XXXV.

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FUTURO EN EL PASADO

CAPÍTULO XXXV.

El pequeño grupo que había estado caminando durante horas sin descanso finalmente se había visto obligado a detenerse, al menos momentáneamente, aquella ventisca los había descolocado a todos, de alguna forma aquel frío aire los había despertado de aquel letargo en el que habían estado caminando, Miroku por poco soltaba al bebé que traía cargando al voltear a verlo, pues aquella mirada que le regresaba era igual a la de Sango, no pudo evitar soltar un par de lágrimas, pero se detuvo de golpe al escuchar la voz de sus pequeñas preguntando a Kohaku por su mamá, el tío no sabía qué responder, no habían discutido aquello, ¿qué decir? ¿sería prudente decir algo o esperar que por algún milagro pudiesen revivir a su madre?

Miroku no tenía la menor idea de cómo decirlo, no tenía la mente lista para algo así, no tenía el corazón para darles tal noticia, aunque debía hacerse a la idea de que tarde o temprano tendría aquella plática con sus pequeñas; por fortuna la atención de las niñas se disipó tan pronto como vieron que podían perseguir a un par de luciérnagas que pasaron volando junto a ellas.

Tanto Kagome como Miroku se voltearon a ver un segundo, ambos pudieron darse cuenta de que cargaban con pesos que nunca creyeron harían, sus almas estabas rotas, destrozadas incluso, pero no podían darse el lujo de perder la cabeza, Miroku podía ver lo mal que se encontraba su amiga, pero las palabras no salían de su boca y siendo honestos en aquellos momentos no quería involucrarse en más nada.

Al igual que Miroku, Kagome quiso decir algo, pero no se atrevió a decir nada, de alguna forma se dio cuenta que, si bien a Miroku le preocupaba lo que pasaba con ella, no era el momento para hablar de ello, aquel hombre no tenía cabeza para más nada de lo que ya tenía entre manos.

Sin decir una palabra y con sólo los barullos de las gemelas, continuaron su camino, ya era casi media noche cuando al fin estaban a escasos metros de la aldea, aquella aldea que significaría la vida o la muerte para el pequeño; mientras avanzaban, Kagome alcanzó a ver a Sesshomaru en las afueras de la aldea, estaba claro que no pensaba seguir mezclándose con los humanos más de la cuenta.

Kagome sintió la mirada que le devolvió el youkai sin embargo, no volteó, en esos momentos no podía dejar de pensar en aquello que había visto, no podía dejar de imaginar a Inuyasha con Kikyo, no podía pensar en nada que tuviese sentido, no quería creer que fuese real, pero tampoco podía continuar como si no hubiese visto nada.

Se encontraban dentro de la aldea y Kagome ni siquiera se había dado cuenta en qué momento se había separado del grupo, volteó en todas direcciones buscando un rostro familiar, pero no veía a nadie. Por ello casi brinca del susto al sentir la mano de Kohaku tocándole el hombro.

—Lo siento —se disculpó el muchacho al ver que casi le causa un ataque—, pero hemos encontrado ayuda, al parecer sí hay una mujer que puede ser la nodriza y bueno, sé que no es lo mismo, pero hay un curandero también, quizá le pueda ayudar con —hizo la seña de su hombro— eso.

—Oh sí, muy bien, vamos —esperaban que al menos pudiese darle algo para el dolor o hacer algo, aunque si estaba roto no habría mucho que pudiese hacer.

Sesshomaru había tomado su distancia de la sacerdotisa, no quería huir, pero tampoco pensaba acercarse de más; aquella aldea parecía tener lo que buscaban, en ese momento pensó en marcharse, pero entonces recordó al inútil de Jacken, a quien había enviado en una muy importante misión, esperaba por su bien que no lo decepcionara; seguramente ya habría llegado con Bokuseno y tardaría quizá un día más en regresar.

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