I. III. Rumbo a las Islas Solitarias.

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—Estás tan linda, Lu —Dijo la mayor acariciándole la cara

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—Estás tan linda, Lu —Dijo la mayor acariciándole la cara. La última vez que había visto a Lucy era tan solo una niña de doce años. ¡Incluso ahora era de su altura!—. Ambos están lindos, y grandes.

Annabeth le tocó el cabello a Edmund y sonrió. Después le dio un golpe en su mejilla y se levantó.

—Tu estás más preciosa, Beth. Eres la chica más hermosa que he visto.

Annabeth rodó los ojos al escuchar a Lucy.

—No exageres.

—¿Por qué no estabas con Caspian? La última vez que los recuerdo se estaban besando.

Annabeth no pudo evitar sonrojarse.

—Cosas que pasan, Edmund.

—¿Por qué?

—Bueno, ¿qué es esto? ¿Un interrogatorio? ¿Por qué habéis traído a vuestro primo?—Dijo cambiando de tema. Los dos hermano se miraron con confusión pero decidieron dejarlo pasar.—. Su voz me da dolor de cabeza.

—Eustace es un poco especial —Explicó Lucy en pocas palabras.

Annabeth asintió y se cruzó de brazos. Ahora tenía un vestido diferente, era uno negro con una pequeña chaqueta verde, la verdad, no la quería utilizar. ¡Solo trajo cinco prendas! En cambio, Lucy tenía ropa de hombre, no sabía porque la pequeña tenía tantas ganas de utilizar la ropa del rey, ya que Lady Strong le había ofrecido su ropa, pero reina lo había negado nerviosa.

—¿Sabes que existen serpientes de mar?

Annabeth entrecerró el ceño al escuchar al azabache.

—¿Serpientes marinas?

Annabeth se acercó al espejo y desató el moño que se había hecho anteriormente. Ya no tenía que fingir ser una Lady viuda que extrañaba a su esposo, ahora podía ser una mujer normal. De nuevo una campesina.

—En las aguas inexploradas. Son tonterías, la verdad. ¿Cómo pueden existir serpientes de mar?

Escuchó la risa de Lucy.

—Tienes miedo, hermano.

Annabeth rodó los ojos al escuchar a su amigo quejarse y se dirigió a la puerta para salir.

Lady Strong miró el panorama. Había demasiados... hombres. Y claramente, pero eso no le evitaba sentirse incómoda. No había rastro de su hermano ni del rey, de acuerdo, podía estar fuera.

Miró a un ratón a lo lejos.

—¿Reepicheep?

Beth se acercó al ratón. Reepicheep hizo una reverencia al verla, Annabeth solo pudo sonreír.

𝐂𝐎𝐌𝐄𝐍𝐙𝐀𝐑 𝐃𝐄 𝐍𝐔𝐄𝐕𝐎.||. Las crónicas de Narnia. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora