llegue antes del veintinueve a la casa —dije, mientras leía los mensajes que me llegaban.
—Y a mí me va a matar mi madre como no vaya a casa.
—Jodida tormenta —mascullé mirando la nieve caer por la ventana.
Era veinticuatro de diciembre, noche buena. Había una tormenta de nieve desde hace dos días y habían cerrado las carreteras. Azael y yo no pudimos salir antes a casa, así que en ese momento estábamos atascados en la facultad junto a varias personas más que también estaban en nuestra situación.
—Voy por chocolate caliente. ¿Quieren? —nos preguntó Azael a Charles y a mí.
—Yo sí —respondí.
—No, gracias —negó Charles.
—¿Tú qué haces para navidad? —le pregunté una vez que Azael se fue en busca de nuestras bebidas.
—Normalmente la paso con mis abuelos. Mis padres no son muy... tradicionales, ellos prefieren ir a las fiestas de la empresa familiar —relató.
—¿Y por qué no fuiste este año con tus abuelos?
—Porque se fueron a Europa, así que mejor me quedo aquí.
—Ah, vale —musité, mirando mi teléfono—. ¿Por qué no te vienes con nosotros? Cuando abran las carreteras, claro está —ofrecí.
—Azael me sugirió lo mismo, pero me negué. Me gusta la soledad, además, no es que las fiestas navideñas y esas cosas me agraden mucho.
—Bueno, si cambias de opinión, la oferta sigue en pie.
—Gracias —me sonrió y yo le devolví el gesto.
Azael llegó con dos tazas de chocolate caliente y me pasó una. En ese momento, recibí una llamada de Zoey. Me excusé y fui a responder.
—Hola, Zoey —saludé.
—Ya me contó tu madre que no podrás venir a casa hoy. Qué triste, mi vida.
—Ni que lo digas. Ando extremadamente frustrada y estresada.
—¿Sabes cómo se quita eso?
—¿Cómo?
—Con una buena folllada.
—¡Zoey! —exclamé, escandalizada. Normalmente la directa era yo.
—Es la verdad, vida. Necesitas una follada y un novio, aunque lo primero te urge más.
—Por el amor de Dios, Zoey. No digas esas cosas.
—¿Por qué? Nadie nos está escuchando.
—Eso tú no lo sabes. ¿Te imaginas que el gobierno esté escuchando esta conversación?
—Que les den.
—¿En qué momento cambiamos roles?
—Cuando cada una se fue a una universidad diferente.
—Ya.
—Bueno, te tengo que dejar, mi vida. Hablamos luego.
—Feliz navidad, Zoey.
ESTÁS LEYENDO
VIENEN Y VAN
Teen FictionLas personas vienen y van en nuestras vidas. Algunas vienen y van. Y vuelven a venir. Y se vuelven a ir. Hasta volverse continuo. Supongo que Azael era una de esas.