Con Tu Permiso

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Los días transcurrieron de forma alocada, en el trabajo, sinfin de oportunidades y encuentros fugaces con Tomás en la cocina y en las escaleras, besos, manoseo, caricias, miradas, mensajes. Nuestra temperatura por las nubes. Acariciar su entrepierna y él acariciar mi cuerpo cada vez que estabamos solos, oh, por favor, que caliente todo esto.

En casa, mi esposo con su libido por las nubes, hablando reiteradamente de diversos temas tabú, como por ejemplo, trío, sexo en grupo y porque no, él como cuckold, viendome a mí montar otro hombre y disfrutar de su verga delante de sus ojos. En ese punto me voy a detener en este breve capítulo.

No es facil llevar a un hombre por los caminos que queremos hacerlo transitar como mujer, manipularlo para que mi idea sea la de él y obtener su visto bueno para ejecutarlo. Claro, si, quería cogerme a Tomás pero quería su permiso y en una sucesión de días de la misma semana, lo lograría.

Haciendome la inocente, la ingenua, logré que él considerara la idea de que tuviera otros amantes, que él lo permitiría siempre y cuando yo le contara lo que hacía, que existiera esa confianza.

Un sábado a la tarde, luego de enviarme muchos mensajes con Tomás, todos calientes, decidí comentarle a mi esposo que tal vez, en alguna oportunidad, me gustaría complacer sus fantasías, que no descartaba la idea pero que del dicho al hecho hay un largo trecho. Él insistió, quería convencerme que yo avanzara y le diera el gusto. Yo se lo negaba, no quería ceder y darle la razón para que siguiera persiguiendo ese arcoiris. No tuvimos sexo ese día, sino que bebimos vino y profundizamos en nuestros más oscuros deseos, que de buenas a primeras, todo giró en torno a mí y a lo que yo realmente quería.

El domingo, luego de almorzar, le pedí amablemente si podía ayudarme con la depilación, claro, si, tenía el pubis y la zona del ano con bastante vellosidad y como a mí se me dificultaba, pero me daba vergüenza ir a un centro de depilación, era algo que necesitaba realmente. Él no dudo, calentamos la cera, preparamos el material y ahí estaba yo, acostada en medio del living, piernas abiertas y él depilando pacientemente mi pubis. Mientras yo disfrutaba mis cigarrillos y charlabamos de la vida. Algo que estoy segura, que él lo hacía deseoso, porque le encantaba ver mi cuerpo desnudo, relajado, su mirada permanentemente en mi concha, siempre húmeda por todo lo que vivía día a día.

Una vez que terminó de dejarme toda pelada la concha, paré unos minutos e hice algo que se que le encantó. Salí desnuda a fumar al balcón, depilada, mis pechos al aire, mi pelo suelto, recibiendo unos tenues rayos de sol ya que el cielo estaba parcialmente nublado. La realidad que un domingo a la tarde, la calle suele estar desolada, no así los otros edificios linderos, donde desde otros balcones pude ver como unos seis hombres de distintos departamentos contemplaban mi desnudez.

'Bueno, me hacés la cola?' - le dije y me reí. Su expresión perversa lo decía todo. 'Mala que sos' - me dijo. Calentamos cera y me puse en cuatro patas frente a él, abriendome las nalgas para que me depilara toda la zona alrededor del ano. Luego de un prolijo proceder, terminó. Había quedado perfecta, estaba toda depilada. Hice otra cosa que le encantó, nos habíamos quedado sin cigarrillos, asi que sin usar ropa interior, me puse un vestido corto y me fuí sola a comprar al centro de la ciudad, lo que serían unas ocho cuadras.

Cuando volví, estaba caliente, el aire estaba denso, lo que yo quería lograr, ya lo había logrado e incluso él, sin saberlo, me había preparado para lo que se vendría en los próximos días. Ahí nomás, se me abalanzó caliente, me llevó a upa hacia la cama, me subió el vestido y me practicó sexo oral durante largos minutos, también aprovechó para desviar su lengua y lamer mi ano una y otra y otra vez. Yo cerré los ojos y disfruté. Acto seguido, me penetró con su dedo índice y comenzó a masturbarme, le pedí que en vez de un dedo, usara dos o tres. Sabía que al decirle eso, su diablo interior afloraría y querría devorarme. Tres dedos me introdujo, oh, Dios, que placer. Yo me retorcía, jadeaba, gemía, me bajó los breteles del vestido descubriendo mis tetas, ya duras, como rocas.

Su enorme mano recorriendo mi cuerpo, acariciando mis pezones, presionando mi cuello. Su otra mano ocupada a un ritmo estremecedor. Siguió y siguió, empezó a devorarme a besos el clitoris mientras yo tomé su mano libre y la llevé a mi boca, simulando que practicaba sexo oral a otro pene frente a sus ojos. Junté tres dedos, índice, medio y anular y los comencé a succionar despacio, subiendo y bajando, gozando, gimiendo, jadeando. 'Ufff sii mi amor' - dijo, visiblemente duro. 'Que ganas que te cojan otros' agregó, mientras yo hacía garganta profunda a sus largos y gruesos dedos y él a un ritmo frenético, sumergía sus dedos en mi concha, que largaba sus jugos como una canilla. 'Seguro?' - le pregunté entre gemidos. 'Por favor' - me dijo.

Le pedí que frenara, siguió unos minutos más igualmente, saboreando mi ano, introduciendo su lengua tratando de penetrar esa barrera inexplorada. Yo lo miraba perdida, aturdida de placer, no se imaginaba las ganas que tenía de hablando mal y pronto, me rompieran bien el culo, pero no pasó ahí, en ese momento.

Después de saborearme, se sentó y ahora me tocaba a mí, devolverle el favor. Le bajé los pantalones, el boxer y en un abrir y cerrar de ojos, solo con mi boca, lo llevé durante unos minutos al máximo placer y me tragué todo lo que él largó. Para él, una victoria ya que pocas veces me había bebido su semen, para mí, un triunfo enorme, tenía su permiso sincero de estar con otros hombres, a pesar que seguro que él, apostaba a que yo nunca me animaría, aunque eso, está por verse.

Días de OficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora