capitulo 24

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Bajé las escaleras y salí por la puerta delantera, preguntándome cuánto tiempo duraría aquella extraña rutina. No quería que acabara jamás. Me aguardaba en el coche sin aparentar mirarme cuando cerré la puerta de la casa sin molestarme en echar el pestillo. Me encaminé hacia el coche, me detuve con timidez antes de abrir la puerta y entré. Estaba sonriente, relajado y, como siempre, perfecta e insoportablemente guapa.

—Buenos días —me saludó con voz aterciopelada—. ¿Cómo estás hoy? —Me recorrió el rostro con la vista, como si su pregunta fuera algo más que una mera cortesía.

—Bien, gracias. —Siempre estaba bien, mucho mejor que bien, cuando me hallaba cerca de ella. Su mirada se detuvo en mis ojeras.

—Pareces cansada.

—No pude dormir —confesé, y de inmediato me removí la melena sobre el hombro preparando alguna medida para ganar tiempo.

—Yo tampoco —bromeó mientras encendía el motor. Me estaba acostumbrando a ese silencioso ronroneo. Estaba convencida de que me asustaría el rugido del monovolumen, siempre que llegara a conducirlo de nuevo.

—Eso es cierto —me reí—. Supongo que he dormido un poquito más que tú.

—Apostaría a que sí.

— ¿Qué hiciste la noche pasada?

—No te escapes —rió entre dientes—. Hoy me toca hacer las preguntas a mí.

—Ah, es cierto. ¿Qué quieres saber? —Torcí el gesto. No lograba imaginar que hubiera nada en mi vida que le pudiera resultar interesante.

— ¿Cuál es tu color favorito? —preguntó con rostro grave. Puse los ojos en blanco.

—Depende del día.

— ¿Cuál es tu color favorito hoy? —seguía muy solemne.

—El marrón, probablemente. Solía vestirme en función de mi estado de ánimo. —lisa resopló y abandonó su expresión seria.

— ¿El marrón? —inquirió con escepticismo.

—Seguro. El marrón significa calor. Echo de menos el marrón. Aquí — me quejé—, una sustancia verde, blanda y mullida cubre todo lo que se suponía que debía ser marrón, los troncos de los árboles, las rocas, la tierra.

Mi pequeño delirio pareció fascinarle. Lo estuvo pensando un momento sin dejar de mirarme a los ojos.

—Tienes razón —decidió, seria de nuevo—. El marrón significa calor.

Rápidamente, aunque con cierta vacilación, extendió la mano y me apartó el pelo del hombro. Para ese momento ya estábamos en el instituto. Se volvió de espaldas a mí mientras aparcaba.

— ¿Qué CD has puesto en tu equipo de música? —tenía el rostro tan sombrío como si me exigiera una confesión de asesinato.

Me di cuenta de que no había quitado el CD que me había regalado Phil. Esbozó una sonrisa traviesa y un brillo peculiar iluminó sus ojos cuando le dije el nombre del grupo. Tiró de un saliente hasta abrir el compartimiento de debajo del reproductor de CD del coche, extrajo uno de los treinta discos que guardaba apretujados en aquel pequeño espacio y me lo entregó.

— ¿De Debussy a esto? —enarcó una ceja. Era el mismo CD. Examiné la familiar carátula con la mirada gacha.

El resto del día mostro un interés desbordante en cada detalle de mi vida. Desde acompañarme a clase de Lengua hasta reunirnos después de español, e incluso durante la hora del almuerzo, no dejó de hacerme preguntas. Quería saber qué películas me gustaban y cuáles odiaba, los lugares que había visitado y los que deseaba visitar, e incluso hablamos interminablemente sobre libros. Aunque a veces me sentía cohibida y temía aburrirla, su expresión absorta y el constante diluvio de preguntas me impulsaban a seguir hablando. La mayoría de las preguntas eran fáciles de responder, pero algunas me hicieron sonrojar, lo que solo llevó a una nueva ronda de interrogantes. Me sentía como si estuviera completando un test psicológico, respondiendo con la primera palabra que venía a mi mente. Sin embargo, antes de que pudiera seguir con su lista interminable, notó mi repentino rubor cuando me preguntó cuál era mi gema predilecta y respondí apresuradamente que era el topacio. Enrojecí porque, hasta hacía poco, mi favorita era el granate. Era imposible olvidar la razón del cambio mientras sus ojos me devolvían la mirada y, naturalmente, no descansaría hasta que admitiera la razón de mi sonrojo.

crepúsculo (jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora