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Cato

Abro los ojos al sentir sus labios repartir suaves besos sobre mi pecho desnudo.

La claridad que entra por la ventana me ciega por segundos, después mis pupilas se acostumbran y consigo ver a Clove tumbada encima de mí.

—Adivino, no me soportas —me adelanto cuando parece que va a hablar.

—¿¡Como lo sabes!? —finge sorpresa.

Clove delinea con las yemas de sus dedos cada músculo que hay en mi abdomen.

—Creo que estoy empezando a entenderte. No estás tan loca, ni eres tan insensible y despiadada como haces creer. Solo quieres que te teman. En el fondo eres mucho más dulce.

Rápidamente Clove convierte su sonrisa en una expresión de enfado y detiene sus caricias para golpear mi estómago con fuerza.

—¡AAAH! —me quejo llevándome las manos a la barriga.

Ella sale de debajo de las sábanas y se pone de pie al otro lado de la cama.

Recoge su ropa del suelo y empieza a vestirse.

—¿¡A que ha venido eso!?

—No soy dulce. Tu eres el cursi. Me da asco.

—Y no me soportas, no te olvides de mencionarlo.

—Eso también.

—Pero me amas.

—¿Seguro?

—Lo dijiste.

—No lo recuerdo.

Clove sale con superioridad de la habitación, dejándome con la palabra en la boca.

Me río con ironía al observarnos desde fuera. ¿Que dirían nuestros padres de esta extraña relación? Tampoco podríamos averiguarlo, ya que solo uno de los 24 tributos podrá volver a casa con vida.

Entonces recuerdo que hoy es el día y mi sonrisa se evapora. Tocaba mentalizarme, meterme en la piel de un asesino, algo que en lo que no tardaría en convertirme.

Agarro mi ropa y me visto sin prisa hasta que el sonido del vidrio al romperse me sobresalta.

—¡AAAAAAHHH! —escucho un fuerte grito a pocos metros. Por la planta retumba una voz aguda a punto de quebrarse.

Preocupado, salgo corriendo de la habitación para buscar a Clove.

Ella está agachada en el suelo de la cocina, temblando, mientras susurra palabras que no entiendo.

Sus manos ahora tienen cortes de los que no para de salir sangre. Algunas gotas caen sobre los pequeños trozos del cristal roto que hay por toda la cocina.

Me agacho junto a ella y le agarro el cuello para hacer que me mire.

—No pasa nada. No pasa nada. No pasa nada. —le repito apresurado con la adrenalina por las nubes. —Háblame. ¿Que has visto?

—Yo... Yo...

—Tranquila. Ven.

Le agarro y le ayudó a levantar. Entramos al baño y mete las manos bajo el grifo de agua fría.

—¿Mejor?

—Sí. Gracias. —dice con un hilo de voz.

—¿Que ha sido?

—Nada yo... Creo que me estoy volviendo loca.

—¿Más? —bromeo.

Ella me fulmina con la mirada y entiendo que no es el momento.

—Tienes razón. Esto vuelve loco a cualquiera. —corrijo. —Ve al comedor, hoy hago yo los desayunos.

—El que se ha vuelto loco eres tú, ¿Qué quieres, quemar las tostadas? Porque no pienso desayunar carbón.

—Hay que ver que poquito confías en mí, eh.  Vete lejos, déjame tranquilo, yo me encargo.

—A sus órdenes, señor.

Clove me hace caso y se sienta en el sofá a esperar.

Sabía que se estaba haciendo la dura, que en el fondo esto le aterraba tanto como a mí. Nunca se está lo suficientemente preparado para los juegos del hambre. Quién sabe si un despiste puede costarte la vida allí, o quizás una mala alianza, o un paso equivocado...

Por suerte los distritos 1 y 2 contábamos con algo con lo que el resto de distritos no han podido contar, a nosotros nos han entrenado para esto desde pequeños, ellos no tienen ni una octava parte de la experiencia que Glimmer, Clove, Marvel o yo tenemos. Todo el mundo apostaba por la victoria de uno de nosotros cuatro.

Termino de hacer los desayunos y los llevo a la mesa.

—Pruébalo y verás que no soy tan mal cocinero.

Clove come, mastica y traga. Después da su visto bueno levantando su pulgar con una sonrisa satisfecha.

—Me inclino ante tí y tus dotes culinarias. —exagera.

—Venga, en serio, ¿Que te parece?

—No me disgusta. —dice dando otro bocado.

Más un punto para Cato.

Terminamos el desayuno y dejo a Clove sola en la planta para bajar y buscar a Charles, quién ya debería de haber venido a por nosotros si queríamos llegar con tiempo a los juegos.

¿Donde se mete este hombre cuando hace falta?





HISTORIA DEL DISTRITO 2 - Cato y CloveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora