Prólogo.

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Annabeth abrió los ojos al escuchar los gritos de los borrachos

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Annabeth abrió los ojos al escuchar los gritos de los borrachos.

Bendita noche.

Annabeth se quito su fleco de la cara y rápidamente cogió la bandeja donde estaban algunas cervezas para entregárselas a algunos clientes.

Al salir de la cocina, de lejos pudo ver a algunos clientes cantando y festejando. Suspiró hondo. No era la primera vez que hacían escándalo, pero a Annabeth le molestaba como si fuera la primera vez.

—Aquí tienes su bebida, señor.—Dijo la chica del pelo largo poniendo su cerveza en la mesa. Sonrió sin ánimos e intentó irse, pero el hombre le agarró del brazo.

—Bonita —La castaña trató de no marcharse.—. ¿Me podrías acompañar al baño?

Annabeth negó lentamente.—. Es a la izquierda, señor.

—Debes acompañarme.—Ordenó.

Annabeth miró a los otros hombres buscando ayuda, pero al parecer les divertía la escena. La castaña se horrorizó al ver como todos los varones de esa mesa se levantaban riendo.

Retrocedió varios pasos hasta que chocó con una espalda.

—¿Algún problema, Annabeth?—La castaña cerró los ojos al escucharlo.

—Padre, les estaba indicando cuál es el camino al baño.—Annabeth miró hacia atrás y miró a su padre. Tenía la mandíbula apretada.

Oh, oh.

No le había gustado esa pequeña escena.

—¿Por qué no les acompañas?—Susurró el padre de la castaña en su oído.

Podía sentir que su corazón podría salir de su pecho.

—Ellos saben perfectamente donde es —Reclamó la menor.—. No necesitan mi ayuda.

El señor Stevan sonrió sin una pizca de gracia y miró a los hombres.

—Mi hija les ayudará.—Dijo el señor Stevan empujando a su hija.

Annabeth volvió a ver la sonrisa de los hombres y la castaña bajó la mirada nerviosa. No sabía que hacer. No era la primera vez, claro que no, pero era la primera vez que su padre le hacía ir con ellos sabiendo lo que podían hacer con ella.

No le importaba.

Annabeth cogió la bandeja y rápidamente fue a la salida. Ella no iba a permitir que unos extraños hagan algo con ella, nunca lo permitiría.

Ella cuando era más joven, no podía entender porque su padre la detestaba tanto, es decir, ¿que había hecho ella comparado con sus hermanos? Pero a medida que crecía pudo obtener su respuesta.

Era una mujer.

En comparado con sus hermanos varones, ellos eran tratados como verdaderos príncipes. Pero ella al ser la única hembra de la familia, era tratada fatal. Sus hermanos decían lo contrario, pero ellos al ver como su padre la eligió solo para ser trabajadora en el bar mientras a sus hermanos les dio dinero para que viajaran por el mundo y conocieran a una hermosa mujer. Les dejo en claro a todos que la detestaba.

Ignoró los llamados de su nombre y abrió la puerta trasera y empezó a caminar lejos del bar de su padre.

Intento no llorar por él, intentó no llorar por un hombre que no la merecía, pero le era inevitable. Él seguía siendo su padre, a pesar de todo, ella le quería.

Miró a la luna, ¿por qué todo tenía que ser así? Bajó la mirada y pudo ver a una espalda ancha, pudo notar como su espalda se movía.

Estaba llorando.

La castaña frunció el ceño al verlo, se notaba tan mal. Al parecer no era la única que se encontraba mal. Annabeth mordió su labio interno al escucharlo sollozar. La castaña avanzó hacia atrás al ver como el hombre se volteaba al sentir una presencia.

Annabeth bajó la mirada.—. Lo lamento, señor. No pretendía asustarte.—La castaña hizo una pequeña reverencia en modo de disculpa.

Pero al hombre le importo poco su disculpa.—. ¿Llevas mucho tiempo escuchándome?—Susurró con vergüenza.

—No, señor —Annabeth pudo notar que no era un señor de mucha edad, al contrario, podía deducir que tenía un año más que ella.—. Lamento lo que te ha pasado como para que llores así.

El adolescente asintió.

Annabeth trató de ver su rostro, pero la oscuridad se lo impedía.—. Lamento mucho lo que te ha pasado.

—¿Por qué dices eso?—Frunció el ceño Annabeth.

—Estas aquí, sola. Y sé que estas igual de mal que yo.

Annabeth intentó no recriminarle, pero al fin y al cabo él tenía razón.

Annabeth lo miró por última vez e hizo una última reverencia. Volteó para ir de nuevo hacia al bar de su padre. Pero una voz le hizo parar.

—¿Cuál es tu nombre?—Gritó el hombre.

La chica giró y lo miró, entrecerró los ojos al escucharlo.

—Llámame Ann.—Le dirigió una última mirada y empezó avanzar hacia el bar de su padre mientras miraba la bandeja.

El hombre susurró algo pero la chica no lo pudo escuchar.

𝐂𝐎𝐌𝐄𝐍𝐙𝐀𝐑 𝐃𝐄 𝐍𝐔𝐄𝐕𝐎.||. Las crónicas de Narnia. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora