XXIV

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FUTURO EN EL PASADO

XXIV

Una sonrisa triunfante se dibujó en el rostro de Kagome, sí, había logrado que el bebé tomara su primera bocanada de aire, lo había logrado no podía creerlo; pero poco le duró la sonrisa, pues se dio cuenta que Sango era quien no daba señales de mejoría, era injusto ¿es que ni siquiera iba a poder sostener a su bebé en brazos, aunque fuese una vez?

–Ayuda a Kagome a limpiarlo –dijo Kaede a Rin, quien se apresuró a acercar el agua tibia y los lienzos para limpiar al pequeño.

Al fin había escuchado el llanto de su bebé, su corazón se había detenido un segundo para luego recuperar su ritmo, vaya que se había llevado un gran susto al no escuchar nada, ni siquiera a Sango pujar, pero ahora comenzaba a preguntarse si sería una niña o un niño, aunque no importaba mucho cualquiera que fuera su sexo sería más que bien acogido en su ya gran familia.

Esperó impaciente junto a la puerta, en cualquier momento saldrían a llamarlo para que conociera finalmente a su hijo o hija, aunque ahora estaban tardando más de lo normal, lo cual era extraño pues la vez anterior después de escuchar el segundo chillido casi al instante salieron a verlo, ahora los minutos se le hacían eternos, se preguntó si sería prudente entrar en un momento así, pensó entonces ¡al diablo! Era su esposa y su hijo quienes estaban dentro, aunque también el temor a la reprimenda por parte de Sango lo detenía, finalmente se armó de valor y abrió la puerta, entusiasmado, comenzó a disculparse ya desde la entrada, fue cuando estuvo casi enfrente de ellas se encontró con algo con lo que no esperaba encontrarse en absoluto, aquella escena frente a él le heló la sangre, el llanto de su bebé inundaba el lugar, pero su madre ¿por qué su madre no lo alimentaba? Sus ojos se negaban a creer lo que veía, era caos, caos en todas direcciones, podía ver a Rin y a Kagome limpiando al bebé mientras la anciana Kaede hacía algo, que no entendía, ¿qué estaba pasando?

–Sango ¿qué está...? –pero la pregunta quedó en el aire, no había nadie que le fuera a responder, en cualquier caso.

Fue entonces que Kagome se percató de que Miroku había entrado, no maldita sea se decía, esperaba que las cosas hubieran mejorado antes de que Miroku entrara, pero no importaba de todas formas, le entregó el bebé a Rin entonces y le hizo la seña para que se lo entregara a Miroku, lo único que podía consolarlo en ese momento era su hijo.

–¿Qué está pasando? –aquella pregunta, ninguna de las presentes estaba preparada para responder ante Miroku, el hombre observaba de un lado para otro mientras sostenía a su hijo en brazos, veía a Kaede lanzar lienzo tras lienzo al piso, cada uno empapado de sangre, Kagome se había ido junto a Sango, hacía algo, algo que les había explicado alguna vez, pero ahora no recordaba el nombre, era para reanimar a una persona ¿por qué se lo hacía a Sango?

El monje no alcanzaba a entender lo que estaba ocurriendo, lo que había pasado en aquellas horas. Rin lo veía con pesar, sin saber qué decir tampoco. Miroku veía todo el movimiento, tan rápido, todo pasaba tan rápido que no era capaz de reaccionar a nada, entonces la anciana Kaede lo sacó de aquel ensimismamiento.

–Miroku, deberías salir con el bebé, no es bueno para él esta clase de estrés –la voz de la anciana Kaede intentaba transmitir tranquilidad, pero a pesar de todos los años de experiencia que tenía, no podía prometerle que Sango se librara de la muerte, muchas mujeres acababan ahí sin conocer nunca a su bebé, algunas, eran pocas las que lograban sobrevivir, pero lo que veía la anciana le daba muy pocas esperanzas, estaba segura de que no lograría ganarle a la muerte.

Miroku quiso discutir de ninguna forma dejaría a su mujer en aquel estado, no podía abandonarla, pero las palabras no le salieron, sus pies no se movieron, de pronto sintió el peso de su bebé en sus brazos, claro, lo estaba cargando, el bebé seguía llorando desconsolado, no podía hacer nada por Sango ¿era eso verdad? No podía hacer nada por ella, pero podía intentar hacer algo por calmar a su bebé, entre el alboroto de adentro comenzó a escuchar que sus gemelas habían despertado ya, no, no quería que entraran y se encontraran con aquella escena, tenía que salir entonces, perdóname se repetía, perdóname Sango, salió entonces no sin antes dirigirle una última mirada a su mujer, que parecía dormir, se aguantó las ganas de llorar aunque sentía un nudo en la garganta, no podía soltarse a llorar como un chiquillo, tenía que hacerse cargo de su familia. Salió con la esperanza de que aquellas mujeres harían todo cuanto estuviese en su mano para no dejar morir a Sango.

Futuro en el PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora