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Mattheo se había dormido en el cuarto de Belladona, acostumbraba a hacer eso desde que supo que volvió, estaba esperando tener una oportunidad para hablar con ella. El día del baile había llegado, era pleno amanecer y él seguía durmiendo boca abajo en la cama.

—Matty, Matty —susurró alguien.

Las patas de Liefde escarbando en su espalda lo despertaron de golpe.

—Me dejas todo lastimado —se quejó mientras lo veía saltar del colchón al suelo. Mirando al cachorro vio un par de zapatos, levantó su vista hasta dar con el rostro de quién estaba ahí—. ¡Wolfy! —exclamó, se destapó y con torpeza se levantó para abrazarla con fuerzas—. Sé que te debo mil disculpas, te juro que haré lo que sea necesario, pero por favor no me dejes —rogó.

—Matty, te amo —susurró abrazándolo e intentando no llorar—. Dime, ¿estarías dispuesto a irte conmigo ahora? Necesito alejarme de Hogwarts...

—Claro que sí, te llevaré a dónde quieras —respondió exaltado mientras se separaba y le tomaba el rostro en sus manos—. Te amo, Belladona, te juro que por ti haría lo que fuera.

Y entonces sintió como un hechizo impactaba en él, logró ver que Tom era el que lo lanzó

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Y entonces sintió como un hechizo impactaba en él, logró ver que Tom era el que lo lanzó. Insultarlo o golpearlo es lo que más tenía en mente, pero estaba totalmente paralizado. Su cuerpo cayó sobre la cama, escuchó a Belladona hablar sin comprender bien qué decía mientras todo se volvía negro.

Para cuando se despertó, dos horas después, el único presente era Tom y Liefde, que estaba acurrucado en la cama haciéndole compañía. Le lamió el rostro al verlo abrir los ojos y movió su cola.

—Esto es lo que va a suceder —habló Tom antes de que él hiciera algo—, vas a fingir que no tienes ni una memoria de Belladona, seguirás tu simplona vida como si nada hubiera pasado. Kalina estará más que encantada de hacerte compañía, he escuchado que Greengrass está ofendida con Theodore, quizás puedas...

—¿De qué mierda hablas? —interrumpió Mattheo.

—Tienes dos opciones, hermano. Sigues mis órdenes o literalmente voy a borrar todos los recuerdos de ella de tu cabeza.

—Te mataría antes que lo intentaras.

—Tienes el ego demasiado alto, Mattheo, la verdad es que te podría desarmar antes de que intentes algo.

—¡¿Por qué me pides algo así?! —se quejó cuando aceptó que lastimosamente tenía razón.

—Elige, y si tu elección es hacerme caso, aceptaré contarte lo que sé. Confía en mí, pese a todo, sabes que puedes hacerlo.

Y era verdad. Podría ser lo cruel que quisiera, pero Mattheo sabía bien que su hermano jamás le haría daño, que aunque odiara al mundo entero, a él quizás lo odiaba menos.

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