capitulo 5

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Estaba segura de que habían cambiado .Noté que los ojos de lisa habían cambiado de un intenso negro a un extraño color ocre con matices dorados. Me pregunté si me estaba mintiendo sobre las lentillas. Mientras observaba, el profesor Banner llegó a nuestra mesa y revisó nuestra hoja, prestando especial atención a las respuestas.

—En fin, lisa, ¿no crees que deberías dejar que jennie también mirase por el microscopio?

—. En realidad, ella identificó tres de las cinco diapositivas.

El señor Banner me miró ahora con una expresión escéptica.

— ¿Has hecho antes esta práctica de laboratorio? —preguntó. Sonreí con timidez.

—Con la raíz de una cebolla, no.

— ¿Con una blástula de pescado blanco?

—Sí. — El señor Banner asintió con la cabeza.

— ¿Estabas en un curso avanzado en Phoenix?

—Sí. —Bueno —dijo después de una pausa—. Supongo que es bueno que ambas seáis compañeras de laboratorio.

Murmuró algo más mientras se alejaba. Una vez que se fue, comencé a garabatear de nuevo en mi cuaderno.

—Es una lástima, lo de la nieve, ¿no? —preguntó lisa. Me pareció que se esforzaba por conversar un poco conmigo.

La paranoia volvió a apoderarse de mí. Era como si hubiera escuchado mi conversación con krystal durante el almuerzo e intentara demostrar que me equivocaba.

—En realidad, no —le contesté con sinceridad en lugar de fingir que era tan normal como el resto. Seguía intentando desembarazarme de aquella estúpida sensación de sospecha, y no lograba concentrarme.

—A ti no te gusta el frío.

No era una pregunta.

—Tampoco la humedad —le respondí.

—Para ti, debe de ser difícil vivir en Forks —concluyó.

—Ni te lo imaginas —murmuré con desaliento. Por algún motivo que no pude alcanzar, parecía fascinada con lo que acababa de decir. Su rostro me turbaba de tal modo que intenté no mirarle más de lo que exigía la buena educación.

—En tal caso, ¿por qué viniste aquí? — Nadie me había preguntado eso, no de forma tan directa e imperiosa como ella.

—Es... complicado.

—Creo que voy a poder seguirte —me instó. Hice una larga pausa y entonces cometí el error de mirar esos relucientes ojos oscuros que me confundían y le respondí sin pensar.

—Mi madre se ha casado.

—No me parece tan complicado —discrepó, pero de repente se mostraba simpática—. ¿Cuándo ha sucedido eso?

—El pasado mes de septiembre —mi voz transmitía tristeza, hasta yo me daba cuenta.

—Pero él no te gusta —conjeturó lisa todavía con tono atento.

—No, Phil es un buen tipo. Demasiado joven, quizá, pero amable.

— ¿Por qué no te quedaste con ellos? —No entendía su interés, pero me seguía mirando con ojos penetrantes, como si la insulsa historia de mi vida fuera de capital importancia.

—Phil viaja mucho. Es jugador de béisbol profesional —casi sonreí.

— ¿Debería sonarme su nombre? —preguntó, y me devolvió la sonrisa.

—Probablemente no. No juega bien. Sólo compite en la liga menor. Pasa mucho tiempo fuera.

—Y tu madre te envió aquí para poder viajar con él —fue de nuevo una afirmación, no una pregunta. Alcé ligeramente la barbilla.

—No, no me envió aquí. Fue cosa mía. —Frunció el ceño.

—No lo entiendo —confesó, y parecía frustrada. Suspiré. ¿Por qué le explicaba todo aquello? Continuaba contemplándome con una manifiesta curiosidad.

—Al principio, mamá se quedaba conmigo, pero le echaba mucho de menos. La separación la hacía desdichada, por lo que decidí que había llegado el momento de venir a vivir con sheun —concluí con voz apagada.

—Pero ahora tú eres infeliz —señaló.

— ¿Y? —repliqué con voz desafiante.

—No parece demasiado justo.

Se encogió de hombros, aunque su mirada todavía era intensa. Me reí sin alegría.

— ¿Es que no te lo ha dicho nadie? La vida no es justa.

—Creo haberlo oído antes —admitió secamente.

—Bueno, eso es todo —insistí, preguntándome por qué todavía me miraba con tanto interés. Me evaluó con la mirada.

—Das el pego —dijo arrastrando las palabras—, pero apostaría a que sufres más de lo que aparentas.

Le hice una mueca, resistí el impulso de sacarle la lengua como una niña de cinco años, y desvié la vista.

— ¿Me equivoco? — Traté de ignorarlo. —Creo que no —murmuró con suficiencia.

— ¿Y a ti qué te importa? —pregunté irritada. Desvié la mirada y contemplé al profesor deteniéndose en otras mesas.

—Muy buena pregunta —musitó en voz tan baja que me pregunté si hablaba consigo misma; pero, después de unos segundos de silencio, comprendí que era la única respuesta que iba a obtener. Suspiré, mirando enfurruñada la pizarra.

— ¿Te molesto? —preguntó. Parecía divertida. Le miré sin pensar y otra vez le dije la verdad.

—No exactamente. Estoy más molesta conmigo. Es fácil ver lo que pienso. Mi madre me dice que soy un libro abierto. —Fruncí el ceño.

—Nada de eso, me cuesta leerte el pensamiento. —A pesar de todo lo que yo había dicho, parecía sincera.

—Ah, será que eres un buen lector de mentes —contesté.

—Por lo general, sí —exhibió unos dientes perfectos y blancos al sonreír.

El Sr. Banner llamó al orden a la clase y me sintió aliviada. Me preocupaba que lisa me despreciara después de contarle sobre mi vida deprimente. Durante la clase, lisa parecía distante y se alejó rápidamente al final. kai recogió los y me imaginó que estaba contento de hacerlo.

— ¡Qué rollo! —gimió—. Todas las diapositivas eran exactamente iguales. ¡Qué suerte tener a Cullen como compañera!

—No tuve ninguna dificultad —dije, picada por su suposición, pero me arrepentí inmediatamente y antes de que se molestara añadí—: Es que ya he hecho esta práctica.

—Hoy lisa estuvo bastante amable —comentó mientras nos poníamos los impermeables.

No parecía demasiado complacido. Intenté mostrar indiferencia y dije:

—Me pregunto qué mosca le picaría el lunes.

No presté atención a kai mientras íbamos al gimnasio y tampoco estuve atenta en clase de educación física. kai cubrió mi posición en el equipo y pude pensar en otras cosas.

La lluvia se convirtió en niebla mientras caminaba hacia el aparcamiento. Me sentí mejor al entrar en el coche y encender la calefacción. Abrí la cremallera del impermeable, bajé la capucha y ahuequé mi pelo mojado mientras volvía a casa.

Note la presencia de lisa Cullen, quien se encontraba inmóvil junto a su Volvo a unos tres coches de distancia. Sus ojos se encontraron con los míos brevemente antes de apartar la mirada y acelerar marcha atrás de manera precipitada, casi colisionando con un Toyota Corolla oxidado. Por suerte, pude frenar a tiempo evitando el accidente. Aunque estaba nerviosa, recupere la calma, volví a poner la marcha con mayor cuidado y éxito. Mientras pasaba junto al Volvo, juraría haber visto a lisa riéndose cuando lo miró de soslayo.

crepúsculo (jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora