El resto del verano pasó rápido. Azael y yo fuimos siempre a ese partido de béisbol, pero esta vez fue con nuestros amigos.
Nuestra relación siguió siendo la misma, aunque con más confianza. Procuré no volver a empujarlo y que las cosas se me salieran de las manos.
A veces, me quedaba mirando su perfil y me sorprendían las ganas que tenía de recorrerle la nariz con mis dedos. Me limitaba a sonreírle cuando él me pillaba mirándolo. El castaño me la devolvía siempre.
En algunas ocasiones llegué a pensar que él sospechaba de que me acordaba de ese día, pero yo me mantenía firme en mi mentira.
Los primeros días de agosto, Azael regresó a la facultad y junto a él, se fue también Ethan.
Lloré un montón, la casa no era la misma y se sentía vacía.
Zoey, Landon, Sarah y yo también regresamos a clase para cursar nuestro último año tiempo después. Kilian era dos años mayores que nosotros, pero él tenía que trabajar para ayudar a su madre con los gastos. Su sueño era estudiar arte.
Ese año pasó algo que me dejó sorprendida y aturdida por partes iguales. Me afectó mucho.
Era fin de semana, así que dormía hasta tarde. El reloj marcaba las doce del mediodía cuando mi teléfono empezó a sonar. Me desperté apresuradamente pensando que era Ethan, quien me llamaba todos los días y hablábamos un rato.
Pero no era mi hermano, era un número desconocido. Respondí la llamada con el sueño fruncido y me lo llevé al oído.
—¿Hola? —dije, aún adormilada.
—¿Mia Ryan? —preguntó la voz de una mujer.
—Sí, ella habla. ¿Quién es usted?
—Oh, Dios mío, no me lo puedo creer —escuché un sollozo y mi desconcierto aumentó.
—Eh... disculpe, ¿quién es usted, señora? —volví a preguntar.
La señora se recompuso y contestó.
Ojalá no lo hubiera hecho.
—Me llamo Isadora Cavaliere —dijo finalmente.
Mi mundo se detuvo y dejé de respirar por una milésima de segundo. El teléfono se me resbaló de las manos y cayó al suelo, me quedé mirando fijamente a la nada. Los pensamientos pasaron como un flashback por mi mente. Veía a una niña de cuatro años con el pelo rubio y una horrible expresión de llanto. Sentí que mi corazón se volvió a partir en mil pedazos.
De pronto, volví a ser esa niña que abandonaron en un orfanato y la dejaron a su suerte.
Borré toda sensación de mi cuerpo y procuré dejar mi mente en blanco. Mi único pensamiento era: "no puede ser, ella no". Se repetía una y otra vez en mi mente.
Un minuto después, salí de mi trance y recogí el aparato del suelo. La llamada aún estaba activa, pero yo la corté de inmediato y salí corriendo de mi habitación.
—¡Papá! —llamé, bajando las escaleras con rapidez—. ¡Papá! —volví a llamar con desesperación.
—¿Cariño? —preguntó mi padre saliendo de la cocina. Corrí hacia él y lo abracé con fuerza. Luego rompí en llanto—. Mia, ¿qué pasa? Me estás preocupando —él me pasaba una mano por el pelo y me sostenía de la cintura con su brazo.
—Ella m-me llamó... yo n-no sé cómo consiguió mi número —me costaba hablar por el llanto y los nervios.
—¿De quién hablas, cielo?
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VIENEN Y VAN
Teen FictionLas personas vienen y van en nuestras vidas. Algunas vienen y van. Y vuelven a venir. Y se vuelven a ir. Hasta volverse continuo. Supongo que Azael era una de esas.