Epílogo.

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❝Días después del nacimiento de la pequeña...❞

Charlotte había estado levantándose en las madrugadas para darle de comer a su pequeña hija, y aunque Engfa, su dulce esposa la acompañaba, no podía evitarlo, se sentía demasiado cansada. Y éstos últimos días no fueron la excepción. Por lo que explicaba el porque hoy no se había despertado temprano.

Engfa dormía cálidamente abrazándola, cuando escuchó los pequeños lloriqueos de su adorable princesa. Rápidamente se removió y abrió ligeramente sus ojos para comprobar si llora o si solo era un sueño.

Y sí, su pequeña hija soltó otro llanto, pero está vez uno más alto. Que despertó sus sentidos por completo.

Se levantó de inmediato, pero antes de poder salir por completo de su cama, miró como su querida esposa, ni siquiera se movió con los llantos.

Ella sabía el porque, así que ni se inmutó al moverla, solo besó su frente y salió con suavidad de las mantas que compartían.

Cuando salió, dejando atrás la cama, sus ojos fueron directamente a la cuna de madera que esta a unos pasos de ella.

Sonrió suavemente cuando llegó. Su pequeña hija lloraba hace unos segundos pero cuando se miraron dejo de hacerlo.

"Buenos días, cariño", susurró tomándola con suavidad en sus manos. "No llores más, princesa, tu mamá está aquí", declaró mirando como se calmaba y trataba de sonreírle.

Engfa se había asombrado y enamorado cuando esa pequeña había sonreído por primera vez. Sí, tenía adorables hoyuelos en sus mejillas. Tal y como ella.

Charlotte se derrite cada vez que mirá esa sonrisa, dice que se ve muy coqueta sonriendo. Engfa también bromeó ese día, diciendo que su hija sería muy apuesta y coqueta con las chicas y chicos.

Cuando la tuvo en sus brazos, ligeramente recostada a su pecho, dejo un tierno besó en su frente y otro en su nariz.

Tan pronto sonrió y Engfa también lo hizo. Ya en sus brazos la pelinegra caminó con ella, fuera de la habitación.

"Dejaremos que, tú mamita descanse un poco más ¿sí?", le susurró. "¿Te parece?" Preguntó bajando las escaleras.

La pequeña de ojos marrones claros simplemente la miró con atención y diversión. Engfa por otro lado, la mirá con mucha adoración.

"Se que tienes hambre, pero tu abuelita y tú mami ya me enseñaron algo... me dejaron saber qué tienes biberones listos, solo calentarlos y estarás llenita"

Explicó porque miró como su pequeña empezaba a desesperarse por hambre de nuevo.

Tan pronto e hizo todo, Engfa volvió a la habitación.

La pequeña ya tenia su biberón, así que la pelinegra se sentó en la cama dejando su espalda recostada a la cabecera de la cama.

Estaban muy cómodas y en todo momento Engfa habló con su pequeña, a quién no le parecía importar en absoluto lo que decía su madre pero de veces en cuando soltaba pequeños y adorables sonidos en forma de aprobación. O simplemente abría sus ojos para mirar.

Cuando terminó de alimentarla. Engfa miró como su pequeña empezó a cerrar por completo sus pequeños y lindos ojitos, también bostezó.

La pelinegra tuvo que admitir que sus ojos también pesaban. Así que se levantó en cuanto lo supo.

"Bien, pequeña, lo logré... estás llenita y dormida", soltó bostezando con una sonrisa. "Tu en tu camita y yo en la mía con tu mamita", caminó hacía la cuna.

𝐒𝐔𝐂𝐇 𝐀 𝐒𝐖𝐄𝐄𝐓 𝐋𝐎𝐕𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora