Las tormentas no duran para siempre así como el caparazón de un corazón frío no puede permanecer siempre intacto, a veces llega una razón para desmantelar lo que pensabas que era impenetrable y de nuevo, ese corazón comienza a latir con fuerza bajo...
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Kim no podía creer lo que estaba haciendo, ¡claramente no podía! Pero contra todo pronostico, lo hizo... besó a Wolfgang a pesar de que su maldita cabeza le gritaba que no lo hiciera, que se iba a arrepentir, pero estaba lleno de frustración y rabia como para ponerle cualquier clase de atención a su condenada conciencia. Quería reír, de la sola vergüenza que podría sentir después de eso, pero no lo hizo porque ahora estaba demasiado ocupando empujando la lengua húmeda y resbaladiza del ruso, era un beso desesperado y ansioso por ambas partes.
Wolfgang había tomado su nuca con una mano y la otra estaba apoyada al lado de su cabeza sobre la alfombra que aguantaba ambos cuerpos, Kim también tenía ambas manos en du cuello y parte de sus dedos enterrados en el cabello castaño, era un beso similar al que compartieron en el ascensor pero había algo diferente, estaba seguro que estaba vez nadie se iba a alejar. Los dedos de Wolfgang se cerraron más en su garganta, Kim podía sentir la presión y estaba seguro que mañana tendría marcas, su piel era blanca en esa zona, pero no le importó el dolor, le gustaba sentirlo... ¡Maldita sea! Le gustaba. En vez de quitarse, le devolvió un poco de su propia medicina, tiró de su cabello solo para escucharlo suspirar en su boca, y lo hizo justo después de morderle el labio inferior con fuerza haciendo que Kim abriera más la boca.
La mano del ruso se aflojó por fin permitiendo que el aire pasara comúnmente por sus vías respiratorias, tuvo inhalar un poco con fuerza cuando se separaron, Kim buscó rápidamente los ojos azules que ahora estaban oscuros y con la pupila dilatada.
– ¿Querías matarme? – preguntó Kim con la voz fracturada, había lastimado sus cuerdas vocales... pero de nueva cuenta, le gustaba. Ya no iba a preguntarse porque pensaba eso, entre más lo hacía más ira recogía.
Wolfgang sonrió y esta vez, fue una sonrisa casi... amorosa, los dedos continuaban sobre su piel y se sentían muy caliente, los movió suavemente donde estaba su yugular seguramente para sentirle el pulso.
– Un poco de juego duro es lo que necesitas – dijo Wolfgang, tenía las mejillas rojas y el cabello un poco despelucado.
Kim dejo caer las manos y cerró los ojos – Nada de esto tiene sentido y tampoco significa nada – dijo, sus ojos se abrieron – ¿Qué quieren demostrar?
Escuchó un suspiro de Porchay y ambos giraron su cabeza hacia él que estaba sonrojado, con una clara erección presionando sus pantalones y mirándolos como si fueran la cosa más perfecta del universo... Kim no quiso pensar lo malditamente atractivo que se veía en ese estado vulnerable de placer, pero si lo pensó, por supuesto.
– Dios mío... ¿qué cosa acabo de ver? – preguntó Porchay ahogando un suspiro
– A dos tipos besándose, aclarando eso... ¿Hemos terminado aquí? – preguntó dando un ligero empujón a Wolfgang en su abdomen pero este no se quitó –
