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Belladona, un nombre curioso, pero ese era el que su madre había escogido para ella esperando que fuera tan mortal como el veneno de la planta lo era. La mujer estaría orgullosa de saber que su hija fue seleccionada en Slytherin, la misma casa a la que ella en su juventud perteneció, pero lo cierto es que su suegro, el señor Bartemius Crouch,  se había asegurado de qué no pudiera verla jamás.

Bell era hija del conocido mortifago Barty Crouch Junior y Alexandra Selwyn, ambos pertenecientes a las familias de los Sagrados 28, y por supuesto puristas de sangre. Su padre fue encarcelado, su madre no, pese a que se sabía muy bien su apoyo a Lord Voldemort, la verdad es que no había ninguna prueba que la vinculara a una participación activa en su causa. Aún así fue suficiente para que Bartemius y su esposa decidieran hacerse cargo de su nieta, asegurando que su camino no se torciera como el de sus padres.

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Otro año de clases, Belladona estaba apoyada en una columna esperando que toooda la familia Weasley pasara de una vez por la Plataforma 9 ¾, entre ellos estaba el famosísimo Harry Potter, uno que ella personalmente no toleraba, le cansaba que su presencia parecía traer siempre desgracia.

Cuando al fin estuvo libre atravesó la columna, como era costumbre el lugar estaba lleno, los que más ocupaban espacio y estorban al caminar eran los padres con sus hijos, aquellos que iban a ingresar a primer año. Padres aún venían a despedir a algunos de los jóvenes de cursos más altos, pero eran unos pocos.

Ella prefirió entrar al expreso, puso la jaula de su lechuza en el asiento a lado suyo mientras se acomodaba del lado de la ventana. Desde ahí iba curioseando a los nuevos y por supuesto a sus compañeros de curso.

Mia bellissima compagna di ballo, finalmente ti trovo —escuchó luego de un tiempo desde la puerta.

«Mi hermosa compañera de baile, al fin te encuentro».

—Theo, no te vi por la ventana —respondió sonriendo.

Él se sentó frente de ella, vió a su mascota mirarlo intensamente y no tuvo más opción que saludarlo con la mano, hasta que no lo hacía el ave no dejaba de clavarle la vista.

—Subí hace un largo rato al tren, supongo que antes que tú —habló ésta vez en español.

Estuvieron charlando un largo rato mientras los alumnos iban ingresando poco a poco. Theodore Nott y ella eran amigos desde el segundo año en Hogwarts, curiosamente su amistad no inició en la escuela sino en vacaciones, ambos habían asistido a un glamoroso evento de sociedad acompañando a sus familias, él estaba hecho para eso, frente en alto, carismático, apuesto, sociable; fuera de las paredes de Hogwarts era un tipo amable y caballeroso, lo que uno esperaría de un hombre rico y de sangre pura, apariencias por sobre todo. Ella, por otro lado, era amable, sin dudas hermosa, pero tenía escasos conocimientos de cómo socializar, lo más cercano a una charla que tenía era con Winky, la elfina doméstica de su familia, su abuelo exigía nada más que perfección, y no confiaba demasiado en su nieta, ella nunca falló en nada, obedeció cada orden que él le dio, sin embargo le atemorizaba que su nieta termine tan desviada como sus padres, así que no la dejaba salir, o tener amigos, nada que la dejara fuera de una vigilancia extrema.

Theodore la vio sola, bebiendo agua cerca de la visión de su abuelo, le parecía un desperdicio total teniendo en cuenta lo bella que se veía en aquel vestido verde oscuro. La terminó invitando a bailar, y sin dudas descubrió que era malditamente talentosa, terminaron charlando, al fin y al cabo ambos eran conscientes de que eran compañeros de año y de casa en la escuela, desde ese día se volvieron inseparables.

SNAKESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora