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Cato

Me despierto, una mañana más.

Hace frío y no encuentro motivos para levantarme y salir de la cueva.

Entonces recuerdo que solo quedamos tres tributos con vida, contándome a mí. Probablemente ahora mismo me estén buscando debajo de las piedras. Esto hace que se esfumen mis ganas de encender una hoguera para calentarme, sé que verían el humo y descubrirían mi posición.

Por otro lado, ya no me queda comida. Necesito cazar algo, quizás algún pájaro o conejo de por aquí ¿Pero cómo? No tengo ni fuerzas ni recursos.

Me hago una bolita en el suelo e intento ignorar el hambre, la sed y el frio.

Me duermo. O más bien, hiverno.

No despierto en tres días, cuando el agujero en mi estómago ya me ha hecho perder varios kilos. Mi masa muscular es lo único que impide que se marquen los huesos de todo mi cuerpo. Tengo la garganta seca y la lengua acartonada, casi no la siento.

Me arrastro hacia el exterior de la cueva y allí me intento poner en pie.

Camino unos metros hasta encontrar el río y sumergirme lentamente hasta que el agua cubre mi cintura.

Allí muevo ágilmente mi espada y en cuestión de minutos acabo con la vida de varios pececillos de tamaño considerable. Siete en total. Cinco de ellos comestibles, los otros dos los devuelvo al río para no dejar rastro.

Muerdo la carne cruda de los bichos y me seco los labios al acabar. Después emprendo el camino hacia la cornucopia, hacia el mismo claro del bosque en el que todo empezó.

El cielo está gris, hace un día especialmente malo. Estos solían ser mis favoritos en el distrito 2, sin embargo aquí parecen mucho más artificiales, no sé si me explico.

Me parece haber oído algo.

Me paro y miro a mi alrededor.

Tardo unos segundos en volver a escuchar los ladridos.

¿Perros? ¿En el bosque? Lo dudo mucho. Además, los gruñidos son graves, parecen de algo más grande que un perro.

Entonces, pasos. Fuertes pisadas que hacen retumbar el suelo se acercan cada vez más a mí.

Cuando veo a lo lejos tres bestias que me triplican en tamaño, fuerza y velocidad, entiendo que se trata de un muto del Capitolio. Puede que un perro alterado genéticamente para hacerlo más feroz y, por lo tanto, mortal.

Me han visto.

Empiezo a correr en dirección contraria. No sé a dónde, no se en busca de qué, simplemente huyo.

Y cuando las bestias casi me alcanzan me encuentro con los tributos del 12, Katniss y Peeta, que ahora también corren conmigo.

Llegamos al claro del bosque en el que empezó todo. Corremos en dirección a la cornucopia, quizás si subimos ahí no nos alcancen...

Afilados dientes se clavan en mi pierna y me hacen tropezar. Después otra dentadura distinta en mi brazo. Empiezo a sangrar y a gritar con esperanza de que me liberen.

Tras dejarme casi inmóvil, los perros corren tras Peeta y Katniss para ahora intentar atacarles a ellos, claro que cuando los tres bichos peludos llegan los chicos ya están subidos sobre el techo de la cornucopia.

Mientras están distraídos me arrastro como puedo hacía el otro lado de la cornucopia e intento subir yo también.

Afortunadamente los perros no saben escalar, así que estamos fuera de peligro. O al menos eso creo.

Aprovecho que estaban ocupados con los perros y que ninguno de los dos me ha visto subir para acercarme con sigilo hacia el chico y sorprenderle por la espalda. Coloco mi espada en su cuello y le abrazo para acorralarlo. No tiene escapatoria. Katniss se da cuenta y rápidamente carga su arco con una flecha y me apunta con ella.

—¡Vamos! ¡Dispara! —digo riendo con ironía y desesperación.

Soy consciente de que es un suicidio, ¿pero y qué más da? Ya no me queda nada aquí.

La chica parece analizar la situación sin bajar el arma.

—Si yo muero el morirá conmigo —continuo mientras me acerco al borde del tejado.

—Cato, suéltale. No des un paso más.

—¡DISPARA JODER! —le grito con las lágrimas saltadas —no puedes hacerme daño. Nadie puede. Ya estoy muerto. Siempre lo he estado ¿¡NO ES VERDAD!? —grito esta vez al cielo, dedicando mis palabras al capitolio, que se que me escucha en vivo y en directo, pero sobre todo a mis padres, esos que me empujaron a venir aquí.

—¡QUE LE SUELTES O TE MATO, JODER!

—¿¡ES QUE NO TE DAS CUENTA!? Somos peones. Somos solo putas piezas en un juego mucho más grande. Tú eres un peón, tú también, y yo, y Glimmer, y Marvel, y Tresh también, y Clove... A mi ya nada me ata a este mundo, no veo el sentido de aferrarme a una vida sin ella...

—¿Ella?

—Dispara esa flecha y volveré a reunirme con ella. Esta vez prometo no dejarla sola, prometo protegerla. Dispara y habrás ganado los juegos, Katniss. Solo tienes que soltar esa cuerda y volverás a casa.

Y sí que dispara la flecha, pero a mi mano. La misma mano con la que agarraba al chico.

Cuando la flecha atraviesa mis nudillos me veo obligado a soltar al chico. Este me empuja mientras me retuerzo de dolor y caigo al suelo. Mi espalda cruje y siento como pierdo grandes cantidades de sangre por las profundas heridas de las mordeduras y la flecha aún clavada en mi puño.

Entonces me olvido del dolor, sonrío aliviado y espero a los perros. En pocos segundos sus afilados dientes me atraviesan hasta ser descuartizado, tragado y digerido.

Sin embargo, siento que estaba preparado para morir. De alguna manera ya he cumplido con mi deber aquí ¿No?

Escucho un cañonazo y todo se vuelve negro para mí.

Siempre me preguntaré quién fue finalmente el ganador. Apuesto por Katniss. Pero supongo que esa es otra historia, la historia de los protagonistas de los 74th juegos del hambre, y no la de los villanos.

Ya solo me queda alegrarme y esperar el reencuentro con los chicos con los que cumplimos nuestro sueño. Especialmente cierta morena con mal carácter que no me soporta pero tengo ganas de volver a besar...

Así que supongo que esto es un adiós. El final de un sueño cumplido con un final no muy bonito.

Sin cariño:
los 4 chicos con 1 sueño en común.






HISTORIA DEL DISTRITO 2 - Cato y CloveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora