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Cato

Me quedo en vela toda la noche, observándola con la esperanza de que despierte.

He sido un cabrón con Clove. Le prometí que no le dejaría sola y no he tardado ni dos días en hacerlo. Quién sabe que le hubiera ocurrido si no hubiera decidido volver a por ella y traerla de vuelta a la cueva.

Éramos un equipo, ¿Qué nos ha pasado?

Un puñetazo en el puente de la nariz me saca de mis pensamientos.

¡Joder! ¿Me la he partido?

Después otros dos más.

Me alejo de Clove y al levantarme vuelvo a chocar la cabeza con el techo de la cueva.

—¡JODER! ¿¡ESTAS LOCA!?

—¡ERES UN HIJO DE PUTA! —grita haciendo un esfuerzo inútil por levantarse del suelo.

—¡Quieta, no te levantes! Tienes que dejar la pierna quieta.

Clove se mira la pierna y se queda desconcertada cuando ve que una crema cubre todo el corte y la infección está un poco mejor.

—¿Que me has hecho?

—Te he curado la herida que yo te hice. Los patrocinadores me han enviado medicinas.

—No te pienso dar las gracias.

—Lo sé.

—¿Y por qué lo haces?

—Porque te quiero.

Clove permanece quieta unos segundos. Después se levanta de un salto y se abalanza sobre mí.

—¡PUTO MENTIROSO! —me chilla volviéndome a golpear la cara.

Acto seguido cae al suelo, se lleva las manos a la herida y ahoga un grito de dolor.

—Te dije que dejaras la pierna quieta.

—¿Y desde cuándo hago lo que me dices?

—Callate y déjate cuidar.

—¿Por tí? Tan loca no estoy. —rie con sarcasmo.

—¡Clove, joder! Siento el numerito de antes, estaba mal por lo de Marvel... Sé que no justifica nada pero eres lo único que me queda y no quiero perderte a tí también, así que porfavor perdóname y quedate conmigo.

—¿Y cómo sé que no es otra de tus mentiras?

Me agacho para acercarme a ella y atrapó sus labios con los míos. Es un beso fugaz, ni muy largo ni muy desesperado, pero en él muestro todos mis sentimientos hacia ella.

Me separo unos centímetros y espero su reacción. Quizás se enfada, quizás me golpea, o quizás me besa con más pasión. Es Clove, es impredecible. Es peligrosa pero apasionada a la vez.

Parece querer decir algo pero el sonido de un nuevo cañonazo le distrae. Un jugador menos.

Cuando vuelve a la conversación parece haber ordenado un poco sus ideas.

—Quiero que te quedes conmigo. Quiero que te quedes porque disfruto tu compañía, porque tú sonrisa egocéntrica me hace reír, porque me entiendes y no me juzgas. Pero cada segundo que pasamos juntos nos hacemos mal, y es que no quiero tener que verte morir sabiendo que nos amamos, prefiero que nos odiemos y así poder disfrutar mi victoria sin que se me inunden los ojos en lágrimas al recordarte.

Ella está rota por dentro. No le gusta demostrarlo, pero llevamos mucho vivido juntos como para no notar esas cosas.

—Pués amémonos por las noches y odiémonos al despertar.

—Cato Hadley, no te soporto. —dice con media sonrisa de aprobación antes de buscar nuevamente mis labios.

Nunca le daré el gusto de reconocerlo en voz alta, pero la necesitaba. Había echado de menos cosas tan simples como acariciar su pelo, tocar su piel o sentir su respiración en mi cuello. También algunas algo más especiales como el poder morder sus labios, notar sus uñas arañar mi espalda, o escucharla gemir mi nombre casi sin aliento.

Posiblemente seamos los dos únicos tributos que lo pasamos bien durante la noche. ¿Cuánto duraría esta felicidad? Pués no mucho, al despertarnos ella ya ha levantado una muralla invisible entre nosotros.

—Quinto día en los juegos. ¡Arriba! —me grita para que abra los ojos. —hace mucho que no damos caza a nadie ¿No?

—Hoy es buen día para retomar. ¿Cuántos quedamos?

—¿Con exactitud? Ni idea, pero supongo que entre 4 y 6.

—¿Tan pronto?

—Los dos del 12, la chica del 5 y...

—¿El chico del 11?

—Más nosotros dos, quedamos 6 con vida.

—¿Crees que sigue habiendo alianzas?

—¿Con tan poca gente? Lo dudo. Solo nosotros somos así de estúpidos.

—Genial, pués los estúpidos deberíamos salir ya de la cueva si queremos encontrarnos con alguien.

Una vez fuera, agarramos con firmeza nuestras armas y caminamos por el bosque con sigilo en busca de una nueva presa.

Nada. Por ningún lado. En un bosque tan grande es difícil coincidir con gente que no quiere ser encontrada.

No hay novedades hasta la tarde, que suena la megafonía no sé de donde.

—Tributos que quedáis con vida, ya se va acercando el final de los juegos y todos vosotros necesitáis algo para poder ganar. Hablo de provisiones. Comida, agua, medicinas, abrigo, armas... Disponéis de hora y media para presentaros en la cornucopia y agarrar la mochila con el numero de vuestro distrito. Es vuestra única oportunidad. Os desea suerte desde aquí fuera, el Capitolio.

—¿Has oído? —pregunto sin creer nada a Clove.

—Iremos. Hay que ir.

—¿Y si es una trampa?

—Claro que lo es, pero es nuestra única oportunidad para darles caza. Estarán todos reunidos, escondidos alrededor de la cornucopia.

—Si tú lo dices, que remedio.

—Así me gusta. —dice para después agarrarme la barbilla y dejar un rápido beso sobre mis labios.

Y así Clove Kentwell y yo emprendemos felizmente el camino hacia una muerte segura.


Pregunta importante, ¿Quién queréis que gane? ¿Clove o Cato?

HISTORIA DEL DISTRITO 2 - Cato y CloveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora