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Cato

Los primeros rayos de sol se cuelan a traves mi ventana y me hacen despertar.

Hoy era el día, el día de la cosecha, el día que marcaría mi vida para siempre.

Sin quitarme el pijama bajo a la cocina y me obligo a desayunar algo, después pruebo a lanzar unas cuantas cuchillas a la diana que tenía en mi garage.

De seis cuchillas seis dan en el blanco. Clove estaría orgullosa de mí.

Cuando mis padres me interrumpen decido que ya es suficiente y regreso al salón con ellos.

—Cato, ya sabes lo que tienes que hacer. —me recuerda mi padre con expresión seria.

—Hijo, tú padre y yo creemos en tí, no nos decepciones.

Daba asco ver cómo fingían preocupación por mí, era como ver una obra de teatro con malos actores.

—Ya, bueno. Voy a vestirme, queda poco para la ceremonia.

Sigo el código de vestimenta para el día de la cosecha y me visto con la prenda blanca más arreglada que tengo en mi armario, salgo a la calle y camino hacia la casa de Clove.

—Clove— la llamo elevando la voz a través de su puerta— Clove abre, soy Cato. Vamos a llegar...— bajo el volumen porque antes de terminar la frase, Clove abre la puerta.

Ella llevaba un vestido blanco con algunos bordados en oro. Se había recogido el pelo en una trenza de espiga y sus joyas y zapatos iban a conjunto con su ropa. Así vestida hasta parecía inofensiva.

—...Tarde — terminamos al unísono la frase.

Abro la boca para decir algo pero solo consigo soltar aire.

—Vamos, va a empezar. —dice Clove esquivándome y echando a andar.

Para entrar en la plaza tuvimos que pincharnos el dedo y dejar una muestra de sangre en un informe con nuestros datos. Una vez dentro observé el alrededor, este año el escenario era más grande y estaba custodiado por varios agentes de la paz acompañados de sus armas. Muchos niños lloraban preocupados, la gente más anciana parecía mantener la calma algo mejor.

La nube de gente se dividía en dos conforme nos acercábamos al escenario, a la izquierda los hombres y a la derecha las mujeres.

Busco la mano de Clove y la agarro buscando algo de seguridad.

—Suelta —gruñe rápido mientras sacude su mano y la aleja de la mía.

—Que humos —me quejo.

Nos separamos y yo me coloco en el grupo de la izquierda, donde había desde niños con solo 10 años, hasta hombres adultos de 50.

Minutos después una mujer vestida con brillos y volantes sube al escenario acompañada de dos agentes de la paz que colocan dos urnas de cristal en mesas separadas.

La mujer se acerca al micrófono y empieza a hablar con voz aguda casi insoportable. Si no me matan los juegos lo hará su timbre de voz.

—Bienvenidos al septuagésimo cuarto día de la cosecha, y antes de empezar, que la suerte esté siempre de vuestra parte.— comienza —Creo que podemos saltarnos la presentación... Distrito 2, conocido en el capitolio por enviar a los mejores tributos para competir por la victoria en los juegos del hambre, ¿Cumpliréis este año las expectativas y haréis honrar a vuestro distrito? ¡Averigüémoslo!

Mientras la mujer se acerca a la urna con los papeles rellenados con nombres masculinos, busco a Clove con la mirada. Ella tenía toda su atención en la mano de la mujer que ya abría un papel aleatorio de la urna.

HISTORIA DEL DISTRITO 2 - Cato y CloveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora