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Mattheo pasó los dedos por la serpiente, sentía su pecho oprimirse con fuerza ante el recuerdo de las palabras de Joanne. Sus ojos intentaban no ceder ante el inminente llanto que lo estaba por consumir.

—Me recuerdas —musitó Belladona—. Tom no te borró la memoria, ¿no es así?

—No lo hizo —musitó sin ser capaz de verla a los ojos.

—Matty...

—No me pidas que me vaya. Eso te hará daño, y sinceramente a mí también.

—No iba a hacerlo.

—Juro que no seré estúpido, así que no necesitas prevenirme de nada. Intenta llevarme lejos sin miedo, así esa maldita cosa no te hace daño, yo te prometo que no iré. Eso debería dejarnos a los dos a salvo, ¿no?

La joven no emitió palabra alguna, no podía responder a eso. Incluso si lo intentara.

Mattheo la abrazó y, ya que estaba sentado, su mejilla chocaba directamente con el abdomen de ella, quien no dudó en acariciar con cuidado su cabello. En otra ocasión, en una en la que nada de eso hubiera pasado, seguramente tendría mucho que decirle, sobre la apuesta, sobre que esté todo lastimado, sobre mentirle sobre olvidarla, pero en esa vida, nada de eso importaba ya, o al menos no para ella.

La puerta se abrió de par en par, el ruido provocó que tanto Nox como Liefde dieran un salto asustados. Y como si eso no fuera suficiente él la cerró de otro portazo.

—¡¿Qué mierda haces, Mattheo?! —La voz de Tom era dura y también estaba cargada de una desesperación muy clara.

Eso era lo único que su hermano necesitaba para estallar, apartó a Belladona con cuidado y se levantó de la cama furioso, las lágrimas se convirtieron en un recuerdo porque dejó que el dolor se convirtiera en ira.

—¡Esto es tu puta culpa! —bramó haciéndole frente como nunca antes lo había hecho, ellos nunca habían tenido una verdadera discusión—. ¡Creí en ti! ¡En tus tontas ideas! ¡Wolfy podría morir porque decidí hacerte caso! —gritó mientras lo tomaban del cuello de la camisa y lo estampaba contra la puerta.

—Sueltame antes de que te mate —amenazó Tom llevando una de sus manos hasta su varita.

—¡Basta los dos! —intercedió Belladona intentando separarlos antes de que alguno se hiciera daño.

Liefde le ladraba a Tom mientras Nox aleteaba molesto sobre la cabeza de Mattheo. Era evidente el lado que tomaba cada animal.

—¡¿Ves esto?! —exclamó Mattheo mientras se separaba y señalaba la serpiente en el cuerpo de la joven—. Ésta mierda la está matando, y nosotros podemos pararlo, ¡pero tú nos mantuviste lejos y esa porquería avanzó sin descanso!

Los dedos de Tom soltaron la varita al notar la enorme serpiente que rodeaba la cintura de Belladona, se quedó en total silencio, abrió sus labios un poco aunque ni una palabra salió de ahí. Dio unos pasos para acercarse a ella con una expresión afligida; una que, para Belladona, arruinaba totalmente su rostro tan apuesto. La joven dejó que él pusiera la helada mano sobre su cintura.

—No soy su responsabilidad, ni tampoco la tuya —aclaró luego de pensar qué palabras podría usar para que el maleficio no la silenciara—. No tienen que arreglar lo que ustedes no rompieron —musitó poniendo su mano en la mejilla de Tom. Ella entendía muy bien el peso que cargaría el joven si Mattheo lo seguía hostigando sobre su «incompetencia» para solucionar lo del maleficio.

Tom se paralizó un segundo ante su tacto, había demasiada calidez, demasiada suavidad en aquello, y le aterraba sentirlo justo cuando estaba tan vulnerable.

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