Mi Primer Día

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La alarma sonó temprano, aún entre sueños y ojos entre cerrados, decidí terminar de dar vueltas para levantarme. Mi esposo ya estaba desayunando y yo sin poder probar bocado, me fuí directo a la ducha. Nada mejor que un buen baño caliente para espabilarme y poder arrancar mi nueva vida laboral al cien por ciento.

Tanga, lista. Corpiño de encaje, listo. Pulseras, tobillera, cadenita dorada en el cuello con la imagen de una santa, listas. Camisa blanca, reluciente, pura, lista. Pantalón de vestir gris, listo. Zapatos negros con taco alto, lustrados, listos. Pelo alisado, listo. Labios rojo carmesí, listo. Ojos delineados y sombras en los párpados, listo. Base, lista. Aros, listos. Chicle, listo. Perfume dulce y floral, listo.

Estaba lista, tomé mi cartera, mi emoción y mi valentía, saludé afectuosamente a mi esposo que al verme así vestida dijo: 'Faaa, a la mierda, yo me casé con todo eso? No vayas a enamorar a todos eh'. Me reí, me encantó el piropo con los celos disfrazados. 'Me voy amor, te amo' le dije y cerré la puerta del departamento y me dirigí hacia la parada del bus.

Las cuatro cuadras que tenía que caminar, estaban desoladas, iba sola en mis pensamientos. Al llegar a la parada, ya había otras personas, habituales pasajeros hacia sus respectivas rutinas, no me importaba en un tiempo ser uno más. El bus llegó, me subí y me sumergí en mi música, auriculares de por medio y a la melancolía del paisaje invernal que brindaba el recorrido urbano hacia el aeropuerto.

Al llegar, me dirigí a los edificios de oficinas que se econtraban al lado de la terminal principal del lugar. Noté que había llegado un poco temprano, ya que mi horario de entrada estaba pactado para las ocho y yo me encontraba allí a las siete cuarenta. Fumé, nerviosa, esperé y pasados los diez minutos, me rocié de perfume levemente para tapar el vulgar olor a cigarrillo mañanero y entré al edificio.

Crucé todo el pasillo, abrí la pesada puerta que daba a las escaleras, subí los sombríos escalones, ajenos a la luz artificial y llegué al segundo, logré ingresar a la antesala de la oficina, la puerta cerrada asi que decidí esperar. Pasados unos minutos, se escuchaban pasos que se acercaban por las escaleras, se abre la puerta y un hombre de bigote, con algo de panza y canas, muy bien vestido, me saluda y me dice: 'Paola, no?', asentí, 'Primer día, bienvenida, dame un minuto que abro y pasamos.' dijo amablemente. Esperé a que aquel hombre abriera las cerraduras e ingresamos.

'Yo soy Luis, trabajo en operaciones y soy quién abre la oficina los lunes' - introdujo - 'Querés que te muestre todo el lugar? Total hasta las nueve no se abre la atención al público' - comentó. Accedí y comenzamos el recorrido. Les voy a tratar de contar como es la oficina, a fin de que tengan un mapa mental lo más detallado posible porque desde su lado y con todo lo que van a leer en capítulos posteriores, sería conveniente saber lo que sucederá en distintos espacios físicos. La sala de recepción, cuenta con dos escritorios grandes a modo de mostradores, donde se recepcionan los clientes y proveedores. Hacia la izquierda está la oficina de la gerencia y la sala VIP para clientes. Hacia la derecha un pasillo que guía hasta una puerta que se abre solamente por acceso con credencial habilitada. Del otro lado de esa puerta el camino se divide en dos, una puerta que lleva al depósito, que es un cuarto enorme donde se guardan los envíos que se recepcionan de los clientes que realizaron algun encargo en particular. La otra puerta da al sector de operaciones y los baños. Pasando los baños, unos cuantos metros después, se encuentra una puerta vaivén, para ingresar a un salón comedor que tiene cuatro mesas redondas con seis sillas cada una. Al final del comedor hay otra puerta más, que da a un pasillo angosto, largo donde hay una segunda puerta que desemboca en una cocina pequeña, con microondas, bacha, heladera y máquina expendedora. La iluminación por lo general parece buena, salvo la cocina que cuenta con una luz muy tenue y una ventana muy pequeña a la cual una persona de mi estatura se le dificulta poder contemplar el paisaje, por más que el mismo sea unas enormes pistas de aterrizaje, algún avión estacionado, galpones, predios verdes y si tal vez me inclino hacia la derecha, observaría el estacionamiento inmenso que tiene el aeropuerto tanto para turistas como para empleados.

Listo, ya tienen el mapa.

