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Clove

¿Como no nos dimos cuenta?

Marvel había sido cegado por la rabia, él se encabezó con la idea de vengar a Glimmer. Nos manipuló a su gusto para escapar mientras dormíamos y salir en busca de su indirecta asesina, Katniss.

Cato grita su nombre con desesperación mientras corremos entre los árboles. No puedo seguirle el ritmo. Cada paso que doy noto como arden los cortes de mi pierna. Siento que voy a derrumbarme en cualquier momento. Y entonces, justo cuando voy a rendirme ante el dolor, Cato distingue a lo lejos un cuerpo en el suelo. Nos acercamos y cuando solo quedan un par de metros mi compañero se lleva las manos a la boca ahogando un grito desolado. Veo como se le cristalizan los ojos. Entonces entiendo que es Marvel quién está allí tumbado, quién hizo que el cañón sonara.

Me agacho hacia el cuerpo y lo observo. Retiro una flecha incrustada entre sus costillas y se la muestro a Cato.

Aprieta los puños y las venas de sus brazos parecen a punto de estallar.

—Katniss. —murmura lleno de odio.

Esa chica, no sé cómo, ha conseguido acabar con las vidas de dos profesionales. Primero Glimmer, ahora Marvel... Está claro que su objetivo somos nosotros, pero juro que le cobraremos hasta la última gota de sangre derramada por los chicos. 

—Descansa, hermano —se despide Cato con nostalgia antes de dedicar una última mirada al cadáver y darle la espalda, perdiéndose una vez más en el bosque.

Ni una sola lágrima ante la muerte de Marvel. Ni una. Queda confirmado que Cato es un ser egoísta y sin sentimientos, incapaz de llorar.

—¡Eh tú! ¡Cato! ¿Que coño te pasa? ¿Es que tienes un petardo en el culo?

—¿Perdón? —pregunta ofendido.

—¿Por qué tanta prisa? No puedo seguirte el ritmo.

—Quiero llegar a la cueva este año y tú caminas como una vieja con Taca Taca.

—¡Oh, perdona! Iría más rápido si el señorito no me hubiera cortado la pierna a tiras.

Consigo que Cato baje la cabeza y se tranquilice. O eso creo yo.

Tras un incómodo silencio levanta la mirada con firmeza y la clava en mí. Siento como un escalofrío recorre mi cuerpo al completo. Ese no era Cato. No era su mirada. Ahora en sus ojos solo había maldad. Se había convertido en la bestia que todos creían que era.

—Pues alomejor ya va siendo hora de que nos separemos.

—¿Qué? —pregunto completamente desconcertada.

—Los dos sabíamos que tarde o temprano tendríamos que distanciarnos. Si no me vería tentado a matarte mientras duermes.

—Cato no hables tonterías —digo con cierta preocupación en mi voz.

—No, Clove, lo digo en serio.

—...Si ha sido por algo que yo haya dicho... Sabes que soy muy bruta y tengo mal carácter pero Cato yo...

—¿Tu qué Clove? —pregunta con desdén.

Guardo unos segundos de silencio sin creerme lo bajo que estoy a punto de caer.

—No me dejes sola. —le suplico finalmente en un susurro apenado.

—Lo siento.

Su tono es neutro, casi que frío y distante.

Ahora es a mí a quién Cato da la espalda antes de alejarse.

Me quedo atónita infinitos minutos. Quieta y perdida en el bosque.

¿Que acababa de pasar? ¿Y por qué?  Lo único que sé es que Cato ya no está aquí conmigo. Que ha roto su promesa de nunca dejarme sola. Y que probablemente si nos volvemos a encontrar será para desenfundar nuestras armas y luchar a muerte.

Me obligo a no llorar. ¿¡Que me ocurre!? Soy Clove Kentwell, la chica del 2. Fuerte, decidida, temible, intrépida, inteligente y ante todo autosuficiente. Futura ganadora de los juegos. Llevo preparándome para esto toda mi vida y no pienso dejar que Cato me joda.

Con seguridad en mí misma agarro mis cuchillas y me deshago de la mochila vacía.

Comienza la caza y es peligroso estar sola en mitad del bosque. La cueva está ocupada por Cato, así que tengo que encontrar un nuevo refugio antes de que anochezca si quiero terminar con vida este cuarto día en los juegos.

Horas y horas caminando sin parar y sin encontrar ningun lugar seguro. Los últimos rayos de sol alumbran el bosque.

Comienzan los escalofríos. Poco después la fiebre. La cabeza me da vueltas y se me hace pesado mi propio cuerpo.

Me paro y miro los cortes de mi pierna. Mierda. Tienen una pinta horrible. ¿Mi muslo siempre ha sido azul? La verdad que no lo sé, ya no sé nada.

Siento que me falta el aire y empiezo a ver doble, no, triple. Ahora ya solo veo un borrón marrón y verde que gira velozmente a mi alrededor. Me agobio y empiezo a desorientarme hasta perder el conocimiento. Todo acaba con un golpe en la cabeza al desmayarme.

Me encuentro en la oscuridad pero no logro despertarme. Ya no siento dolor, fiebre ni mareo.

¿Estoy muerta?

HISTORIA DEL DISTRITO 2 - Cato y CloveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora