I. IV. ¡Bienvenidos a las Islas Solitarias!

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Annabeth colocó la espada en su cintura y miró a los hermanos reyes

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Annabeth colocó la espada en su cintura y miró a los hermanos reyes. Se acercó a ellos y los abrazó.

—Los veré más tarde.

—¿No podían haber esperado hasta la mañana?

Annabeth volteó y pudo ver al primo de los reyes. ¿Cómo es que había llegado a Narnia?

—Si tienes miedo podías haberte quedado en el barco, Eustace.

Eustace frunció más el ceño y levantó un dedo.—. No, no, no he dicho que tenga miedo —Tartamudeó.

Annabeth rodó los ojos al escucharlo y se acercó a su hermano.

—Nos veremos más tarde, Sus Majestades—Dijo Betheo y ambos comenzaron a andar.

Annabeth levantó la vista y miró al pueblo. Al parecer, estaba desalojado. ¿Dónde diablos iba a comprar la medicina?

Lady se alejó de su hermano.—. No sabía que las Islas Solitarias eran tan inseguras. ¿Crees que le podría haber pasado algo a nuestro hermano?

—Todo es posible.

De repente, una campanada sonó por toda la isla. Los dos hermanos se asustaron. ¿Por qué sonaba la campanada a esa hora de la tarde? La chica miró hacia atrás y pudo ver al trío de reyes mirándola. Annabeth frunció el ceño, apartó la mirada y empezó a subir las escaleras.

El pueblo era...

Curioso.

—¿Y si nos hemos equivocado de pueblo?—Dijo Betheo.

—Imposible. Es el navegador del
rey, además, lo he confirmado. Estamos en las Islas Solitarias.

Annabeth se agachó y pudo ver una gota de sangre. ¿Qué diablos ha pasado en este lugar?

—Las personas se pueden equivocar. 

Annabeth levantó la vista. Si había sangre, había personas en este lugar. ¿Dónde es que estaban, entonces? ¿Quién había muerto?

La sangre era reciente.

—Piensa antes de hablar —Bramó molesta la hermana del chico. ¿Cómo diablos se iba a equivocar?—. Debemos irnos hacia algún rastro de humanidad —Susurró.

Annabeth se levantó y empezó a caminar, dejando a su hermano atrás.

Esa isla era rara. ¿Sangre por el suelo? ¿Pueblos deshabitados? ¿Pero qué era esta isla?

Cerró los ojos con preocupación. La medicina de su padre, su hermano. Todo eso estaba tan lejos, ¿cómo los iba a encontrar?

—¡Annabeth!—Escuchó a sus espaldas.

La chica volteó y cayó al suelo.













Annabeth abrió los ojos al escuchar el bullicio que escuchaban sus oídos. ¿Qué había pasado?

𝐂𝐎𝐌𝐄𝐍𝐙𝐀𝐑 𝐃𝐄 𝐍𝐔𝐄𝐕𝐎.||. Las crónicas de Narnia. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora