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Cato

Sus ojos perdían vida conforme pasaban los segundos. Su oscura mirada se perdía en el infinito.

Al igual que yo, temblaba.

Su cabeza no paraba de derramar sangre. Llevo mis manos hacia el golpe e intento hacer algo, lo que sea para que sobreviva.

No podía irse, ella no.

-Cato... -gritos ahogados dejaban escapar todo el miedo en aquel hilo de voz con el que pronunciaba mi nombre.

-Estoy aquí. Estoy aquí.

Las lágrimas descienden por sus mejillas hasta perderse en la tierra. Y no es la única. Yo también lloro. Lloro porque puedo. Porque el alma me lo pide. Porque no aguanto verle así. Porque me duele la idea de que ella me falte. Porque quizás no vuelva a escuchar su risa, ni a despertar junto a ella. Porque no pude aprovechar cada segundo a su lado. Lloro porque la amo. La he amado siempre y no me he dado cuenta hasta ahora. Y eso me jode, me jode mucho.

-Clove, aguanta. Te vas a poner bien.

Casi no se me entiende al hablar, de mi boca solo escapan gemidos de dolor.

-Los dos sabíamos que esto pasaría.

-No va a pasar nada porque te vas a quedar conmigo. Me lo prometiste, ¿Te acuerdas?

-No te soporto.

Y por algo tan simple me convierto en un mar de lágrimas. Ni en sus últimos segundos de vida abandona su sarcasmo. Era algo muy suyo, muy propio, y se me forma un vacío en el pecho al pensar que no volveré a escuchar esas tres palabras salir de entre sus labios.

-¿Que hago yo sin tí? No puedo, Clove... Te necesito conmigo. ¡No puedes dejarme, joder! Teníamos planes. Vas a salir de esta y volveremos a casa juntos... Clove, por favor. Dime algo. ¡CLOVE DIME ALGO!

No quiero aceptarlo, no estoy preparado para despedirme.

-Quédate otro rato, hazlo por mí. Eres fuerte para eso y para más, Clove, eres eterna. No puedes rendirte ahora. Di algo. ¡Respira!

Golpes de furia al suelo y gritos de melancolía al cielo con la esperanza de que despierte, de que mueva un brazo, una mano o un dedo... con un dedo me vale. De qué me golpee, de que me insulte, de que me cabree y me provoque. De que salte sobre mí y me bese.

-¡RESPIRA JODER, CLOVE! ¡CLOVE, DESPIERTA!

Mis gritos van perdiendo fuerza conforme las lágrimas descienden de mis ojos cada vez con más frecuencia.

Me inclinó hacia su cuerpo y beso sus fríos labios que permanecen quietos. Un beso por todos los que no te di, un beso por todos los que no podré darte.

Coloco mi mano sobre su corazón y recupero las esperanzas al ver que aún late.

-¡CLOVE! ¡SI ME OYES DAME ALGUNA SEÑAL! -grito con entusiasmo. -¡VENGA CLOVE MUÉVETE! ¡LEVÁNTATE Y BÉSAME, JODER!

Entonces suena el cañonazo.

Vuelvo mi mano a su pecho y me quedo paralizado con mil emociones formando un nudo en mi garganta. Y es que en el momento en que su corazón se detiene, el mío cambia para siempre.

Compañera, amiga, aliada y amante. Un Cato que había aprendido a amar se derrumba mentalmente ante el cadáver de su Clove.

Y lloro durante horas, lloro con el alma. No lloro físicamente, lloro de la manera que más duele, lloro con los recuerdos.

Llega la noche y proyectan la cara de Clove en el cielo para anunciar que ya no está aquí. Entonces vuelvo a la realidad con más dolor que nunca.

—Te haré venganza. —me despido dedicando una última mirada a su cuerpo pálido.

Camino de vuelta a la cueva y me refugio del frió allí. No consigo dormir. La voz de Clove gritando auxilio me taladra el cerebro.

Aún así conservo la pequeña esperanza de que cuando amanezca ella esté aquí, tumbada sobre mi pecho.

Pero sé que milagros así solo suceden en los libros ¿No?

HISTORIA DEL DISTRITO 2 - Cato y CloveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora