Felipe

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La vida en el trabajo se tornó una aburrida rutina. La oficina no despertaba esa curiosidad salvaje que me transformó en hotwife. Los gemelos hacia tiempo habían renunciado. Mis días se habían convertido en abrir la oficina, desayunar sola en la cocina, trabajar, cortar para fumar,  seguir con mis tareas hasta el mediodía, almorzar, fumar, siesta en el auto,  seguir trabajando, cortar para fumar, cerrar la caja de la recepción, subirme al auto y volver a casa. Monótono. Aburrido.

Mi matrimonio crecía enormemente,  estábamos más unidos y felices que nunca. Él era el principe azul del que había leído de niña y yo la princesa rescatada convertida en reina y esposa fiel y amorosa. Todo brillaba, todo reluciente. El sexo matrimonial aumentó desmesuradamente, estábamos en la fabulosa temporada de los rapiditos en cualquier parte y hora. Íbamos al supermercado y lo hacíamos en el baño, en el auto, en el estacionamiento. Íbamos al cine y lo hacíamos ahí mismo. Rara vez me ponía ropa interior y la temperatura agradable me permitía usar polleras, minifaldas y vestidos para facilitar el proceso. Con lo que me encanta coger, el tener rapiditos al menos dia por medio, me mantenía a raya y satisfecha.

Un martes de fines de Enero, había muy poca gente en la oficina, la gran mayoría estaba de vacaciones, con lo cual, los pisos estaban desolados, casi abandonados. Cada tanto cuando salía a fumar, contemplaba con nostalgia la Terminal C. Si, lo admito, extrañaba eso de tener distintas pijas durante el mes. Ahí estaba, disfrutando mi segundo cigarrillo, a la sombra de un banco bajo un árbol frondoso, una pequeña brisa calurosa golpeaba mis pantorrillas delgadas pero musculosas. El aire caliente se incrustaba en mi entrepierna y me producía un calor que me hacía transpirar hasta la parte baja de los glúteos. Dios, que calor que hace.

A lo lejos divisé alguien acercandose, era Felipe. No me quedó otra que esperarlo, hacía muchos días que logré evitarlo, meses diría. Si bien nuestra relación era buena, pasamos de ser sexo salvaje a solo amigos, bah' al menos es lo que yo quería.

'Hola... Al fin puedo hablar con vos Pao' - me dijo, mostrando una cara de cansancio y calor.

'Hola Felu, cómo andás?' - le dije, imparcial.

'Bien...' - se sentó a mi lado.

'Querías hablar conmigo dijiste o era para romper el hielo una frase nomás?' - le pregunté sin mostrar interés.

'No, si... Bueno, la verdad es que si' - me dijo y enfocó su torso hacia mí, dandome toda su atención. Yo me quedé perpendicular, mirando hacia adelante mientras daba una bocanada grande y profunda, sostenida en el tiempo.

'Estás bien?' - le dije mientras largaba el humo.

'NO' - me dijo y agregó: 'Tengo un problema enorme'.

'Un problema, vos? Cuál, están bien las cosas con tu novia?' - le pregunté intrigada realmente.

'Sisi, con Florencia está todo bárbaro. Mi problema es con vos' - me dijo y lo miré extrañada. Yo pienso que el universo no puede verme tranquila y cuando no tengo dramas rondando mi vida, viene un hombre de la nada y argumenta tener un problema conmigo.

'Conmigo?' - le dije en un tono algo enojada.

'Si...' - me dijo encogiendose los hombros. - 'No sé como decirtelo pero... ' - agregó mirandome.

'Qué me tenés que decir?' - mi expresión pasó de serenidad y confusión.

'Te amo' - dijo y me congelé.

'Antes que digas nada, te cuento, desde la primera vez que estuvimos juntos, que no paro de pensar en vos, en verte bien, en verte feliz. Cuando sonreís, me da por pensar si puedo algún día transmitirte lo mismo al verme. Me transmitís calma, seguridad. Me hacés sentir bien, importante. No hay un día que no te piense Paola.' - dijo erguido, tratando de mostrar seguridad en su monologo.

Días de OficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora