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Cato

—¿Quién es el mejor? Yo, yo lo soy. —vacilo mientras ayudo a Clove a levantarse.

—Ha sido suerte. Pero te propongo algo...

En sus labios se forma una sonrisa llena de maldad y diversión.

—Te escucho.

—Ven conmigo.

Sigo a Clove a través del salón y nos detenemos en el puesto de lanzamiento de cuchillas nuevamente.

—¿Que hacemos aquí otra vez?

Clove me agarra del brazo y me lleva junto a los muñecos con silueta humana que hacen de diana.

—No te muevas. —me dice tras pegar mi espada al muñeco.

Ella se aleja y agarra algunas cuchillas.

—¿Que vas a hacer? —pregunto empezando a arrepentirme.

—Tranquilo, valiente.

A tan unos metros de mí, Clove agarra la primera cuchilla y se prepara para lanzarla.

—Ni de coña. —digo dispuesto a moverme de allí e irme, pero la primera cuchilla se clava en el muñeco a milímetros de mi oreja.

—Te he dicho que te estés quieto.

Clove agarra una segunda cuchilla y la afila rápidamente mientras yo observo estático. Está loca, joder. Tiene en su cabeza una locura preciosa, ¿Como no voy a perder la puta razón por ella?

De nuevo una cuchilla vuela hasta clavarse en el muñeco a una distancia casi inexistente de mi cabeza.

—Clove, basta.

—¿Que pasa, no confías en mí? —ríe ella algo macabramente.

Otras dos cuchillas a mi lado hacen que me calle.

Seis lanzamientos después, Clove decide que ya es suficiente y devuelve las cuchillas a su lugar.

—Impresionante. —exclamo con ironía. —¿Qué era lo que pretendías? ¿Asustarme?

Ella rueda los ojos y se aleja sin decir nada.

—Cato, ven aquí. —me llama Marvel que ha estado observando todo oculto en una esquina. —¿Puedo preguntarte algo?

—No.

—¿Por qué te enamoras de alguien que sabes que va a morir?

—No digas tonterías.

—He visto como la miras. Además, te he escuchado antes hablando con ella, cuéntame, ¿Que ha pasado hoy bajo tus sábanas, Cato? —pregunta con una sonrisa pícara.

—Hemos jugado al ajedrez.

Me esperaba una risa de parte de Marvel, pero el chico cambió su expresión a una más triste, como si estuviera compadeciéndose de mí.

—Bueno, Cato, pués sigue jugando al ajedrez con ella si tú quieres, pero más temprano que tarde tendrá que acabar la partida, solo uno podrá conservar todas sus fichas ¿Y entonces qué? Lo pasarás mal, lo pasarás muy mal porque ya no tendrás con quién jugar al ajedrez. ¿De verdad crees que merece la pena enamorarte ahora? Piénsalo. Dicho esto, me esfumo.

Marvel abandona el salón junto con el resto de tributos. Ya había acabado el tiempo de entrenamiento.

Yo me quedo un rato más allí, quieto, pensando en lo que él chico me había dicho. Tenía razón, no puedo dejarme llevar por mis sentimientos justo ahora, ya es tarde, cualquier afecto hacia otro tributo era una debilidad en el campo de batalla. No podría proteger a Clove. Tendría que luchar contra ella, quizás hasta matarla.

No sé qué es esto que aún no ha podido empezar, pero debe quedarse así, en nada. Era lo mejor para Clove y para mí.

Entro al ascensor y subo a la planta 2. Abro la puerta y veo que Charles y Clove ya están cenando. Es temprano, pero a ninguno nos dió tiempo a almorzar y ahora tenemos hambre como para comernos a siete Charles a la brasa.

Me siento con ellos a la mesa y me uno a la conversación, pero no me atrevo a mirar a Clove en toda la comida.

Es triste, pero los siguientes cinco días transcurren igual.

Yo no le hablo directamente a ella y ella no hace ningún esfuerzo por hablarme a mí.

Pero ya me había cansado.

Dejo la espada en su lugar y atravieso la sala de entrenamientos en busca de Clove. Ella, para variar, se encuentra lanzando cuchillas a la diana en el puesto del que se ha adueñado.

—Clove ¿Podemos hablar? —llamo su atención agarrándole de la muñeca para que suelte las cuchillas.

—¿Hablar? ¿Conmigo? Pensé que te habías olvidado de como se hacía.

—Esta bien, tienes razón. Pero no quiero que sigamos así.

—Pues ahora yo sí quiero. —contesta con indiferencia.

—Clove, no seas infantil.

—¿Infantil? Yo no soy quién deja de hablar seis días antes de los juegos a su amiga con la que se acostó una vez solo por qué sí.

Tiene razón, y entiendo que esté molesta, pero también sé que me va a perdonar.

—Clove... Somos aliados, no podemos estar así el día antes de los juegos.

—Aliados... —repite mirándome a los ojos con decepción. —está bien, olvidemos esta semana al completo, lo que importa son los juegos y quedan poco más de 24 horas. Ahora, aliado, te recomiendo que vallas y sigas entrenando, te hará falta.

Clove agarra de nuevo las cuchillas y se gira para seguir con sus lanzamientos.

Estoy confuso, ¿Me había perdonado o no?










HISTORIA DEL DISTRITO 2 - Cato y CloveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora