Al día siguiente, 4 de julio, la plaza del pueblo estaba a reventar de personas. Muchas iban de un lado a otro y otras se ocupaban de las tareas del evento.
Pronto iba a caer el sol y luego venían el show de fuegos artificiales.
Hacía calor. Mucho calor. Y llevaba los pies adoloridos de tanto caminar.
—La próxima vez que se ofrezcan para ayudar en las actividades de verano de la ciudad, procuren omitir que tienen una hija, por favor —les dije a mis padre mientras cargaba una caja de fuego artificiales y la llevaba al lugar de lanzamiento.
Mis padres, mi hermano y un par de personas más descargábamos las cosas que se iban a usar esa noche. Estaba agotada de tanto trajín.
—Deja de quejarte y ayuda —reprendió mi madre.
—Eso es lo que he hecho todo el santo día, mujer —remarqué, limpiándome el sudor de la frente.
—El próximo verano vendré luego del 4 de julio —masculló Ethan.
—Los dos, dejen de hablar y muevan esos culos —ordenó mi padre.
—Qué sutil —dijimos Ethan y yo al unísono.
Al final, tuvimos que bajar las cajas y otras muchas cosas para el evento porque "los Ryan se ofrecieron". No recuerdo haber dado mi opinión en esa decisión, para ser sinceros.
A eso de las ocho de la noche, volvimos al centro de la plaza y busqué a mis amigos. Lando y Zoey no había llegado, pero Kilian sí, así que me quedé con él y Ethan se fue con su novia, Sarah.
No me podía creer que ellos fueran novios. Eran muy opuestos, pero se la llevaban bien. Ethan tenía razón cuando dijo que ella muy diferente a su familia, por lo menos, no era una snob.
—¿Quieres algo de comer? —preguntó Kilian.
—Sí, gracias. Muero de hambre —respondí, y juntos fuimos a uno de los puestos de comida que estaban por la plaza.
—Ya eso es normal en ti.
—Esta vez tengo excusa para estar así —aseguré.
—¿Y cuál es?
—Mis padres me tuvieron trabajando como una mula de carga toda la tarde. Estoy agotada. Y hambrienta, claro —Kilian rió y pidió nuestra comida.
Luego de comer, empezamos a buscar entre la gente a mis otros amigos. Pudimos conseguirlos casi en el centro de la plaza.
—¿Desde dónde lanzarán los fuegos artificiales esta vez? —preguntó Landon.
—Desde allá —señalé el lugar y ellos miraron—. Desde aquí no se podrán ver bien. Vengan, sé de un lugar donde sí —dije, y los guié hacia un extremo de la plaza.
—Tienes razón. Desde aquí se verán mejor —coincidió Kilian.
Mientras esperábamos a que empezara el espectáculo, los cuatros nos pusimos a hablar. Pronto se nos unieron Ethan y Sarah.
En un momento, recibí un mensaje de Azael diciendo que iba en camino. Le di la dirección de donde estábamos y unos quince minutos después se reunió con nosotros.
—¿Cuánto falta? —preguntó Sarah.
—Unos diez minutos —respondió mi hermano.
—¿Y tus padres? —me preguntó Azael.
—En el centro de la plaza con los demás —contesté.
Transcurrido los diez minutos, el cielo se empezó a llenar de colores brillantes y luminosos.
—¡Feliz 4 de julio! —gritaron los organizadores del evento y de inmediato se escucharon vítores, silbidos y gritos.
De niña, siempre fue mi celebración favorita del año. Los fuegos artificiales me transmitían alegría. Siempre me sentía emocionada.
Luego de terminar el espectáculo, mis amigos y yo fuimos a comer pizza. Esa noche los locales estaban abarrotados de gente vestida con los colores de la bandera de Estados Unidos.
La cena fue maravillosa gracias al ambiente y la compañía. Mis amigos siempre han sido mi refugio cálido y cómodo. Estar con ellos es como estar en casa.
Cuando el reloj marcó las doce, cada uno tomó su camino y se fueron a sus hogares.
—Si quieres te llevo —escuché decirle Azael a Kilian.
—Te lo agradecería mucho —le contestó el pelirrojo.
—¿Se van juntos? —pregunté.
—Sí. ¿Vienes? —habló Azael.
Dudé un momento, pero luego vi a mi hermano besarse con su novia y accedí.
—Sí, claro —respondí.
Kilian y yo nos fuimos en el auto de Azael y la primera parada fue en la casa del pelirrojo.
—Nos vemos mañana, Mia. ¡Te quiero! —se despidió Kilian de mí
—Y yo a ti. ¡Hasta mañana! —dije antes de que cerrara la puerta del asiento de acompañante.
—¿Por qué viniste con nosotros? —preguntó el castaño, poniendo en marcha de nuevo el auto.
—Era eso o ir en un auto con una pareja de enamorados. Paso de la segunda, la verdad —respondí.
—Hasta yo pasaría —concedió.
—¿Lo ves? Nos entendemos —dije, asomando mi cabeza por el espacio que queda entre los asientos delanteros—. Oye, ¿qué harás mañana?
—Dormir. Me urge.
—Me refiero en la noche —aclaré.
—No tengo planes. ¿Por qué?
—Habrá una fogata en la playa. Irán muchas personas, entre ellas chicas en bikinis —comenté, sonriendo con picardía.
—Qué tentador.
—¿Te apuntas? —tanteé, y Azael me miró por unos segundos.
—Me apunto —accedió.
—¡Esa es la actitud, chico! —exclamé, aplaudiendo.
—Adoro tu entusiasmo. Espero que haya alcohol —manifestó.
—Oh, claro lo habrá —aseguré, y miré por la ventana—. Wow, Kilian vive muy lejos de mi casa —resalté.
—Y sí.
—Lo siento, cuando estoy en confianza hablo mucho —dije.
—No me molesta, Mia. Normalmente eres callada y distante —expresó.
—Sí, pero hoy me bebí tres tazas de café y me siento imperativa. No podré dormir esta noche.
—Bueno, estás en vacaciones. Siempre puedes levantarte tarde.
—No cuando ayudas a tu madre con la limpieza de la casa —negué.
—¿Los sábados? —cuestionó.
—Ella es así. Está un poco loca.
—Tus padres me caen bien —comentó.
—A mí también —secundé—. A veces —agregué, y Azael se rió.
Unos minutos más de camino y charla, por fin llegamos a mi casa. Azael estacionó el auto en frente, pero sin apagar el motor.
—Llegamos a tu dulce hogar.
—Ni que fuera la casa de la bruja de Hansel y Gretel.
—Ojalá —los dos reímos—. Descansa, Mia.
—Tú también, Azael —le di un beso en la mejilla y salí del auto.
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VIENEN Y VAN
Fiksi RemajaLas personas vienen y van en nuestras vidas. Algunas vienen y van. Y vuelven a venir. Y se vuelven a ir. Hasta volverse continuo. Supongo que Azael era una de esas.