Pasadas las ocho con quince minutos llegaron quienes serían mis compañeros directos, Ernestina y Julio. Empezaré por él, Julio era conocido como el abuelo, un hombre de casi unos sesenta años, con una trayectoria formidable respecto a trabajar en el rubro aeroportuario enfocado a lo que es la atención al cliente. Cuando tenías un problema laboral, se caía el sistema, había que validar una guía, controlar un envío, realizar un cobro o una nota de crédito que sobrepasaba autorizaciones, Julio era con quién tenías que hablar y él de forma casi paternal, te ayudaría y resolvería tu problema sin titubear, siempre dispuesto y siempre amable para que todo fluya y todo sea bueno. Ernestina, una mujer un poco más alta que yo, siempre elegante, voluptuosa, de cabello rubio teñido, muy prolija con un carácter extraño, amistosa pero con un dejo de cuidar mucho lo que dice y lo que hace para nunca perder, en fin, mi intuición femenina decía que era alguien de no confiar y que mejor tener de amigo que de enemigo.

Cerca de las nueve, llegó el resto, los chicos de operaciones, un desfile de veintinueve hombres, altos, bajos, feos, lindos, calvos, barbudos, simpáticos, ariscos. De ellos, solamente retuve dos nombres: Leandro, un hombre cercano a los cuarenta años, cabello castaño corto, ojos color celeste, muy bello, hermosos rasgos y dotado de muy buen porte y muchisimo carisma, quién me rebautizó como 'La peti', 'La secre' o 'Frasquito' y el segundo nombre, Tomás, un hombre musculoso, más alto que yo, seguro, pero de una estatura promedio, creo que no llegaría al metro ochenta y si, es sabido que a nosotras, las mujeres de baja estatura, nos atraen los hombres altos pero este en particular tenía algo extra que me llamaba la atención, en uno de sus brazos logré ver que tenía un tatuaje, con algún significado espiritual, algún motivo para haberselo hecho, el cual averiguaría eventualmente. Tomás tenía los ojos color miel, un mentón cuadrado, hermosas facciones, cabello corto oscuro y su presencia emanaba masculinidad por donde lo mires.

Mi primer día transcurrió en un abrir y cerrar de ojos, tratando de anotar todo lo que me enseñaban, las formas, los métodos, donde, como, cuanto, las mañas, los pequeños secretos que hacen las tareas más faciles. Así llegué a la media jornada, la hora del almuerzo. Para ser mi primer día, comí practicamente sola, rápido, como queriendo salir a tomar aire, saludé cordialmente a cada uno que ingresó al salón comedor. Una vez finalicé mi almuerzo, que fue una ensalada con lechuga, rucula, tomates cherry y algunos crutones - liviano, no por nada me mantengo delgada, je -, decidí bajar a fumarme un cigarrillo y observar el submundo del aeropuerto.

Ahí abajo estaba, dando bocanadas y contemplando, gente que viene y que va, apurados, rápido, tal vez por un vuelo que se va o por un taxi que les cobrará recargo si se demoran. Empleados, azafatas, técnicos, operarios, todos de aquí para allá y no les conté, pero un fetiche que tengo, pilotos. Espectacularmente vestidos con sus uniformes delicados, sus aires de grandeza, su sex appeal por las nubes, ahí estaba yo, babosa mirando todo piloto que pasaba.

Había terminado mi cigarrillo y cuando estaba por volver a la oficina, un piloto, de cabello claro y ojos verdes, alto, hermoso, se acercó a mí. 'Disculpame, hola, te puedo pedir fuego?' - preguntó. Me lo quedé mirando casi sin entender. 'Es que te vi fumando hace unos minutos, estoy seguro que tenés fuego, o no?' - dijo en aires de galanería. 'Si, perdoname, no reaccioné jeje' - contesté sonrojada mientras metía mi mano en el bolsillo del pantalón para sacar el encendedor. Encendió su cigarrillo, me devolvió el encendedor y preguntó: 'Trabajás acá?'. Perdida en su mirada exótica le respondí: 'Sii.. es mi primer día, asi que recién estoy adaptandome.'. Realizando un gesto de asimilar lo acontecido, me respondió: 'Bien bien, me alegro, espero que sea un buen paso por el aeropuerto'. Sonriendo le dije: 'Por ahora, todo va bien, vamos a ver en unos meses jaja'. Me miró de forma tierna y me encantó, al cabo de unos segundos, extendió su mano y me dijo: 'Soy Sergio, y tu nombre?'. Extendí mi mano, sin desviar mi mirada de sus ojos y le respondí: 'Pao.. Paola, un gusto.'. 'Igualmente, Pao. Seguro que nos veremos por acá. En unos meses me contás como te fue.' respondió y sin decir más, se alejó en su ruta cotidiana hacia algún vuelo que esperará por él.

Retomé mis actividades, guías, cargas, controles, planillas, recepcionar clientes, atender telefonos. Fin del día.

Volví a casa pasadas las siete treinta. Mi esposo ya me esperaba con una infusión para ponernos al día en como había sido todo, charlamos todos los detalles (algunos me los guardé para mí) y mientras él se fue a duchar, preparé la cena. Cenamos como siempre, enamorados, miramos algo de televisión, dejamos todo listo para el siguiente día, pusimos las alarmas, me duché y me fuí a dormir en sus brazos.

Días de OficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora