18

543 45 5
                                    

· · • • • ✤ • • • · ·

El profesor Snape les había ordenado volver a sus habitaciones, ninguno esperaría en el despacho del director por ninguna razón. George tuvo que desviarse para ir hasta la sala común de Gryffindor, Joanne para la de Ravenclaw y Mattheo y Tom (junto al cachorro) volvieron a su propia sala común. Snape no se fue hasta que los vio a los tres (ya estaba incluido Theodore) beber hasta la última gota de un brebaje para dormir, es obvio que sabía que sino estarían revoloteando por ahí y es lo que menos quería que sucediera.

Alrededor de las cinco de la mañana Liefde rasguñaba desesperado la puerta de la habitación, los tres estaban dormidos profundamente como para sentirlo sin embargo, una media hora después fue Nox quien ululó queriendo llamar su atención.

Nada pasaba.

El ave se infiltró a la cama de Tom y le comenzó a clavar las garras en el brazo para despertarlo.

—Nox —se quejó al abrir los ojos—. Basta —ordenó, pero éste le golpeó con el ala—. ¿Quieres que deje salir al perro? —preguntó al escuchar el ruido de las uñas contra la madera.

El ave asintió con la cabeza.

Tom, aunque adormilado, se levantó, se puso un pantalón sobre el mismo pijama y un abrigo negro, buscó la correa del cachorro, se la puso y abrió la puerta.

Tuvo que hacer fuerza en todo el camino para que el perro no lo arrastrara, se veía inquieto, al igual que Nox que volaba encima de ellos por los pasillos. Le llevó mitad de recorrido despertarse y también pensar un poco, cuando la poción parecía perder poder en su cuerpo comenzó a razonar lo que estaba pasando.

Era de madrugada.

Debían haber pasado como seis horas desde que Dumbledore se fue.

Liefde y Nox estaban siguiendo un camino fijo.

Belladona tenía que estar en el castillo.

Cuando la simple idea se pasó por su cabeza, se permitió correr para que el cachorro también pudiera hacerlo al fin. Mientras pensaba y corría, logró asumir que lo estaban llevando a la enfermería, tenía sentido que ella esté ahí, aunque la idea le revolvía el estómago y le hacía doler el pecho.

Abrió la primera puerta. Vacío. La enfermería estaba vacía, ni siquiera estaba Madame Pomfrey. Sin embargo Nox se acercó hasta otra puerta, una que estaba al final del salón, mucho más cerca de la oficina de la mujer que de las camillas.

Tom abrió la puerta luego de soltar la correa. Liefde saltó directamente a la cama, Nox aterrizó en el cabecero de ésta.

Ahí, acostada, estaba Belladona. Tom se quedó un segundo paralizado, su cerebro intentaba procesar aquello, asegurarse que realmente era ella. La vio sentarse cuando la lamida en su rostro la había despertado, estaba pálida, delgada, con grandes ojeras.

—Tom —musitó aterrada.

Su voz diciendo su nombre, aún si lo hacía de aquella manera, hizo vibrar cada fibra de su ser. Cerró la puerta tras de él antes de dar pasos largos y rápidos hasta la cama, se dejó caer en ésta mientras tomaba en brazos de manera necesitada a la joven.

—Estás aquí —confirmó sintiendo su cuerpo contra el suyo, la urgencia de tenerla en sus brazos era una sensación nueva para él.

Belladona nunca antes pensó que el cuerpo de Tom, que al contrario de Mattheo era helado, podría sentirse tan cálido. Sus manos frías eran la cosa más reconfortante que había sentido desde hace un buen tiempo, uno que para ella fue eterno. La joven pasó suavemente sus manos por la espalda de él.

SNAKESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora