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—Aún falta para que lleguen Matt y Theo, ¿quieres practicar un poco más? —preguntó Belladona mientras le ofrecía una barra de chocolate a Tom.

Él aceptó, analizó el paquete asegurándose de que no le estaba dando algunas de esas raras que pintan la lengua, pero eran normales, lo único diferente era que en vez de un color marrón eran de un color rosado.

—Es chocolate blanco —volvió a hablar al verlo indeciso—, por supuesto con un hechizo de color —mencionó mostrándole el suyo que era color celeste.

—Respondiendo a lo primero, podríamos probar que tal están tus defensas —habló luego de dar un bocado.

—Me parece bien.

Con menos cortesía que la otra vez, intentó meterse en su mente apenas le dijo que sí.

El bosque, que alguna vez fue mucho más bonito a la vista, ahora era una pesadilla. Habían enredaderas llenas de espinas por doquier, los árboles parecían más ser de un color negro que de un verde.

—Supongo que así está tu mente desde que él no asistió —no temió decir mientras extendía su varita, o bueno, la versión que él mismo llevaba de ésta

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—Supongo que así está tu mente desde que él no asistió —no temió decir mientras extendía su varita, o bueno, la versión que él mismo llevaba de ésta. Los hechizos que salieran de su punta no iban a provenir de la magia real, sino de la fuerza de la mente de Tom sobre la de Belladona.

Intentó usar «incendio» para despejar su camino, pero de la nada se encontró en un pantano, el fuego se extinguió por unas manos de agua que provenían del lago. Cuando se dio cuenta él mismo estaba parado sobre barro profundo, caminar era casi imposible.

—Aún así, sola como tal no estás. Tu madre aún está viva ¿no?

Encontró entonces salida dejándose hundir, cerró los ojos y se encontró en un recuerdo que parecía coincidir con el que alguna vez vio de su secuestro, y el de hace minutos de ella hablando con Winky.

«¿Tuviste que ver en ésto?» podía escuchar la voz del viejo, muy, muy lejos.

El recuerdo se veía borroso, el intento de Belladona por echarlo.

Tom estaba junto a la versión más pequeña de ella, detrás de una puerta mirando por la cerradura. Apenas podía ver a Bartemius, no se veía con quién hablaba.

«No sé de qué hablas» una voz de un hombre respondió.

«Estoy seguro que Alexandra Selwyn tuvo algo que ver con lo de...»

El recuerdo se volvió negro, y Tom se vio atrapado por miles de gruesas enredaderas, sabía que el dolor no era real, ni la sangre, que él podía respirar con tranquilidad en el mundo real, se concentró en eso, de otra manera cedería ante Belladona.

—Estás muy callada hoy —regañó mientras se lograba liberar de lo que lo atrapaba—. Es inteligente no querer caer ante mis provocaciones, tu padre estaría orgulloso de ti.

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